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Juan Pablo II considera que el capitalismo es tan ateo y materialista como el marxismo

Juan Arias

El papa Juan Pablo II hace una dura condena del capitalismo en su nueva encíclica Centesimus annus, que lleva fecha del primero de mayo, publicada para conmemorar el centenario de la primera encíclica de la Iglesia católica sobre la cuestión obrera, la Rerum Novarum, de León XIII. En ella, Juan Pablo II afirma que el capitalismo no puede considerarse como el sistema ideal por el hecho de que haya fracasado el comunismo en el mundo, y lo considera tan "ateo" y "materialista" como el marxismo.

La encíclica que tiene 117 páginas, será presentada hoy oficialmente en el Vaticano por el cardenal francés Roger Etchegaray, presidente del Pontificio Consejo lustitia et Pax y una de las personas que más han trabajado junto con el Papa en la redacción del documento. En el texto se atribuye a los trabajadores católicos polacos del sindicato Solidariedad el feliz derrumbamiento del sistema comunista de los países del este europeo.Recordando que había sido "el yugo casi servil" de la condición de los trabajadores al comienzo de la sociedad industrial lo que había obligado a su. predecesor el Papa León XIII "a tomar la palabra en defensa del hombre", Juan Pablo II, sin ninguna concesión a la autocrítica, escribe que la Iglesia "ha permanecido fiel a este compromiso en los últimos cien años", porque la Iglesia católica "ha luchado para defender al hombre de la explotación económica y de la tiranía de los sistemas totalitarios".

Tras condenar el comunismo, "nacido del odio y del ateísmo" que engendraba la lucha de clases", el papa Wojtyla es más duro con el capitalismo al que prefiere llamar, "ideología radical de tipo capitalista", para distinguirlo de lo que él considera un capitalismo "positivo", pero al que no quiere llamarlo con ese nombre sino con los de "economía de empresa", "economía de mercado" o "economía libre".

El Papa afirma que la Iglesia "no condena la economía de mercado", pero señala al mismo tiempo que "la propiedad no es un valor absoluto" y que resulta "ilegítima" cuando "sirve para obtener unas ganancias que no son fruto de la expansión global del trabajo y de la riqueza social, sino, más bien, de la explotación ilícita, de la especulación y de la ruptura de la solidaridad en el mundo laboral".

Es la primera vez que una encíclica dedica un capítulo entero al tema de la propiedad a la que se le da legitimidad sólo si tiene una dimensión "social" más que "privada". Según el papa polaco, "la propiedad se justifica moralmente sólo cuando crea, en los debidos modos y circunstancias, oportunidad de trabajo y crecimiento humano para todos". De lo contrario, para la Iglesia es "inmoral".

Falta de modelos

También por primera vez una encíclica -documento doctrinal de la máxima importancia para los católicos-, dedica un capítulo entero a analizar un hecho histórico concreto: el año 1989 con la caída del comunismo, sobre el que se plantea la pregunta de "si se puede decir que tras el fracaso del comunismo, el sistema vencedor sea el capitalismo". Y aunque la respuesta del Papa es que se trata de algo "complejo", todo el tono de la encíclica es que no puede considerarse dicho fracaso como el triunfo de un sistema que, según Juan Pablo II, más bien está descristianizando a la sociedad en Occidente y deja al Tercer Mundo en la miseria.

El papa Wojtyla, tras su condena de ambos sistemas, el marxista y el capitalista, a su juicio igualmente "materialistas", afirma explícitamente que "la Iglesia no tiene modelos para proponer", ya que éstos sólo pueden nacer "de las diversas situaciones históricas". Pero añade enseguida que la Iglesia "ofrece como orientación ideal indispensable la propia doctrina social".

Y aquí Juan Pablo II intenta esbozar un camino para abrir nuevos horizontes, incluso políticos, afirmando que todo debe estar centrado "en el hombre" y en el concepto de "solidaridad". Que los problemas deben afrontarse a escala "mundial"; que se ha demostrado que son los métodos "pacíficos y de diálogo" los que han hecho derrumbarse los sistemas totalitarios del este europeo y no los "violentos"; que buena parte del capitalismo occidental es "injusto" porque piensa sólo en el desarrollo "económico" y no "global" de la persona.

"Dios, Señor de la Historia"

La tercera encíclica social del Papa Wojtyla, como las dos anteriores, está destinada a suscitar no pocas polémicas. Ya antes de hacerse pública, se hablaba en Estados Unidos, como escribió ayer La Repubblica, de un enfrentamiento entre el Vaticano y la Casa Blanca, debido a que "gran parte de América, tras las victorias sobre el comunismo y en el golfo Pérsico, se ha persuadido de la superioridad de su propio sistema político y económico, y teme que la nueva encíclica del Papa polaco pueda parecer un ataque a la american way of life".También el Financial Times ha anticipado un juicio sobre la nueva encíclica. Según el prestigioso diario británico, el Papa, con su nueva encíclica, "prepara el ataque a los pecados del capitalismo", y añade que "si predicara un Evangelio basado sobre valores aún más abiertamente socialistas se enfrentaría a los gobiernos occidentales de tipo más conservador".

Las críticas al capitalismo en la encíclica papal se centran en sus efectos deshumanizadores: "La sociedad del bienestar o del consumo tiende a derrotar el marxismo en el terreno del puro materialismo, mostrando cómo una sociedad de libre mercado es capaz de satisfacer las necesidades materiales y humanas más plenamente de lo que aseguraba el comunismo, y excluyendo también los valores espirituales. En realidad, si bien por un lado es cierto que este modelo social muestra el fracaso del marxismo para construir una sociedad nueva y mejor, por otro, al negar su existencia autónoma y su valor a la moral y al derecho, así como a la cultura y a la religión, coincide con el marxismo en el reducir totalmente al hombre a la esfera de lo económico y a la satisfacción de las necesidades materiales".

Las referencias al desmoronamiento de los regímenes comunistas del Este de Europa no faltan en la que ha sido llamada la primera encíclica del poscomunismo: "Los acontecimientos del año 1989 ofrecen un ejemplo del éxito de la voluntad de negociación y del espíritu evangélico contra un adversario decidido a no dejarse condicionar por principios morales: son una amonestación para cuantos en nombre del realismo político quieren eliminar del ruedo de la política el derecho y la moral. Ciertamente, la lucha que ha desembocado en los cambios de 1989 ha exigido lucidez, moderación, sufrimiento y sacrificios: en cierto sentido ha nacido de la oración y hubiera sido impensable sin una ilimitada confianza en Dios, Señor de la Historia".

Y más adelante, se añade: "En la sociedad occidental se ha superado la explotación, al menos en las formas analizadas y descritas por Marx. No se ha superado, en cambio, la alienación en las diversas formas de explotación".

En cuanto a las repercusiones negativas que la encíclica podría tener sobre todo en EE UU hay que recordar la frontal oposición del Papa polaco a la guerra del golfo Pérsico.

Una condena que se repite aún con mayor fuerza en la encíclica volviendo a decir:

¡No, nunca más la guerra que destruye la vida de los inocentes! La lucha de clases en sentido marxista y el militarismo tienen las mismas raíces: el ateísmo y el desprecio de la persona humana, que hacen prevalecer el principio de la fuerza sobre el de la razón y el derecho".

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