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Los refugiados albaneses invaden Brindisi

Juan Arias

Estos días se están viviendo escenas bíblicas, de terremoto o de guerra abierta, en los puertos de la región de Puglia, al sur de ltalia. Esto ocurre sobre todo en Brindisi, ciudad de 90.000 habitantes, con un 20% de parados. En sólo 24 horas ha sido invadida por 14.000 albaneses muertos de hambre, sin maletas, con las manos en los bolsillos vacíos, la mayoría sin zapatos y con ropas que, por higiene, hay que quemar. El Alto Comisariado de la ONU para los Refugiados ha pedido al Gobierno italiano que acoja temporalmente a todos los refugiados que están llegando a su territorio.

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El Gobierno de Giulio Andreotti decidió nombrar ayer un comisario con plenos poderes ante una emergencia que se estaba convirtiendo en un grave problema de orden público y como respuesta a las duras acusaciones del alcalde socialista de Brindisi, Pino Marchionna, que afirmó: "Nos han dejado literalmente abandonados".El ministro Vito Lattanzio coordinará las ayudas para esa marea de emigrantes hacinados casi todos ellos en los muelles o errantes por las calles. Lattanzio declaró ayer que el Gobierno italiano acogerá a los refugiados albaneses que desembarquen en los puertos del Adriático, pero sólo concederá permiso de residencia a los refugiados políticos.

Según los médicos de Brindisi, el 25% de los refugiados examinados tiene sarna; la mayoría de los niños, piojos; 87 adultos y 80 niños han tenido que ser hospitalizados por motivos varios. Los médicos que subieron a bordo de las embarcaciones de todo tipo atracadas en el puerto han explicado que la situación allí dentro es inhumana y que el peligro de una epidemia de enfermedades infecciosas diversas es real y grave.

Para forzar el desembarco, ha habido familias que tiraron a sus niños al agua. Otros gritaban arrodillados: "No nos abandonéis, buenos italianos". Una joven le arrancó el micrófono a un periodista de una televisión local y gritó: "Me llamo Linda Ditri, tengo 22 años, he huido porque en Valona no hay nada, porque el sábado han fusilado delante de mí a cuatro muchachos. Dejadme por lo menos morir en Italia".

De rodillas

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Hay quien ha comparado a algunos de estos refugiados, besando de rodillas el cemento del puerto de Brindisi y suplicando descalzos y harapientos un trozo de pan, con los soldados iraquíes en fuga, suplicantes también ante sus enemigos de guerra.Un ingeniero, directivo de una fábrica en Skodra, ha sacudido la conciencia de Italia exclamando: "¡Es mejor que nos volvamos a nuestra tierra! Entiendo los problemas del Gobierno italiano, pero no veo por qué se nos debe tratar como a animales. Me siento humillado y avergonzado". El ingeniero hizo estos comentarios ante el caos con que se ha encontrado en el puerto; ante la falta de organización y al haber visto a la gente durmiendo hacinada; ante el llanto desesperado de niños muertos de frío y hambrientos.

Los jóvenes ponen en juego todo tipo de estratagemas para saltar al puerto desde los barcos. Una mujer, desde lo alto de una nave, con los Ojos llenos de lágrimas, está a punto de tirar un bulto envuelto en una manta. El paquete lo recibe un policía alto y robusto alargando los brazos. Al palparlo, advierte que se trata de un ser vivo: un niño de unos meses. Se lo aprieta contra el pecho. La gente aplaude. Llama a un coche patrulla. Lo entrega a su compañero y con las manos de nuevo libres arranca también a la madre de entre el aluvión de gente. Trata de abrirse paso. La mete también a ella en el coche policial y desaparecen camino del hospital.

El Gobierno ha empezado a tomar las primeras medidas, sobre todo para que no sigan llegando más refugiados. "Lo primero de todo", ha dicho el vicepresidente del Gobierno y ministro interino de Justicia, Claudio Martelli, "es cerrar el grifo". Para ello, el Gobierno ha anunciado que duplicará la ayuda a Albania para que sus dirigentes contribuyan a impedir el éxodo de los refugiados. A los ya desembarcados en Italia tratará de hospedarlos de momento por toda la región.

Ingenuidad

Ayer, algunos de estos emigrantes preguntaban con enorme ingenuidad a los periodistas desde la cubierta de un barco: "¿Cómo es de grande esta ciudad" ¿Hay hoteles para todos nosotros? Queremos ser buenos y trabajar". Uno entrado en edad afirmaba con orgullo enternecedor: "Quiero que mi hijo sea un día un buen obrero". El diario burgués II Corriere della Sera escribió ayer en un editorial firmado por Giullano Zincone, empapado de amarga ironía, contra los que gritan que Italia debe devolver a los refugiados albaneses: "Desde Roma, los portavoces oficiales intentan convencer a los refugiados de que aquí no existe ningún Eldorado ¿Cómo que no? Durante años hemos estado convenciendo a los explotados por las dictaduras comunistas que el nuestro era el paraíso del bienestar y de la libertad. Ahora no podemos echarnos atrás. El triunfo de Occidente no es gratuito" .

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