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De Manahahtáanung a Nueva York: la historia olvidada de los habitantes originarios de Manhattan

Los indígenas que poblaban la zona antes de la llegada de los holandeses protagonizan una exposición en Ámsterdam y buscan una disculpa de los Países Bajos por la colonización

Patricia Kaersenhout
'Una historia fantasmagórica de la isla de Manhattan, la llegada' (2024), obra de la artista Patricia Kaersenhout, en una imagen cedida por el Museo de Ámsterdam.
Isabel Ferrer

Hace 400 años, un grupo de emigrantes llegados de los actuales Países Bajos se instalaron en el extremo sur de la isla de Manhattan, en América del Norte. Se proponían establecerse allí y fundaron Nueva Ámsterdam. En 1664, los ingleses tomaron posesión del asentamiento, que creció hasta convertirse en la ciudad de Nueva York. Para el pueblo lenape, los habitantes originarios, la colonización supuso la pérdida de sus tierras y casi su desaparición porque hoy en día quedan solo unos 20.000 descendientes. Ahora piden unas disculpas y una compensación al Gobierno neerlandés, apoyados en una exposición del Museo de Ámsterdam que ilustra una etapa colonial menos resaltada que la de Surinam (Sudamérica), el Caribe o Indonesia.

El Museo de Ámsterdam y el Museo de la Ciudad de Nueva York, junto con representantes de los jefes de las cuatro Naciones lenape, han unido fuerzas para organizar la muestra, que lleva en su título el nombre originario de Manhattan: ¿Manahahtáanung o Nueva Ámsterdam? La historia indígena detrás de Nueva York. A través de objetos, vestidos, documentos históricos y vídeos testimoniales se recupera la voz de una comunidad “que regresa 400 años después para entablar un diálogo porque con la colonización perdimos la conexión con nuestra tierra y sufrió nuestra cultura y lengua”, explica Brent Stonefish, miembro de la Nación Delaware, una de las cuatro de los lenape.

Stonefish ha viajado a Países Bajos en busca de unas disculpas oficiales y una forma de reparación, y apunta que “las compensaciones pueden traducirse en un apoyo a la conservación de la lengua y el desarrollo social”. Las otras tres ramas de su pueblo son la Nación Tribal Nanticoke Lenni-Lenape, la Nación India Ramapough Lenape y la Nación Munsee-Delaware. Los efectos de aquel proceso llegan hasta hoy y han generado, entre otros problemas, la pobreza y falta de autoestima. Las cuatro naciones lenape están reconocidas a escala federal por el Gobierno de Estados Unidos.

Mapa del área de Nueva York con los nombres de los pueblos nativos (1614), perteneciente al Archivo Nacional de los Países Bajos, en una imagen cedida por el Museo de Ámsterdam.
Mapa del área de Nueva York con los nombres de los pueblos nativos (1614), perteneciente al Archivo Nacional de los Países Bajos, en una imagen cedida por el Museo de Ámsterdam.Nationaal Archief

La muestra es, en cierto modo, el modelo inverso de la diplomacia cultural usada por los países para promocionarse en el exterior. Los lenape subrayan que han resistido y que el canal museístico facilita hablar del pasado. La diferencia, y también la dificultad de este ejercicio, estriba en que hay dos protagonistas desiguales. Por un lado, el Estado neerlandés, y por otro, cuatro naciones que se consideran soberanas pero carecen de una representación en las instituciones internacionales que así lo refrende. “Vamos paso a paso. Las disculpas de Países Bajos deberían traducirse en hechos. En poder sanar a una comunidad por las injusticias sufridas por nuestros antepasados”.

Los lenape vivían en la costa atlántica, al noreste de los hoy Estados Unidos. Los hombres pescaban y cazaban y las mujeres se dedicaban a la agricultura. Sus casas, en forma de cúpula, estaban cubiertas de corteza de árbol y también construían grandes estructuras de madera. En 1609, la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales (VOC) encargó al explorador y navegante inglés Henry Hudson que buscara un posible paso del noreste hacia Asia. Ya había intentado hallar esa ruta en dos ocasiones anteriores a petición de mercaderes ingleses, así que se embarcó en el buque Media Luna, del que hay una réplica en la muestra. Cuando tuvo que abandonar la travesía debido a las tormentas, cambió de rumbo a pesar de que había acordado con Ámsterdam que regresaría en caso de tener problemas. Buscó otro paso, esta vez del noroeste, y lo que acabó encontrando fue el río, la bahía y el estrecho que llevan hoy su nombre. Exploró además la costa de Nueva Jersey y fondeó frente a la isla de Manhattan. También cartografió la región ártica, facilitando las expediciones polares de los siglos XVIII y XIX.

