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Crítica:CINE / 'MUERTE ENTRE LAS FLORES'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Exquisita negrura

Una distribuidora multinacional norteamericana se ha hecho cargo de la comercialización mundial de este bello e intrincadísimo filme. Por los síntomas (el fracaso del filme en los grandes circuitos de Estados Unidos es premonitorio), el sistema de lanzamiento adoptado para él da la impresión de que a una complejísima obra (cuya visión en profundidad requiere una casi extenuante tensión, además de una cultura literaria y cinematográfica más que considerable) se le ha puesto en circulación por los canales que les viene como anillo al dedo a peliculillas facilonas y predigeridas como, para entendernos, la trivial pompa de jabón de Pretty wooman, que obviamente está abarrotando cines con sus monerías de turno.Qué disparate meter en el saco de las fruslerías a este abrupto e intenso filme, trazado con tiralíneas por geómetras de la imagen y horadado por incontables arterias subterráneas, con frecuencia muy difíciles de ordenar y descifrar en cuanto portadoras de signos de alta precisión. Este comentarista ha asistido ya a tres proyecciones de Muerte entre las flores y tiene perfectamente claro que sólo está comenzando a verla de verdad, que aún le faltan otros tantos, o más, viajes al fondo de esta inquietante y fascinadora noche cinematográfica para entrar realmente en sus exquisitas negruras, en sus laberintos y vericuetos sin retorno.

Muerte entre las flores

Miller´s crossing. Dirección: Joel Coen. Guión: Ethan y J. Coen. Fotografía: Barry Sonnenfeld. Música: Carter Burwell. Producción: E. y J. Coen. Estados Unidos, 1990. Intérpretes: Gabriel Byrne, Albert Finney, Marcia Gay Harden, John Turturro, Jon Polito, J. E. Freeman, Mike Starr, Al Mancini, Richard Woods. Cines Callao, Roxy, Vergara, La Vaguada y (en versión original) Ideal.

Ver, por ejemplo, este filme doblado, amputado de sus sonidos esenciales, equivale casi a no verlo, a padecer la papema de creer haberlo visto, siendo imposible lograr esto sin asistir a su endiablada, solemne e introceable integridad. A una obra de tan absoluta, casi abstracta, precisión, o se le ve del todo, o no se leve. Su radicalidad pide radicalidad en la mirada; su densidad, penetración; su dificultad, exigencia. Estamos ante un prototipo de filme-esfuerzo, que rechaza el consumo masivo, como cualquiera de las obras negras de Welles, Lang o Preminger.

Territorio universal

Joel y Ethan Coen, dos jóvenes cineastas independientes norteamericanos, creadores de la excelente Sangre fácil (en parte un ensayo de Muerte entre las flores) y de la trepidante y divertida agresión de Arizona baby, han llegado a esta su, hasta el momento, cumbre elaborando ideas, imágenes y la secuencia de estas con meticulosidad de pacientes relojeros visionarios. Han entrado a manos llenas en el almacén de las tradiciones del thriller clásico, tanto literario como cinematográfico, y en los entrelienados de su filme se descubren potentes destellos de Dashiell Hammett, Raymond Chandler Howard Hawks, William Wellman, John Huston y, tras de ellos, la lejana sombra huidiza de Franz Kafka, tal vez sin disparar un solo tiro de metralleta en sus negras páginas- el más penetrante de todos los genios expIoradores que se sumergieron bajo la piel de asfalto de los inflemos urbanos de este mortífero y ahora agonizante siglo.

No hay reposo en este sombrío descenso. Desde la simple, perturbadora presencia de un vaso, que inicia el filme, hasta aquel paseo entre las tumbas de un cementerio, que lo cierra, Muerte entre las flores no concede tregua alguna, como el tableteo de una ametralladora en el que el lugar de las balas es ocupado por signos específicos de un filón de oro de la imaginación contemporánea, que no sólo no está agotado tras su expolio, sino que sigue dando frutos nuevos y al mismo tiempo antiguos, que es la duplicidad de lo imperecedero.

No hace falta entrar en distingos técnicos sobre la película. Un círculo no se deja trocear sin ver degradada su naturaleza. Basta con decir que Muerte entre las flores lleva dentro un cine imposible de imaginar fuera de otro origen que no sea Estados Unidos, en cuanto territorio universal.

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