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Entrevista:XI FESTIVAL INTERNACIONAL DE TEATRO DE MADRID

"La censura política no era tan dura como la del dólar en las democracias"

Sevilla y Madrid son las escalas del primer viaje profesional a España de Otomar Krejca, en compañía de su troupe, el Divadlo Za Branou. Una troupe que acaba de renacer tras 20 años de desaparición por orden de las autoridades comunistas de Praga y que trae a Madrid El jardin de los cerezos, de Chéjov. Krejca es un hombre corpulento, de barbita blanca bien tallada, cejas hirsutas que asoman tras unas gafas de gruesos cristales. Sobre su edad sólo dice que se sitúa por debajo de los 70 años.

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Pregunta. ¿Nunca ha puesto en escena autores españoles?Respuesta. No. En un tiempo pensé mucho en Valle-Inclán y siempre me he sentido muy próximo a García Lorca. Pero ahora que lo dice, me doy cuenta de que que personalmente nunca he abordado un autor español.

P. En cambio, usted ha escenificado a Chejov muchas veces y va a hacerlo una vez más en España. ¿Qué es lo que representa Chejov para usted.

R. En mi vida teatral, todo. Chejov es la sensibilidad misma de la vida moderna, la sensibilidad del siglo XX. Chejov es esa tensión entre la ilusión y la realidad característica de nuestro tiempo. Todos somos rehenes de nuestras ilusiones.

P. ¿Cree usted que la vida es cruel e injusta, que nos hacemos demasiadas ilusiones?

R. Usted debe de haber vivido los últimos años del régimen de Franco, ¿no?

P. Sí.

R. Pues ya debería saber hasta qué punto la vida es cruel. Yo cumplo este año mi medio siglo haciendo teatro. Y de esos 50 años sólo he tenido dos periodos de cinco lustros cada uno en los que he podido trabajar sin censura. El resto del tiempo, o sea, 40 años, he vivido bajo la censura, una censura política e ideológica que no era tan dura como la censura del reloj y del dólar de las democracias, pero que era implacable. Y pese a eso puedo decir que no he hecho una sola pieza que no haya amado.

P. En 1971, las autoridades comunistas de Checoslovaquia cerraron su teatro de Praga, el Divaollo Za Branou, y luego le forzaron a abandonar el país. ¿Qué pasó?

R. En los años que siguieron a la invasión rusa que en 1968 terminó con la primavera de Praga, yo seguí haciendo lo mismo de siempre: nuestro viejo repertorio de Shakespeare y el de Chejov. Seguía haciendo Las tres hermanas, una obra de un dolor inmenso, profundo, no el dolor político, sino el dolor del destino. Y ese dolor conectaba enseguida con los espectadores checos. Era el dolor del destino de nuestra nación. Y cerraron nuestro teatro porque no quisimos hacer teatro político. El comité central comprendió muy bien que le resultaba más peligroso el teatro por el teatro que las piezas políticas de crítica a la ocupación rusa tipo El dictador. Los comunistas sabían que' escupir de vez en cuando sobre la policía política es necesario en los regímenes totalitarios. Sabían que no podían tener un 100% de acuerdo con sus ideas y que les hacían falta válvulas de escape. Pero lo que ningún régimen totalitario soporta es el teatro en estado puro. Incluso a los regímenes democráticos les resulta difícil soportarlo.

Sentimientos

P. Le veo totalmente en contra del teatro político.R. Totalmente. No me gustan esas piezas en las que se recurre a metáforas, a guiños al espectador, para hacer pasar un mensaje político. Es una pena usar el teatro para hacer política. El teatro trabaja con sentimientos, no con argumentos. Para hacer política están el periodismo y otros medios. Para realizar sus funciones secundarias -política, social, pedagógica-, el teatro debe ser sólo teatro.

P. Usted fue la primera persona que puso en escena una pieza de Vaclav Havel.

R. Sí, su primera pieza, La fiesta del jardín. En 1963 o 1964.

P. ¿Qué opinión le merece Vaclav Havel como dramaturgo?

R. Ya le he dicho que nunca he hecho una pieza que no me haya interesado. Esa pieza de Havel me interesó. También algunas otras posteriores. Pero no todas las suyas.

P. ¿Le ha visto como presidente?

R. Ah, sí. Estamos muy próximos. Mi director literario hacía una revista clandestina, y Havel pertenecía a su redacción. Pese a todos sus deberes políticos, a Havel le gusta visitar nuestro teatro.

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