_
_
_
_

Paul Marcinkus deja el Vaticano para ejercer de párroco en Estados Unidos

Juan Arias

Juan Pablo II aceptó ayer la dimisión del arzobispo norteamericano de origen lituano Paul Marcinkus, de 68 años, como propresidente de la Comisión para el Estado Vaticano, una especie de vicegobernador del Estado más pequeño del mundo, con sólo 1.000 ciudadanos. Marcinkus, que fue durante 15 años presidente del Instituto para las Obras de Religión (IOR), considerado como el banco del Papa y por, lo que era apellidado el banquero de Dios, volverá a su diócesis de origen, en Chicago, para trabajar en ella como simple párroco.

Más información
Entre la piedad y los negocios

Marcinkus, que llevaba trabajando 40 años en la diplomacia vaticana, había presentado su dimisión al Papa "insistentemente" en el último año. En un comunicado personal, en el que anuncia su decisión de volver a su diócesis de Chicago para trabajar como párroco, Marcinkus afirma que la larga experiencia en la Administración vaticana lo ha convencido cada vez más de la importancia "del trabajo pastoral" que en el fondo, explica, había sido Ia gran ilusión de su vida".Al ser aceptada su dimisión por el Papa, Marcinkus pierde definitivamente la posibilidad de ser nombrado cardenal, que se ha manejado incluso después de abandonar la presidencia del IOR tras su última reestructuración. Durante estos últimos meses ocupó el puesto -creado especialmente para él- de propresidente de la Comisión del Vaticano, que preside el cardenal opusdeísta Sebastiano Baggio.

Se acaba así una de las historias vaticanas más controvertidas de este siglo, ya que Marcinkus había sido acusado de un sinfin de fechorías que iban desde las económico- administrativas de sus presuntas connivencias con la quiebra del Banco Ambrosiano hasta las insinuaciones sobre su presencia en la muerte del Juan Pablo I y del suicidio misterioso de Roberto Calvi bajo el puente de los Hermanos Negros de Londres.

Un cardenal de la curia romana dijo un día a este periódico que serían necesarios 20 años ,para que la Santa Sede se pudiera rehacer ante la opinión pública mundial del escándalo Marcinkus. Probablemente nunca se podrá conocer la verdad sobre las responsabilidades del arzobispo norteamericano en la quiebra del Ambrosiano, porque primero la Corte Suprema y después la Corte Constitucional han impedido a los jueces de Milán procesarlo como hubieran deseado, para lo que habían emitido sobre él dos órdenes de detención que no pudieron ser ejecutadas porque se había refugiado en la Ciudad del Vaticano.

La razón que ambas cortes dieron para no procesar a Marcinkus fue que los pactos de Letrán, del tiempo de Mussolini, no permiten a un juez procesar a un miembro de la curia romana por un presunto delito cometido dentro del Vaticano.

Marcinkus se había profesado siempre una "víctima inocente", ya en tiempos de Michele Sindona, el banquero siciliano, amigo también del Vaticano y de Marcinkus, quien acabó muriendo misteriosamente en la cárcel tras la quiebra de su banco, como en tiempos de Calvi. Decía que los ataques contra él iban dirigidos en realidad contra el "Papa polaco", de quien era amigo personal. Sus amigos del Vaticano lo consideraban si acaso "víctima de su propia ingenuidad". Sindona solía decir que no lo apreciaba como banquero pero que le unía a él "el común y visceral anticomunismo". Se dijo siempre que el papa Wojtyla lo había defendido porque había sido Marcinkus quien financió el movimiento polaco de Solidaridad. También se dijo que ningún cardenal de la curia se había atrevido a levantarse contra él porque a todos los había ayudado económicamente.

Lo cierto es que la Santa Sede aceptó pagar 250 millones de dólares al Estado italiano tras la quiebra del Ambrosiano, del que era accionista, aunque subrayando que lo hacía "no porque se sintiera culpable", sino más bien como una generosa "ayuda libre y personal".

La dimisión de Marcinkus ha sido concordada con el Papa, quien se ha visto al final presionado por superiores generales de órdenes religiosas y obispos de todo el mundo que temían que la presencia de Marcinkus en el Vaticano continuase deteriorando la imagen de la Santa Sede.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_