A cubierto y tan contentos
En Zaragoza se puede ir a los toros así caigan chuzos de punta. No importa ya las inclemencias meteorológicas y sobre todo ese maldito aire que por estos días se deja sentir en la ciudad y que hasta ahora era más temido que la lluvia por los mismísmos toreros. La plaza de Zaragoza está cubierta y bien. Tres años han sido necesarios para ver finalizado un proyecto que levantó polémicas y ahora alabanzas.A pesar de los pesares y ante la ausencia del sol y moscas la afición da por bien empleado el invento y asumido parece ser el confort que no de espacio ante los agentes atmósfericos adversos. Lo del espacio podría ser el siguiente proyecto a realizar, pues no sólo son incomodísimos los espacios tomados como asientos en los tendidos.
Galache / Campuzano, Palomar, Campuzano
Seis toros de Francisco Galache, desiguales de presencia, bien armados, blandos y mansos. El 4º, excelente en la muleta. José Antonio Campuzano: estocada baja (palmas con saludos tercio); pinchazo, bajonazo trasero (oreja). José Luis Palomar. pinchazo, descabello (palmas con saludos tercio); estocada contraria (vuelta). Tomás Campuzano: dos pinchazos, estocada delantera (palmas con saludos tercio); pinchazo, estocada tendida, tres descabellos (vuelta por su cuenta). Plaza de toros de Zaragoza, 8 de octubre. Tercera corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
Así de apretaditos todos ayer se lidiaron reses de Galache, con cara, sin muchas fuerzas y de juego vario, es decir que tal vez el toro de la feria le ,correspondió a José Antonio Campuzano, con el cuarto. Era todo un bonito ejemplar con una embestida pastueña que reclamaba toreo caro, no precisamente lo que recibió del torero. Por contra uno de los marrajos que puedan verse aquí cayó en manos de José Luis Palomar. No se descompuso el diestro en absoluto y administró con vergüenza torera y profesionalidad faena de oficio. Así ocurría ante el quinto, flojo, manso, cariabacado, marrajo en suma que se colaba, arrollaba y con su cabeza a media altura tuvo ante sí a un valiente Palomar. Le porfió por ambas manos, tragó a discreción y no se contentó con el simple trasteo por la cara que le solicitaban desde los tendidos.
Para José Luis Palomar fue el peor lote, sin duda, ya que su primer manso escarbando y frenándose en los engaños abocaba al fracaso las ilusiones del torero.
Tomás Campuzano, que elabora faena como quien hace churros, así le quedan, estuvo bullanguero y pegapasista. Todo en él abunda, como por ejemplo las ganas de pasear el anillo aunque el respetable le indique, a su paso, que se excede de listo.
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