El joven Museo de Historia Alemana de Berlín dedica su primera gran exposición a Bismarck
El 'canciller de hierro' entra en la leyenda cuando Alemania está a punto de unificarse de nuevo
Por una serie de coincidencias, el joven Museo de Historia Alemana de Berlín Occidental se ha puesto de largo con una exposición sobre la figura clave de la primera unificación alemana, Otto von Bismarck, justo cuando 100 años después de que Guillermo II prescindiera de sus servicios, Alemania está a punto de unificarse de nuevo. Nada hacía prever, cuando hace dos años la dirección de este museo -creado en 1987- decidió organizar su primera gran muestra y optó por dedicarla al canciller de hierro, que para cuando entraran los primeros visitantes ya no existiría el muro de Berlín.
Hasta el lugar escogido para la exposición, el misterioso edificio neoclásico de la Martin Gropius Bau, situado a menos de 100 metros del lugar por el que transcurría el muro, parece confirmar esta confabulación. En este contexto, la ambiciosa exposición adquiere de golpe una adicional serie de lecturas, y su visita se convierte en una fascinante inmersión en eso que durante la mayor parte de este siglo se ha llamado la cuestión alemana, un enigma cuya falta de resolución, han sufrido en sus carnes los pueblos de Europa. ¿Qué Alemania concebía el canciller de hierro? ¿Qué otros proyectos hizo fracasar? ¿Era inevitable el destino del II Reich y de su sucesor, la pesadilla nazi? ¿Fue Bismarck un gran estadista con visión de futuro o un manipulador a corto plazo?Las respuestas, como las preguntas que se hace el visitante, son múltiples. Una increíble cantidad de materiales, proporcionada por más de 50 museos e instituciones de todo el mundo, configuran un laberíntico guión. Desde las antiparras del canciller de hierro, el lapicero con el que subrayaba los periódicos el junker que manipuló con extraordinaria habilidad la política de su tiempo, pasando por sus más nimios objetos personales, hasta grandes telas conmemorativas de batallas e, incluso, piezas de artillería, se disponen estratégicamente en dos pisos de la Martín Gropius Bau comunicados por una rampa central que permite asimismo una visión casi global de la muestra. En cada sala, además, un vídeo explica y documenta lo expuesto.
La historia de un siglo
Los objetos relatan la historia de un siglo, el que va desde la derrota de Napoleón en Waterloo, en 1815, hasta el inicio de la Gran Guerra en 1914. Vuelta la paz a Europa, y despojados por el emperador de Francia de esa entelequia en que, se había convertido el imperio romano germánico, los alemanes empiezan a buscar un Estado bajo el que cobijarse y la exposición sigue este camino paso a paso, es decir, sala a sala.Las dos galerías centrales, precisamente, explican este punto de partida. La Europa dejada por las guerras napoleónicas y la búsqueda de la identidad alemana justo en el momento del resurgimiento de los nacionalismos y de la eclosión del romanticismo, en tierras germánicas el Sturm und Drag. El visitante es obligado enseguida a cambiar de perspectiva al acercarse con minuciosidad al mundo de los junkers prusianos donde Bismarck vive su infancia y entender la dualidad entre la mirada hacia el este y la atracción del oeste; la esquizofrenia prusiana. A partir de ahí la muestra vuelve a tomar dimensiones históricas. El fracaso del proyecto federalista nacido en la Paulskirche de Francfort, el modelo que en cierto modo ha acabado imponiéndose en la actualidad, y el contexto revolucionario que vive la Europa de 1848, contrastan con la llegada de Bismarck a la cancillería prusiana y su habilidad política para manipular en su favor los acontecimientos.
Momento decisivo
Ya en el meollo de la exposición, vemos cómo crece el imperio, asistimos al gran empujón industrial y financiero y, finalmente, al momento decisivo en el que, gracias a una insignificante excusa, precisamente la del pretendiente al vacante trono de España, Bismarck consigue declarar la guerra a la poderosa Francia de Napoleón III y consolidar así la unidad alemana. Nos espera la sala de los espejos donde Guillermo I fue proclamado emperador. El II Reich, dirigido por la corona prusiana, emergía como el Estado más poderoso del continente. La sociedad se enriquecía y Berlín quería su parte en el reparto colonial. La parafernalia africana y del Pacífico, donde se instaló el poder de Berlín, componen tal vez uno de los aspectos más divertidos de la exposición.Al final del recorrido la exposición vuelve al intimismo. Guillermo II despide al viejo canciller. Un periódico londinense de la época publica una caricatura en la que en la pasarela de un barco, el joven káiser despide al capitán. El británico comentario: "Deshaciéndose del piloto". Birmarck se convierte en una leyenda en vida e, incluso, como si fuera un famoso deportista de hoy día, se venden y producen objetos con su figura.
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