Réplica del barco 'Media luna', del siglo XIX, perteneciente a la colección del Museo de Ámsterdam.
Réplica del barco 'Media luna', del siglo XIX, perteneciente a la colección del Museo de Ámsterdam.Monique Vermeulen AHM

En 1624, los colonos neerlandeses, llamados por los lenape “el pueblo de la sal” porque surgieron del océano, desembarcaron llevados por otra firma neerlandesa: la Compañía de las Indias Occidentales (WIC). Debían habitar la colonia. Era una treintena de familias protestantes de Francia y de lo que ahora es Bélgica, perseguidos por sus creencias religiosas calvinistas. Con el tiempo, entre los colonos hubo otros europeos, además de personas esclavizadas o en régimen de servidumbre. Un año después se construyó el Fuerte de Ámsterdam, cerca de la isla de Manhattan, convertido más tarde en la ciudad de Nueva Ámsterdam.

En el Archivo Nacional de Países Bajos hay una carta, fechada el 5 de noviembre de 1626 por Pieter Schaghen, que informaba de la compra de la isla de Manhattan a los nativos. “La compraron mercaderes neerlandeses por 60 florines”, reza la nota. Al cambio actual serían unos 24 dólares, según fuentes del archivo, y ahí surgió la leyenda de que Manhattan se compró a ese precio. Los lenape desconocían el comercio de tierras, y lo que para un europeo suponía poseerlas, para la comunidad indígena no debió de ser más que la concesión de un permiso temporal de uso. Ellos no renunciaron a vivir en su territorio ancestral, pero fueron apartados a la fuerza de su hogar.

“Nos masacraron. Pensar que nuestros antepasados vendieron así nuestra tierra por baratijas es una manera de decir que eran primitivos, incivilizados y poco inteligentes. Reconocer que aquello fue un error [por parte de Países Bajos] permitiría descansar a nuestros ancestros”, asegura Stonefish. Dice también que si hubiera habido un acuerdo claro de venta se habría compuesto un wampum. Es un cordel de cuentas que representa un tratado. En una de las vitrinas se han depositado dos cintas con la intención de completarlo como símbolo de un nuevo entendimiento.

'Un mapa del poderoso río Hudson' (1958), del dibujante Coulton Waugh, en una imagen del Museo de Ámstedam.
'Un mapa del poderoso río Hudson' (1958), del dibujante Coulton Waugh, en una imagen del Museo de Ámstedam.

Alrededor de Nueva Ámsterdam se levantó un muro para mantener alejados a los nativos y también a los ingleses. Con el tiempo, el muro se convirtió en Wall Street, y Manahahtáanung en Manhattan. Parte de la senda comercial de los lenape (Wickquasgeck) pasó a ser Brede weg (calle ancha, en neerlandés) y más tarde Broadway, en inglés, según el Museo Nacional de los Indios Americanos, perteneciente al Instituto Smithsoniano.

La situación colonial dio un vuelco en marzo de 1664 al ceder el rey Carlos II de Inglaterra las tierras a su hermano, el duque de York, en un momento en que reinaba la paz entre los dos países. Sí habían estado en guerra antes y volverían a enfrentarse después. Cuando varios barcos ingleses llegaron ese mismo año al puerto de Nueva Ámsterdam, Peter Stuyvesant, el director general de la colonia, se rindió y la entregó. En 1667, y en virtud del Tratado de Breda, los neerlandeses renunciaron a ella a cambio de Surinam, que estaba en manos inglesas. A partir de entonces, Nueva Ámsterdam pasó a llamarse Nueva York.

El Museo de la Ciudad de Nueva York presentará una exposición de seguimiento en 2025. Según Monxo López, uno de sus conservadores, “había una vertiente cultural y otra política porque los lenape nos dijeron que buscaban establecer relaciones diplomáticas con Países Bajos”. Aunque una parte de los lenape nunca dejaron Nueva York, el museo dio constancia de ello solo hace dos años.

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