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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La señora se pudre

Interview de Mrs. Muerta Smith y sus fantasmas

De Agustín Gómez Arcos. Intérpretes: Julieta Serrano, Manuel de Blas, Tomás Ordóñez y Gordon T. McMillan. Escenografia y vestuario: Isidre Prunés y Montse Amenós. Dirección: Carme Portaceli. Madrid. Sala Olimpla, 22 de febrero.

Todos los países son el Tercer Mundo, excepto Estados Unidos. Esta frase de la obra, escrita en 1972, compendia su contenido, premonitorilo. Ha esperado casi 20 años para estrenarse; durante ellos, su. autor, Agustín Gómez Arcos, ha podido caliricarse como novelista de estima en Francia -y escribiendo directamente en francés- y sigue siendo desconocido en España. En 1972, los cuerpos expedicionaríos norteamericanos tenían ya numerosas aventuras a la espalda; la más impopular, la de Vietnam.

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Protesta escénica

La obra de Gómez Arcos era una protesta escénica, dura y grotesca, como un teatro que entonces estaba muy vivo. Mrs. Muerta Smith es una especie de representación de Estados Unidos: podrida, destrozada, muerta, pudriéndose, habla ante sus fantasmas, uno de los cuales es, digamos, Diosa; es decir, Dios, que es una mujer, a quien se fornica, quizá sodomiza, en escena, por un personaje angélico provisto de un excelente pene erecto (de plástico, claro, pero bastante realista). Es, por tanto, irrespetuosa, agresiva, dura para con todo lo de este mundo y lo del otro -el Diablo, masculino, tampoco se libra de la sodomía-, y lo que Gómez Arcos veía en Estados Unidos de 1972 puede seguir viéndolo en 1991, según los acontecimientos diarios. Un profeta. El diálogo, con galicismos y todo, es suelto y agudo.

Y lo dicen muy bien los actores que hablan: Julieta Serrano y Manuel de Blas. Este último con varias acepciones: el perro de Mrs. Smith, un supuesto periodista, Dios hembra, el Diablo. Su habitual tono de burla, de guasa, le sienta muy bien a la colección de personajes. Julieta Serrano tampoco tiene fallos: es una actriz que en esta clase de teatro -en Genet, por recordar algo concreto, y no menos ácrata- ha alcanzado alturas muy notables. Las mantiene.

Todo ello produjo atención al principio, risas después -la obra parece compuesta de dos, prolongada una a otra- y verdadero entusiasmo en el público de la sala Olimpla. No sólo por los actores y el texto de Gómez Arcos, sino también por el vestuario y la escenografía de Isidre Prunés y Montse Amenós y por la buena dirección, comprensión y explicación de la obra por parte de Carme Portaceli.

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