El Golfo y los presupuestos bajan la popularidad de Bush
Una combinación de dos factores, la incertidumbre sobre la salida al conflicto del Golfo y la batalla del presupuesto, en la que se encuentran inmersos el Ejecutivo y el legislativo, han originado una caída vertiginosa en los índices de popularidad del presidente George Bush, según indican todas las encuestas publicadas el último fin de semana.
Sin embargo, las cotas de aceptación del actual inquilino de la Casa Blanca, por encima del 50 por ciento, son todavía superiores a la media de sus antecesores desde la segunda guerra mundial.La caída oscila entre 15 y 20 puntos y, naturalmente, preocupa a los colaboradores de George Bush. Los dos factores están íntimamente ligados entre sí. En el tema presupuestario, que amenaza con sumir al país en una nueva crisis este fin de semana si el Congreso y el Presidente no llegan a un acuerdo para reducir el déficit, el norteamericano medio no acaba de comprender cómo se ha llegado a un callejón sin salida como el actual.
La crisis presupuestaria ha erosionado la imagen de un Bush decidido y resuelto, que el presidente se había creado desde que ordenó la invasión de Panamá el pasado diciembre y había culminado con la creación de un consenso internacional en torno a la crisis del Golfo y el envío de tropas norteamericanas.
El norteameicano de a pie no puede comprender cómo su presidente es capaz de tomar la iniciativa para hacer frente al hombre-fuerte iraquí Sadam Husein con el despliegue militar más impresionante emprendido por Estados Unidos desde la segunda guerra mundial y, sin embargo, es incapaz de controlar a su propio Congreso.
Convencidos
La explicación ofrecida por la Casa Blanca sólo convence a los convencidos: el Congreso está dominado por el partido de la oposición demócrata y las elecciones parlamentarias del 6 de noviembre están demasiado cerca para que los diputados y senadores que tienen que revalidar su escaño se presten a compromisos con un presidente republicano.
Sin embargo, una gran parte de culpa corresponde a Bush, que desde que las dos Cámaras del Congreso, en amplia rebelión con sus líderes, echaron abajo el presupuesto elaborado tras cinco meses de negociaciones entre sus líderes y la Casa Blanca, ha sido incapaz de ofrecer al país un mensaje claro sobre el tema clave de la crisis presupuestaria: la subida de impuestos directos a las clases más favorecidas.
La incertidumbre sobre si el conflicto del Golfo se resolverá con una intervención militar juega también en contra del presidente, que se niega a explicar con claridad el objetivo final de los más de 200.000 efectivos desplegados por el Pentágono en la zona. Cada vez aumentan más las voces contrarias a una acción militar norteamericana. Importantes portavoces de las iglesias se han pronunciado en contra de la guerra y varios diputados y senadores han enviado mensajes a la Casa Blanca en los que recuerdan que el apoyo del Congreso a la firmeza frente a la invasión iraquí no significa un cheque en blanco para una guerra.
En este contexto es perfectamente comprensible la irritación de la Casa Blanca y el departamento de Estado ante la negativa israelí a colaborar con la misión de investigación, que, por mandato del Consejo de Seguridad de la ONU, pretendía enviar a Jerusalén el secretario general de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar.
Washington considera que la obstinación israelí puede en peligro la coalición aliada frente a Sadam. Husein y desvía la atención mundial de la invasión iraquí de Kuwait.
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