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En eI mejor de los casos, España

Uno de los, datos más recientemente conocidos sobre la URSS lo ha proporcionado su ministro de Defensa, Dmitri Yázov, al ex presidente norteamericano Richard Nixon: el producto nacional bruto de la Unión Soviética es cinco o seis veces menor que el de Estados Unidos. La evaluación resulta particularmente chocante si se recuerda que la CIA suponía aún en los ochenta que la relación era de uno a dos, aunque es cierto que a nadie que haya visitado los, dos países le puede sorprender del todo la revelación actual. A ello hay que añadir otros recientes cálculos de fuentes soviéticas según los cuales la construcción del socialismo de Estado en la URSS se ha cobrado un coste histórico de cinco o seis decenas de millones de víctimas, de las deportaciones y la represión. Con este continuado desvelamiento de las mentiras sistemáticas con que se había sostenido aquel régimen social al que hemos ido asistiendo desde hace un par de años, es difícil quitarse de encima la sensación de que el experimento soviético, que ha comportado el sacrificio de generaciones enteras y la exportación militar de sus fórmulas al centro de Europa, ha sido uno de los más grandes y trágicos timos que puede recordar la historia de la humanidad.Hay quien sigue intentando escurrir el bulto pensando que lo que ha fracasado en la Europa del Este es sólo el "comunismo totalitario". Pero los que han vivido la experiencia más de cerca no tienen ya muchas dudas en dar por refutada toda tentativa de, organizar la asignación de los recursos sociales mediante la propiedad pública y la planificación imperativa; dicho de otro modo, lo que parece haber muerto en el Este es la posibilidad de disociar la cooperación colectiva de la remuneración del riesgo y el incentivo al esfuerzo individual. No hay por ello posible vuelta atrás, en la que no creen ni los comunistas del Este ni los del Oeste, todos los cuales se han apresurado a travestirse la etiqueta, el programa y sus símbolos. Pero los propios socialdemócratas han pasado por varias fases: primero, la euforia inicial tras la caída del muro, en la que algunos todavía quisieron ver el pórtico de una tercera vía o fusión entre lo democrático del capitalismo y lo socialista del autoritarismo; después, tras los adversos resultados en las primeras elecciones en varios países, una agorera actitud de espera como recambio para un futuro incierto, y más recientemente, la incertidumbre y el desconcierto general.Ya sabíamos que en Occidente la socialdemocracia no tiene mucho más horizonte que el de corregir los efectos no intencionados de la propiedad privada y la competencia en el mercado e introducir algún criterio redistributivo, sin que ello comporte un proyecto alternativo de sociedad. Pero lo dramático es que en el Oriente ex socialista ni siquiera este moderado programa pueda aplicarse sin el previo establecimiento de unas bases sólidas para el crecimiento económico. Y el hecho es que ni las medidas de estabilización económicas están obteniendo los resultados esperados ni los esquilmados recursos internos necesarios para privatizar están siendo suficientemente sustituidos por la inversión exterior. Si ahora han desaparecido las colas es porque ya no hay dinero para comprar; los funcionarios han perdido la seguridad de su puesto de trabajo, pero no ha aumentado la producción en conjunto, el proceso económico parece caminar hacia la catastroika, como dice el economista Stanislav Shatalin.El guión más optimista para el futuro consiste, por usar la comparación del politólogo Adam Przeworski, en seguir la vía española: lograr en una generación la consolidación de unas instituciones democráticas y una cierta modernización económica. Esta modesta ambición se apoya en el supuesto, común a muchos polacos, checos y húngaros, de que si no hubiera sido por el sistema sus países habrían seguido trayectorias parecidas a las de los países occidentales. Pero, desgraciadamente, la devastación infligida por tantos años de socialismo de Estado no parece haber pasado en vano. Y el otro posible guión para el futuro consiste implemente en una proyección de los procesos actuales: paro, inflación, demagogia populista, nacionalismos enfrentados, inestabilidad política, masiva emigración hacia Occidente. ¿Por qué no admitir honestamente, en efecto, que la URSS podría llevar camino de su desinte gración y que la perspectiva po sautoritaria que espera a Bulgaria, Hungría, Yugoslavia o Polonia podría no ser muy di ferente de la triste realidad de Argentina, Colombia, El Salvador o Brasil?

es profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Barcelona.

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