¿Qué piensa un militar soviético?
En un momento en el que Gorbachov se apoya cada vez más en el Ejército y el KGB para compensar la falta de respaldo popular; cuando sobre la URSS pende el fantasma de una dictadura militar, el articulista considera necesario tomar el pulso al estado de opinión de las FF AA. Este texto analiza lo que sucede en la cúpula militar, así como lo que piensan los cuadros medios y bajos en base a una exhaustiva encuesta realizada el pasado mes de diciembre.
El momento actual de la crisis política en la Unión Soviética se caracteriza por la salida al primer plano de la vida social de estructuras de fuerza como el Ejército, el Comité de Seguridad del Estado (KGB) y el Ministerio del Interior, que ejercen una influencia cada vez mayor en los acontecimientos y aportan a ellos un elemento de imprevisibilidad y arbitrariedad. El Centro kremliniano, que pierde cada vez más el apoyo de la población y, por lo tanto, legitimidad, trata inevitablemente de apoyarse en los "dueños de los medios de violencia", contraponiendo la organización, disciplina y armas de las cohortes paramilitares y del Ejército al carácter masivo y la popularidad de las fuerzas democráticas. Sobre el país pende la tenebrosa sombra de una dictadura militar, y la gente despierta cada día en espera de saber qué nuevo decreto le ha preparado el presidente, poniendo nuevas esferas de la vida en manos del KGB y el Ejército.En estas circunstancias, mucho, quizá todo, dependerá de cuáles son los ánimos en el interior de estas estructuras y de cuál será su última palabra. Sobre los ánimos de los representantes del alto mando militar son testimonio elocuente las satisfechas nucas de los generales diputados que se vuelven rojas cuando en la tribuna del Congreso de los Diputados del Pueblo o del Sóviet Supremo surge el demócrata de turno que "denigra al Ejército y al KGB", que trata de "minar la capacidad defensiva del país" y entregar la URSS a las manos del "imperialismo mundial". Pero incluso entre los generales han aparecido gente como el ex general del KGB Oleg Kaluguin, que desenmascara. las actividades de su institución; como el comandante de la Región Militar del Báltico, general Fiódor Kuzmín, que ha declarado categóricamente que sus tropas no participarán en la solución de problemas políticos internos; como una decena de generales que dijeron a Borís Yeltsin que apoyaban su idea de crear unas Fuerzas Armadas de Rusia, capaces de defender la soberanía de la república (frente al Centro).
Las discrepancias entre los coroneles son aún mayores. Víktor Alksnis y Nikolái Petrushenko, que han desafiado al mismo Mijaíl Gorbachov acusándolo de desintegrar el país, se han hecho famosos en toda la URSS y son la comidilla de todos los "coroneles rojos". Pero ni ellos parecen ponerse de acuerdo porque si el último está firmemente en las posiciones del PCUS, el primero ve la salvación de la URSS como estado único poderoso en la renuncia a los dogmas comunistas y en la prohibición de todos los partidos, incluido el comunista. También hay quienes, como el diputado coronel Borís Pilín, son partidarios de la unidad del país y de las ideas comunistas.
Sin embargo, con la misma intensidad que las voces de los partidarios de mantener la URSS y de los comunistas suenas las intervenciones de los oficiales demócratas: el coronel de aviación Alexandr Rutskóí, que pasó por el infierno de Afganistán y estuvo preso de los muyahidin, condenó furiosamente el intento de golpe en el Báltico; el mayor Vladímir Lopatin, partidario de reformas radicales en el Ejército; el ex teniente coronel Valer¡ Riumin, también veterano de Afganistán que encabeza el ayuntamiento "rebelde" de la ciudad de Riazán, y muchos otros. Aquí y allá aparecen noticias sobre colectividades de oficiales en el Ejército o en el KGB que se pronuncian a favor de prohibir las organizaciones del PCUS en sus unidades o de la creación de un Ejército de Rusia, o que critican el decreto del presidente sobre el patrullaje conjunto de soldados y policías en las ciudades. En una palabra, hay inquietud en el Ejército y difícilmente se pueden sentir seguros los generales, que comprenden muy bien que en el momento decisivo quien saca a los soldados de los cuarteles son los oficiales de menor grado.
Datos objetivos
Al mismo tiempo, lo dicho hasta ahora sólo da una imp'resión subjetiva de lo que sucede en medio del fermento militar. Datos más objetivos se pueden obtener de las encuestas a la población. Por cada 3.000 encuestados, hay aproximadamente 45 soldados, policías o funcionarios del KGB y los órganos encargados de mantener el orden público. Y este grupo, aunque es pequeño, revela rasgos bastante característicos, que permiten hablar de una mentalidad militar específica y juzgar sobre la división que existe en este medio. Por supuesto que las encuestas abarcan sólo a los grados inferiores y medios de la oficialidad, que, en la "escala social" de once peldaños propuesta, se clasifican principalmente en el cuarto (cercano a los obreros) y el sexto (cercano a los profesionales).
La pregunta más general que tenía como fin determinar el grado de tendencia de los soviéticos a los ideales de libertad se formulaba de la siguiente manera: "¿Tiene la persona en la URSS suficiente, muy poca o mucha libertad?" Resultó que la polarización de los soldados en este aspecto es mayor que en el resto de la poblacióri: uno de cada dos oficiales respondió que muy poca libertad (contra un 41% en la población en general); pero también uno de cada cuatro (contra un 13%), es decir más que en todos los otros grupos, piensa que a la gente se da demasiada libertad (¡y esto en nuestro Estado que apenas comienza a liberarse del totalitarismo!), y un 22% (contra un 31%) cree que hay suficiente libertad. Como vemos, los militares se dividen prácticamente por la mitad en amantes de la libertad y en gente satisfecha o incluso que lleva con pesar la libertad conseguida.
