La muerte de un rehén británico y la misión de Heat avivan la polémica
R. M. DE RITUERTO El rehén británico Ron Duffy, de 62 años, murió ayer en Bagdad de un ataque cardíaco y otros siete ciudadanos británicos fueron detenidos en Kuwait por el ejército de ocupación iraquí. Mientras tanto, en Londres, el éxito de la misión humanitaria de Edward Heath sigue sin despejar los recelos de la clase política británica, en particular de sus propios correligionarios conservadores.
Los conservadores se felicitan con la boca pequeña por la liberación de medio centenar de rehenes, al tiempo que hacen notar que atrás quedan muchos más retenidos. "Naturalmente que nos vamos a alegrar si todo esto concluye con la liberación de rehenes", manifestó ayer un portavoz de Margaret Thatcher, quien comparte con Edward Heath una mutua aversión personal y política. Poner sordina va a ser el recurso de Thatcher y el resto de los numerosos enemigos de Heath al tragarse la amarga píldora del éxito del ex primer ministro. Douglas Hurd, secretario del Foreign Office, calificó de buena noticia la liberación de los rehenes, pero insistió en que "todavía quedan muchos otros que forman parte de la cruel política [de Sadam Husein]".
Al Gobierno le irrita que Heath insista en una salida negociada al conflicto y diga no creer "que se está haciendo lo suficiente en el frente diplomático".
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