El primer día de la unidad
La puerta de Brandeburgo, testigo de excepción del júbilo popular
En medio del estruendo de cohetes y fuegos artificiales, con música sinfónica tapada por alaridos de júbilo y entre el ufo de vomitonas de miles de borrachos, un millón de alemanes festejó en Berlín la unificación de Alemania en los alrededores de la puerta de Brandeburgo, símbolo durante las últimas cuatro décadas de la división en dos Alemanias. La explosión de fuegos artificiales ocultó una enorme luna llena que en una noche despejada se habla sumado a la celebración. Decenas de miles de alemanes se congregaron en Berlín para festejar la unidad en la hora cero de ayer, miércoles.Como un imán,' los alrededores del Reichstag y la puerta de Brandeburgo atrajeron a una muchedumbre, en su mayoría jóvenes, que gritaba, brincaba y se abrazaba en una explosión de júbilo. La fiesta se asemejaba a una celebración de Nochevieja o a las del triunfo del equipo favorito en una Copa de Europa. En el preciso momento en que se producía la unión entre los dos Estados, nacía en'una clínica de Berlín el primer ciudadano de la Alemama uniga, Jakob Schirmer, que pesó tres kilos.
La legendaria puerta de Brandeburgo, monumento prusiano de finales del siglo XVIII, se convirtió en punto de cita. Por debajo de sus seis enormes columnas jónicas una marea humana se atropellaba chocando unos con otros, en un intento de pasar del Este hacia el Oeste y viceversa. En medio del caos, los gritos de peleas de borrachos y el fuerte olor a vomitona se extendían por toda la zona. Tres jóvenes que habían llegado de Tréveris a Berlín confraternizaban con media docena de berlineses de su misma edad que llevaban las mejillas pintadas con los colores rojo, negro y amarillo de la bandera alemana. Se palpaba un cierto nacionalismo, que se expresaba en centenares de banderas, camisetas de la selección alemana de fútbol y gritos esporádicos de "DeutschIand, Deutschland" ("¡Alemania, Alemania!"). No hubo en los alrededores de la manifestación central en la puerta de Brandeburgo expresiones masivas de carácter neonazi. Apenas gestos aislados.
En un vagón del metro un borracho increpaba a dos'jóvenes negras y les preguntaba qué habían hecho por la unificación. Siguió el borracho con el comentario: "Hoy vamos a saludar Heil Hitler", y levantó el brazo en medio de las sonrisas avergonzadas de los viajeros. Un hombre le amenazó con "partirle la boca" pero el borracho siguió con sus bromas pesadas.
"Algo bonito"
Andreas, de 25 años, y Wolfgang, de 27, los jóvenes de Tréveris, estudian ingeniería y decidieron "de forma espontánea" subirse al coche para llegar a Berlín. Durmieron en un cámping a las afueras, y piensan que viven "algo muy bonito, ese sentimiento de la unidad". Andreas cree que elcanciller democristiano, Helmut Kohl, y el candidato socialdemócrata, Oskar Lafontaine, no engañan a nadie cuando dicen que la unificación obligará a subir los impuestos., "porque para levantar a un Estado con 30 años de atraso se necesita mucho dinero. Pero la reunificación tiene que ser prioritaria. No importa lo que cueste, hay que contribuir".
Por entre el barullo y el griterío se abre paso a ratos una trompeta que toca las primeras notas de la Intemacional. Resulta casi patético en medio de una celebración que significa la liquidación de un Estado que se fundó sobre las bases de lo que sé definió como el socialismo real. Como un símbolo palpable de la descomposición del viejo Estado socialista, en tenderetes improvisados algunos jóvenes aprovechanel momento para hacer negocio con la venta de gorras militares del disuelto Ejército Nacional del Pueblo y de la temida Policía Popular, los vopos, encargados de disparar a los que intentaban atravesar el muro hoy desaparecido. Los gorros militares se cotizan a 20 marcos (unas 1.250 pesetas) y están sin estrenar.
Cuando la bandera alemana quedó izada sobre el edificio del Reichstag, la explosión de gritos y petardos fue enorme. Algunos, la minoría , aprovecharon esos momentos para reconcentrarse y sumirse en un silencio reflexivo, una especie de meditación. Un hombre que vivió en la antigua Repúbli a Democrática Alemana explicaba excitado: "Durante 40 años nos humillaron y atemorizaron. Eso no se repetirá nunca más".
1 De la avenida Unter den Linden a la Alexanderplatz, una marea humana desfila entre puestos de salchichas, fritangas y cervezas
Sin centinela
El monumento a las víctimas del fascismo ha quedado sin centinela. Han desaparecido los hieráticos y prusianos soldados que hacían allí guardia permanente. Dentro todavía arde la llama eterna y se ven coronas y textos que piden la expulsión de los neonazis y rememoran a los caídos de las luchas contra el fascismo. Una masa invade el recinto. A pesar de la intoxicación etílica de muchos, casi todos quedan sobrecogidos y en silencio en aquella atmósfera pesada. Tras la retirada de la guardia del Ejército Nacional Popular, las autoridades han decidido suprimir el ceremonial en torno al monumento con el argumento de que su espíritu no se ajusta al del ejército federal.
Thomas, de 29 años, conductor del metro, celebró también la unificación en la puerta de Brandeburgo hasta casi las cuatro de la madrugada. Después Thomas fue-a casa y se puso el uniforme a toda prisa, porque a las 4.10 tenía que estar en su puesto. Lleva las orejas atravesadas por dos pendientes y resume su impresión sobre la fiesta con un "fue bonito". Está 1[eliz con la unificación, porque "ahora, sin el muro, podemos salir fuera y movernos libremente".
El primer día de la Alemania unida amaneció con un hermoso sol otoñal en todo el país, Este y Oeste. Fue día festivo y esto permitió a la gente dormir y descansar de la resaca.
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