Los socialistas y los toros
Muchos buenos aficionados sintieron el último jueves de abril un escalofrío al escuchar por la Cadena SER el consejo dado a Benegas por un interlocutor telefónico -de inconfundible acento donostiarra- para expulsar los demonios inoculados por el hechicero Solchaga: "Lo mejor que puedes hacer es echar almohadillas a Curro Romero, así te desfogas".Los portavoces socialistas han desmentido la existencia de divisiones políticas en su seno. Sin embargo, las serias tensiones entre el Gobierno y el PSOE en materia de Código de la circulación y de Reglamento taurino son indiscutibles. Casi en vísperas de que Benegas viajase a Sevilla con una vara de mimbre y en un cohete a ver los toros, el BOE publicaba la ley que faculta al Ministerio del Interior para castigar con multas de diez millones de pesetas el lanzamiento de almohadillas al ruedo., Asi pues, el ministro Corcuera no sólo debería empapelar a Benegas por su costumbre de rodar a 200 kilómetros por hora; también tendría que ir preparando la boleta para cuando secretario de organización del PSOE sea reducido por la fuerza pública tras tundir al Faraón desde una barrera.
Más graves serían todavía las cosas de ser cierta la noticia -tan enérgicamente desmentida por el interesado como autentificada por Pablo Castellano- de que la mala compañía de Benegas era uno de los Hermanos Múgica, vinculados con los Hermanos Lozano, actuales concesionarios de la Plaza de las Ventas, por una estrecha amistad político-taurina. Porque la fobia anti-currista de esa distinguida familia sería tan ominosa para el futuro de la Fiesta como el respaldo del PSOE canario a la prohibición de las corridas en el archipiélago. En tal caso, habría motivos para devolverle a los socialistas la misma teoría conspirativa que suelen aplicar a la prensa. ¿No estaremos ante una estrategia envolvente de tenaza, desplegada desde Canarias y desde Madrid por el PSOE, para acabar con los toros? ¿No habrán sido aleccionados los Hermanos Lozano por los Hermanos Múgica para confeccionar el tétrico abono de San Isidro (del que ha sido excluido Curro Romero) y lograr así por la vía indirecta de la disuasión el mismo objetivo conseguido en Canarias por la vía directa de la ley?
En el prologo a Política y toros, Pérez de Ayala justificaba la "peregrina cópula" entre ambas actividades con el argumento de que en la mesa y en el juego se conoce no sólo al caballero sino también al hombre corriente. Indalecio Prieto, que escribió alguna crónica taurina para El Liberal de Bilbao, tuvo el detalle de visitar a Guerra (Rafael, por supuesto) en Córdoba y de aplaudir a Manolete en México.
Hace veinte años, la izquierda se apasíonaba con Antonio Ordofiez, Paco Camino y Antoñete mientras los franquistas se solazaban con El Cordobés y Palomo Linares. No hay más que lamentar -¡si Domingo Dominguín levantase la cabeza!- el abismo abierto entre el buen gusto de los viejos tiempos y la pasión por las charlotadas del bombero-torero subyacente a los consejos recibidos por Benegas.
Babelia
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