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NACE LA NUEVA ALEMANIA

Demasiado grande y poderosa

Las felicitaciones han llegado de todos los rincones del mundo. Alemania es desde ayer una nueva potencia con la que todos desean mantener buenas relaciones, en el entendido de que ello les reportará beneficios.La forzada modestia del canciller Helmut Kohl y de su ministro de Asuntos Exteriores, Hans-Dietrich Genscher negándose a solicitar un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU es prueba de responsabilidad, pero nadie sabe si extensible a sus sucesores. Sus declaraciones sobre el fiel e invariable compromiso de Alemania con la unidad de Europa son tan sinceras como evidente el hecho de que en una Europa unida nada se podrá imponer ya en contra de la voluntad de los gobernantes de esta potencia.

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No todas las felicitaciones son, por tanto, fruto de un sincero entusiasmo. Son numerosos los políticos europeos que comparten la preocupación de muchos de sus ciudadanos ante esta nueva irresistible ascensión de Alemania. Aún esta primavera, el presidente francés, François Mitterrand, viajó a Kiev con el objetivo de convencer a Mijaíl Gorbachov de que frenara el ya vertiginoso proceso de unificación.

Margaret Thatcher tardó aún más en percibir la inevitabilidad del proceso de unificación. Aún hace pocos meses sugería la dama de hierro que "la unidad alemana puede esperar diez o quince años".

Ante el hecho inevitable, a polacos, italianos, franceses, británicos, belgas u holandeses sólo les resta albergar la esperanza de que Alemania no vuelva a caer en tentaciones de ejercer todo su poderío real. o imaginado como en ocasiones anteriores. "Alemania se nos hace demasiado grande para la Comunidad Europea", ha afirmado el historiador suizo George André Chevallaz.

Pero fente a la euforia del canciller Kohl por su histórica victoria política y a la alegría de la inmensa mayoría de los alemanes en esta fecha, son muchos los ciudadanos del continente a los que la memoria les impide unirse de pleno corazón a esta fiesta.

El director del semanario Der Spiegel, Rudolf Augstein, recuerda que muchos creen que la unidad es indeseable, "desde filósofos como Jargen Habermas, escritores como Günter Grass, periodistas como Erich Kuby, supervivientes de Auschwitz como Elie Wiesel y quizá toda la élite dirigente de Europa e Israel, si se exceptúa al presidente checoslovaco, Vaclav Havel".

El artífice de la primera unidad alemana, el canciller Otto von Bismarck, logró mantener al nuevo Estado en paz con una política de sabias alianzas. Cuando faltó él, el país se deslizó hacia la catástrofe. Tras la I Guerra Mundial, los acuerdos de Versalles y el revanchismo de loávencedores con Clemencea u a la cabeza empujaron a Alemania hacia el nazismo y la barbarie.

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