Tierra por dinero
LA VISITA de Mijaíl Gorbachov a Tokio se ha saldado con poco éxito. El líder soviético no ha obtenido la ayuda financiera que buscaba. Su homólogo, Toshiki Kaifu, tampoco ha conseguido que le devuelvan las islas Kuriles. El mantenimiento de la ocupación de éstas, largamente disputadas desde el siglo pasado y anexionadas por la Unión Soviética en 1945, parece hoy cosa baladí si se piensa que el panorama de la guerra fría ha cambiado drásticamente en los últimos años y que es una incongruencia que ambos países sigan sin firmar la paz desde el fin de la II Guerra Mundial. Máxime considerando que el precio que el Gobierno japonés estaba dispuesto a pagar a cambio, en créditos blandos y en estímulos fiscales a la inversión de ayuda al desarrollo soviético, supera los 20.000 millones de dólares.¿Por qué entonces la visita del líder soviético no ha concluido con lo que su ministro de Exteriores ha llamado una razonable "definición de fronteras" en lo que los japoneses conocen como "territorios del norte"? Por el lado de Moscú, porque las Kuriles rusas han sido y siguen siendo un elemento estratégico esencial para la movilidad de sus submarinos en el Pacífico. Además, toda negociación de la cuestión pasa necesariamente por Borís Yeltsin, el polémico líder ruso. Una situación complicada, porque, en Rusia, un cambio en la configuración de las fronteras debe ser objeto de referéndum, sin olvidar que en el último, el del 18 de marzo pasado, los 50.000 rusos de las Kuriles optaron por su permanencia en la URSS. Por lo que se refiere al Gobierno de Tokio, no puede olvidarse que la solución del problema de las Kuriles quitaría parte de su justificación al hecho de que el presupuesto japonés de defensa sea uno de los mayores del mundo.
Es probable que la idea de condicionar la ayuda al intercambio de islas sea una excusa cómoda invocada para enmascarar el egoísmo y las pocas ganas que los sectores económicos japoneses tienen de lanzarse a aventuras Financieras (especialmente al desarrollo de la infraestructura de Siberia) cuyo final ven con escepticismo. Es notable que Gorbachov, en una reunión habida con parlamentarios y grandes capitanes de empresa nipones, advirtiera que, de no recibir urgente ayuda, la economía soviética arriesgaba su "desintegración", entre otras cosas porque apreciaba en la URSS una creciente inestabilidad social debida al doloroso tránsito hacia una economía de mercado.
No ha tenido mejor fortuna otro proyecto lanzado por el líder soviético durante su visita: la convocatoria de una conferencia de seguridad y cooperación para Asia, de corte similar a la europea, que sirviera para pacificar tan alterada región. China, las dos Coreas, Japón, Australia, la URSS y EE UU tienen la larga e imperativa tarea de certificar la defunción de la guerra fría en Oriente. Se entiende mal la negativa reacción de Tokio a la imaginativa propuesta de Gorbachov. Puede que la sugerencia sea prematura. No deja de ser inteligente y oportuna.
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