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MÚSICA

Raimondi, gran cantante y músico

Continúa activa la lírico-manía madrileña. Reciente aún la actuación de Plácido Domingo con la Sinfónica de Madrid, aparece en la escena del Auditorio Nacional Ruggero Raimondi, el estupendo bajo boloñés, acompañado al plano por el español, afincado en Viena, Edelmiro Arnaltes, cuya intervención superó todas las que le hemos escuchado anteriormente.Ralmondi posee una voz hermosa, lo que, aparte las boutades de Saint Saens, resulta condición básica para dedicarse al canto. Pero son necesarios otros dones y otras preparaciones y Raimondi nos dice siempre, cante lieder, canciones o canzonette, que es un músico cuya naturaleza va unida a un espléndido rigor de estilo. Ni una exageracion, ni un añadido, ni una concesión fácil pueden detectarse en sus recitales y actuaciones operísticas, pues Raimondi es, ante todo, un formidable músico que canta y dramatiza. De ahí que entienda perfectamente las formas vocales de cámara que no son sino una de las muchas manifestaciones de la música dramática.

Ciclo de cámara y polifonía de la OCNE

Ruggero Raimondi (bajo), Edelmiro Arnaltes (pianista). Obras de Bellini, Donizzetti, Liszt, Ibert y Tosti. Sala sinfónica del Auditorio Nacional, Madrid, 8 de enero.

Disfrutamos todos con las melodías de Bellini y Donizzetti, pues sin mayor ciencia que la demandada por su fácil y espontánea voluntad de cantar, se elevan de la tónica media y basta compararlas con las nada despreciables de Tosti para comprobarlo. Por cierto, nunca escucho el ramillete de 16 canzonelle de Donizzetti publicadas por Inzaghi y Preda, claro ejemplo de lo que aseguraba su amigo el tenor Gilberto Duprez (presunto inventor del do de pecho): "No podía Donizzetti tener cuatro versos en los bolsillos sin ponerles música, estuviera de pie, paseándose, comiendo o reposando".

Los versos del aretino Petrarca tentaron repetidas veces a Franz Liszt: los cantó y los transmigró al plano de manera noble y personal. Raimondi entonó, con la propiedad que exigen el poeta y el músico, tres sonetos de amor entusiasmado. "Bendito sea el día, el mes, el año, y la estación, y el tiempo, y la hora y el instante y el bello país y el lugar en los que estuve junto a dos bellos ojos que me han atado", dice el soneto número 104 hermosamente desentrañado por Raimondi.

Con Tosti, el abrucense formado en Nápoles, la segunda parte del programa incluía las Canciones de Don Quijote a Dulcinea, de Jacques Ibert, procedentes de la música para el filme de Pabst (1932). Son cuatro preciosas muestras de un españolismo más auténtico que el cultivado por otros compatriotas del compositor parisiense y Raimondi hizo de ellas una verdadera creación que arrancó al público interminables ovaciones. Tras unas propinas muy solicitadas (Mozart, Rossini), el gran cantante-músico se despidió dejando en todos la impresión segura de un arte alto y afectivo.

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