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INTELECTUALES ANTE LA GUERRA DEL GOLFO

Los escritores alemanes desconfían de los movimientos pacifistas

Los intelectuales alemanes polemizan sobre cómo asumir el nuevo papel de gran potencia recientemente adquirido mientras luchan contra la inercia dejada por décadas de enanismo político. Los potentes movimientos de base, pacifistas y alternativos, lanzan una espectacular campaña contra la guerra del Golfo que contribuye a la perplejidad y congelación del Gobierno. Alemania no tiene ya tiempo para seguir mirándose el ombligo; todo parecería apuntar hacia un debate nacional sobre el futuro papel en el mundo. Pero la clase intelectual, con escasísimas excepciones, guarda el más absoluto silencio."Estoy hecho jirones", admitía Daniel Cohn-Bendit; "hay que estar por la paz, pero es absolutamente necesario sostener a Israel". "Para que nos malentendamos de verdad: estoy a favor de la guerra del Golfo", explicaba el poeta Wolf Biermarin. en un artículo publicado en el semanario Die Zeit. Hans Magnus Enzensberger, en Der. Spiegel, se proponía demostrar que la comparación entre Sadam Husein y Adolf Hitler "no es una metáfora periodística ni propaganda exagerada, sino que acierta en la esencia del asunto".

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Richter

Con la excepción de los tres personajes citados al comienzo y de la casi solitaria presencia del psicoanalista Horst Eberhard Richter en el campo de los pacifistas más radicales, el resto de los grandes nombres de la cultura alemana guarda silencio. Tal vez hechos jirones, como Cohn Bendit, o "guardando sus miedos para sí mismos", como explicaba Horst Rogmann, catedrático de Literatura Española de la Universidad de Bonn.

"Estos últimos días", escribía Biermann, uno de los intelectuales alemanes más significativos de la actualidad, "estoy masticando los lemas de manifestaciones que se producen en Alemania y me dan náuseas". Tras manifestarse sin ambigüedades en favor de la guerra, el poeta alemán, un hombre deslenguado y cáustico que nació en la antigua RDA, pasó luego a Occidente, volvió de nuevo a cruzar el telón sólo para hacer el viaje de vuelta y convertirse en uno de los enemigos personales de la gerontocracia comunista, asegura que se siente como si estuviera en un falso entierro cuando ve las imágenes de las manifestaciones pacifistas delante de las bases estadounidenses, cuando escucha las consignas antinorteamericanas, como si EE UU fuera el agresor", y cuando contempla "los paños palestinos de moda y no oye ninguna palabra a favor de Israel".

Para Enzensberger, "Sadam no es un déspota tradicional o undictador moderno como Franco, Batista, Marcos o Pinochet, ya que no sólo quiere reprimir a su pueblo, dominarlo, explotarlo y disfrutar con ello. Sadam, al igual que Hltler, no lucha contra enemigos del interior o del exterior: sus enemigos son el mundo. ( ... ) La destrucción de su propio pueblo es el último acto de su misión. Su motivo es el deseo de la muerte, su modo de dominio es el ocaso". Enzesberger cree que Sadam debe recibir el mismo trato que el dictador nazi.

El resto de la intelectualidad alemana descansa en sus cuarteles de invierno y sigue dándole vueltas a la cuestión alemana; después de que el vértigo del último año los dejara sin aliento y cogidos a contrapié. Pero a todos ellos parece producirles una cierta náusea el fenómeno pacifista, en tanto que lo perciben como antisemita. Como comentaba un periodista judío, "los intelectuales alemanes sólo salen en defensa de los judíos cuando son perseguidos, y éste es ahora el caso. Israel ya no es el agresor contra el pueblo palestino, sino que ha pasado a ser el agredido por un pueblo árabe".

La mayoría de los intelectuales, provinientes de la generación que llevó el peso de la contestación en la década de los sesenta y primeros setenta, desconfian de las posturas radicales, que les recuerdan demasiado un cierto romanticismo irracionaI. Todos, sin embargo, echan de menos una figura como Heiririch Bóll, el ya fallecido premio Nobel de Literatura, que pueda ejercer de conciencia moral sin sentirse apresado por las circunstancias.

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