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Médicos y afectados, angustiados por la repercusión del accidente ocurrido en el Clínico de Zaragoza

Los pacientes que reciben tratamiento en el servicio de oncología radiológica del hospital Clínico de Zaragoza se acercan con temor al acelerador de electrones, rebautizado "la máquina de los periódicos" desde que se conocieron los tres fallecimientos habidos hasta ahora por una avería producida a mediados de diciembre pasado. La expectación del caso -calificado como el más grave del mundo por el Insalud- ha agudizado la angustia de los 27 afectados. Los responsables del mantenimiento del acelerador tendrán que declarar ante el juez instructor del caso el 1 de marzo.

Un total de 18 personas encargadas del funcionamiento y mantenimiento del aparato de radioterapia del hospital Clínico de Zaragoza ha sido llamado a declarar para el próximo día 1 de marzo por el juez encargado del caso. Se trata de tres físicos, seis médicos, seis enfermeros, dos empleados de mantenimiento y un técnico de la empresa que instaló el acelerador de electrones, informa Javier Ortega desde Zaragoza.El titular del Juzgado de Instrucción número 5, Javier Seoane, tiene ya en su poder la lista del personal encargado del mantenimiento del aparato averiado, así como de los 27 pacientes sometidos a sesiones de radioterapia entre los días 10 y 20 del pasado diciembre.José María Moriñoso, portavoz de un grupo de afectados que ha presentado una demanda judicial, responsabiliza al Ministerio de Sanidad de la situación creada en torno a los ocho afectados qué están ingresados en el hospital Clínico. "No se puede decir que se esperan más desenlaces fatales, como está diciendo la Administración. Esto demuestra una falta total de ética y acaba con la moral de cualquiera", dice.Rosario Jaqotot, gerente de ese centro clínico, rechaza la acusación del portavoz de las familias. "No se nos puede responsabilizar de alarmar a los pacientes. Al contrario, hemos sido tremendamente cautos. Estos dos últimos meses han sido muy duros para todos nosotros porque conocíamos el alcance de lo que se avecinaba. Hemos buscado en la literatura médica algo que nos diera luz sobre esto y lo único que hemos encontrado es que en todos los tratamientos de estas lesiones la medicina ha sido inútil. Se ha barajado incluso la posibilidad de un trasplante de médula, pero los especialistas lo desaconsejan porque la experiencia con afectados de la bomba atómica demuestra que no sirvió para nada", dice Jaqotot. Los especialistas consideran que aún pueden producirse entre 5 y 10 fallecimientos.

El PP de Zaragoza ha acusado al Gobierno de intentar "tapar la boca" con indemnizaciones a los afectados, informa Efe. El PP acusa de "oscurantismo" a los gestores del Insalud y del Gobierno. A nosotros el médico nos ha dicho que mi marido se quedará baldao y tonto; y si va a ser así, pues... más vale que Dios se lo lleve", comenta resignada la esposa de Feliciano Boldao, último de los pacientes ingresados. Las acusaciones de Moriñoso se extienden también al trato dispensado a los enfermos. "De forma reiterada los familiares les han pedido más de cincuenta mil veces a los médicos que si no sabían curar que pidiesen fuera de Zaragoza, fuera de España si es preciso, información y medios para curar. Han necesitado tres muertos para que digan lo que está pasando". A pesar de lo que dice Mariñoso, José María, esposo de María Reyes, que con 34 años es la más joven de los afectados, se muestra satisfecho del trato recibido.Sorteando barreras

Ahora, tras el tiempo transcurrido, nadie se atreve a pronunci.arse claramente si la causa que provocó el accidente fue un fallo mecánico o un fallo humano. "Eso lo decidirá el juez", contesta lacónicamente sobre esa cuestión el director territorial del Insalud en Zaragoza.

"Nosotros de esas cosas no entendemos y no podemos hacer juicios", concluye el esposo de María Reyes. Los fisicos que trabajan en el servicio de radiología oncológica han decidido, tras una reunión celebrada el viernes, no hacer ningún tipo de manifestaciones.

Dos guardias jurados, piden el carné de identidad a todos aquellos que intentan traspasar la puerta que da acceso a las habitaciones donde se encuentran ingresados los ocho afectados. El periodista debe enfrentarse al portavoz de las familias -quien pretende imponer las preguntas que deben hacerse a los enfermos- el capellán y las enfermeras.

Al fondo del pasillo, tras esa doble barrera que cambia por minutos de número y componentes, se asoman tímidamente algunos de los ingresados, que no quieren que se les hagan fotos.

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