Debemos dejar constancia, sin embargo, que los militares que consideran que la URSS tiene insuficiente libertad se diferencian al mismo tiempo de la mayoría de sus compatriotas porque no cons ideran que este rasgo sea propio solamente o principalmente de la URSS. Así, si una cuarta parte de los soviéticos consideran que la excesiva burocracia es un mal ante todo de la URSS, entre los militares sólo un 13% piensa de esta manera. En general, los soviéticos piensan que la URSS va a la cabeza de los otros países en el severo control del individuo por parte del Estado (así piensa un 25% de la población), incluso por delante de países como China e Irán, que obtuvieron un 17% cada uno. Entre los militares, mientras tanto, la URSS ocupa el. séptimo lugar en este aspecto (sólo el 9% la coloca en el primero), más abajo incluso que Japón con un 17% (con.tra un 9% entre la población en general), Alemania con un 14% (contra un 5,5%) y EE UU con un 13% (contra el 6%). Vemos entonces que el cuadro del mundo que se ha formado en la mente de los militares durante años de adoctrinamiento tiende fuertemente a la negación de cualquier ventaja en el modo de vida de los "enemigos potenciales", comparados con la URSS. Claros indicios de condicionantes ideológicos más' grandes que en el resto de la población se pueden ver también en las respuestas de los militares a las otras preguntas de la encuesta. Por ejemplo, el 13% (contra un 5% entre la población en general) de los militares consideran el marxismo-leninismo un medio parA resolver los problemas importantes de la humanidad; y un 17 % (contra un 9%) lo consideran una ciencia.
Religiosidad
El bulto al conocimiento científico es un elemento importante de la seudoreligión socialista. Por ello mismo, hay muy pocos creyentes auténticos entre los militáres, y aunque un tercio dice pertenecer a una de las religiones tradicionales, nadie nombra a la religión como medio de resolver problemas. El 45% de los militares (19% de la población en general) sostiene que Dios no existe; el 26% (contra el 5%) relacionan el concepto de "Dios" con la lucha contra las supersticiones y uno de cada cinco dice que nunca ha pensado en cuestiones religiosas. Una tercera parte de los militares (contra un 5%) se declara contrario a un aumento de la influencia de la Iglesia.
Un 33% de los militares da la culpa de la situación crítica existente en el país a los lídres del periodo del imovilismo (frente a un 15% de la población en general). Por eso los militares apoyan la perestroika y ninguno de ellos piensa que ellos son los culpables de que el país haya comenzado a perder posiciones (entre la población en general uno de cada diez personas sí lo piensa). Pero son menos los uniformados (un 8% frente a un 14% de la población en general) que relacionan nuestras penas con el socialismo como tal y que fecha el comienzo de éstas en el año de 1917. Uno de cada diez militares (frente al 13% de la Población en general) son occidentalistas, es decir, gente que considera que nuestro país desde un principio está retrasado.
Aunque conservan una mayor lealtad que el resto de la población a los ideales socialistas, lo militares al mismo tiempo no ven el PCUS un garante de la realización de estos ideales. Por aumentar el papel del PCUS en la vida de la sociedad se pronuncia sólo el 9% de los militares (contra el 13% en la población en general); por disminuir este papel, un 46% (contra el 48%). Así es que el usar al Ejército para custiodar los bienes del PCUS en el Báltico se realiza claramente en contra de los ánimos de la gran mayoría de los soldados y será fuente de un aumento del descontento en su medio. Ya sin ello a fines del año pasado la mitad de los oficiales pensaba que la principal causa de nuestras dificultades reside en los errores de los dirigentes (contra un tercio entre la población en general).
Creo que lo más interesante es que el apoyo de los militares a los órganos republicanos es más alta que el apoyo a los órganos centrales. Así, el 30% (contra un 25% entre toda la población) considera que debe disminuir la influencia del Sóviet Supremo de la URSS y el 56% (contra el 46%) que debe aumentar la de los parlamentos republicanos (también es verdad que el 20% de los militares, contra el 10% entre la población en general, es partidario de que disminuya la influencia de estos parlamentos). Sólo el 4% de los oficiales (contra el 10% en toda la población) opinan que el presidente de la URSS tiene derecho a hablar en nombre de todo el pueblo soviético; a los presidentes de las repúblicas, en cambio, un 15% (contra un 13%) les reconoce el derecho a hablar en nombre de los pueblos de estas repúblicas.
La gran mayoría de los militares se inclina hacia la democracia plebiscitaria, reconociendo sólo al referéndum el derecho a expresar la opinión del pueblo (35% contra el 28%), o no reconociendo este derecho a nada ni nadie (39% contra él 31%). A la hora de reconocerle este derecho a los diputados, los militare muestran bastante confianza, aunque menor que el promedio de la población, y en este aspecto también los índices de los diputados republicanos son mejores que los de la URSS: 26% contra el 30% y 22% contra el 28% respectivamente. No está demás que el Centro considere estos datos cuando tenga un deseo incontrolable de apoyarse en las bayonetas, ya que semejante apoyo puede atravesar el cuerpo del que se apoya en ellas.
es sociólogo y miembro de la dirección del Instituto de la Opinión Pública de la URSS.
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