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Permitir el aborto abre las puertas al "fantasma totalitario", según el episcopado

Javier Martínez, obispo auxiliar de Madrid y miembro del Comité Episcopal para la Defensa de la Vida, advirtió ayer en Madrid que la permisividad en el tema del aborto "abre las puertas al fantasma totalitario, incluso en aquellos países donde el totalitarismo sobrevive en unas estructuras externamente democráticas". Con estas palabras presentaba el prelado el texto preparado por el citado comité sobre la interrupción del embarazo, y en cuya redacción ha participado Ramón Pi, ex director del diario Ya y columnista de El Mundo.

El habitual crucifijo que preside la sala de prensa del episcopado fue ayer sustituido por una decena de fotografías de fetos, tamaño cartel, en diferentes periodos de gestación. En ese escenario se presentó El aborto, 100 cuestiones y respuestas sobre la defensa de la vida humana y la actitud de los católicos, un texto redactado a modo de catecismo, dirigido a los fieles y que ya tienen en imprenta cinco editoriales católicas. El libro aparece en vísperas electorales, aunque los obispos niegan cualquier relación y aseguran que en el texto se trabajaba desde hace un año.Sin embargo, el tema político está presente en el texto, que sugiere a los católicos de a pie orientar "el voto hacia las alternativas que merezcan más confianza ante la vida en general". Ayer el obispo Javier Martínez no quiso profundizar al respecto. A la pregunta de qué opción política deben votar los católicos -ya que ninguna de las mayoritarias ha propuesto dar marcha atrás en la actual regulación de la interrupción del embarazo, de la que está en contra el episcopado-, el obispo auxiliar propuso "aquellas posiciones menos adversarias". Martínez rehuyó citar siglas y señaló que "no hay demasiada sensibilidad sobre el tema, porque los niños [abortados] no tienen posibilidad de montar un sindicato". Tampoco faltaron críticas a la partitocracia -muy en línea con recientes manifestaciones de miembros de la cúpula episcopal- y a la aplicación que se hace de la Ley de Despenalización Parcial de la Interrupción del Embarazo, en un momento en que se apunta a una ampliación de los supuestos previstos en la legislación.

En este sentido se manifestó recientemente la ministra de Asuntos Sociales, Matilde Fernández, que ayer puntualizó que si existía pena canónica de excomunión para quien interrumpa el embarazo, según afirma el cuestionario presentado, "tal vez [los obispos] están excomulgando a medio mundo". El ministro de Justicia, Tomás de la Quadra-Salcedo afirmó que "la Iglesia está en su derecho de dar su opinión sobre estos temas", pero precisó que el Ejecutivo gobierna para toda la sociedad en su conjunto, informa Efe. La diputada de IU Cristina Almeida, partidaria como la ministra de una ley de plazos, opinó ayer que "los obispos pueden decir lo que quieran ante los feligreses, pero no pueden entrometerse en la vida civil y recomendar que nadie pueda ejercer los derechos que le corresponden". Más receptiva hacia el texto se mostró María Fernanda Rudi, del PP, quien dijo que los obispos tienen pleno derecho a redactar este tipo de documentos y que su partido coincide con ellos, no desde el punto de vista confesional, sino desde el principio de defensa de la vida.

Producto fallido

Con anterioridad a la polémica política que comenzó ayer por este texto episcopal, se produjo la intervención del obispo auxiliar de Madrid, que estuvo en línea con las preocupaciones expresadas recientemente por los cardenales en Roma y, en concreto, con la expuesta por el cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. El obispo Martínez advirtió que la postura de la Iglesia va contra corriente y calificó de genocidio, comparable con los campos de exterminio nazis, el hecho del aborto, al que el libro presentado ayer califica de crimen. Y aunque el asunto del aborto "no es propiamente una posición de moral confesional, conviene no engañarse", agregó Martínez, porque "el olvido de Dios lleva inevitable mente a una posición en que el hombre tiende a ser sistemáticamente despreciado, humillado o maltratado". Porque el hombre que no tiene acceso a Dios, recalcó citando precisamente a Ratzinger, es "un producto fallido". Tras subrayar "la debilidad y la pobreza de la concepción típicamente moderna de la verdad, de la libertad y de la conciencia moral", Martínez propuso rescatar el debate sobre el aborto del terreno político y llevarlo a otro foro "más desinteresado", ya que "la política partidista invade todos los ámbitos de la vida humana, hasta el punto de amenazar de asfixia a la sociedad".

El documento, de 100 preguntas, utiliza las palabras "trocear al hijo", "triturar su cuerpo", "envenenar al feto" y "se extraen niños vivos" para referirse al aborto, terminología que, según Ramón Pi, mantiene "el tono menos escabroso posible".

El texto se muestra partidario de perseguir legalmente a quien aborte. A la pregunta de si "una parte de la población de un país no percibe el aborto como intrínsecamente malo, ¿significa eso que el aborto no ha de sancionarse o perseguirse por el Estado?". La respuesta es: "No; si fuese éste el caso, esa parte de la población estaría equivocada, como lo estaban quienes en otras épocas no veían como malas la esclavitud o la, tortura". "Por eso", prosigue (A libro presentado ayer, "los Estados no deben guiarse por las opiniones de la mayoría en lo que hace referencia a la naturaleza de las cosas".

Llamamiento a la objeción

El texto sobre el aborto de los obispos insiste en que "las cosas no son verdaderas o falsas, bellas o feas, buenas o malas, porque así lo pueda disponer una mayoría en un momento concreto". Por ello, el cuestionarlo del episcopado llama a los médicos a hacer objeción de conciencia.

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