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38º FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN

Muestra de anticine en la sección oficial

Aroma rancio en 'Río negro' y 'Aventura de Catherine C.'

Comenzó mal el desfile de novedades que nos ofrece este año la sección oficial de San Sebastián 90. Las dos películas en concurso proyectadas ayer, la venezolana Río negro y la francesa A ventura de Catherine C., lejos de ser esas esperadas novedades, son antigüedades sin ninguna solera; es decir, genuinas antiguallas, cine cancelado, caduco e incluso (dadas las insuficiencias que se observan en su concepción y desarrollo) nacido muerto.

La venezolana Río negro tiene toda la pinta de ser un serial de varias horas para la televisión, achicado a dos horas para que así entre en los límites de la duración convencional de un largometraje cinematográfico.Eso es lo que el filme parece, y si no es así, peor nos lo ponen los guionistas y el director, Atahualpa Lichy, pues aquella hipótesis al menos explicaría -aunque no lo haría perdonar- la deficientísima construcción del violento suceso histórico que intenta inútilmente narrar, y que sólo está enunciado pero jamás realmente representado.

Mala película, en la que la actriz española Angela Molina naufraga junto a todos sus compañeros de reparto, embarcados en una nave que hace agua por los cuatro costados, que se hunde y que nos hunde.

Ambiciones

La elementalidad del cine que hay en Río negro es casi un alivio comparado con las intrincadas, sofisticadas y pedantes ambiciones intelectuales con que el director francés Pierre Beuchov aniquila en su Aventura de Catherine C. el probado talento de las actrices Fanny Ardant y Hanna Schygulla.Ellas están muy agradables de ver, gracias a una expertísima fotografía de Willy Kurant con los campos de luz y de penumbra muy bien diferenciados, pero que crean solidaridad en el espectador ante la evidencia de que ambas eminentes actrices no creen en absoluto en lo que hacen y no se sienten cómodas en ni una sola secuencia de la película y desprecian por completo el cúmulo de solemnes trivialidades que se ven obligadas a decir, mientras juegan a no se sabe qué supuestamente perverso juego de amores y de muertes, cuya peor perversión consiste ni más ni menos que en su petulante insignificancia.

No han venido

Hacía cuatro años que el cine francés no venía a San Sebastián. Y sigue sin venir, pues este filme, aunque fabricado en Francia, es de ninguna parte, tiene esa inconfundible condición apátrida de todo lo que no existe.Suponemos que, al ser hoy la noticia predominante la presencia de la inextinguible belleza de Cyd Charisse, los programadores han soltado estos dos bodrios con la esperanza de que pasen lo más desapercibidos posible. En cierto modo, lo han conseguido.

Pero lo que no han logrado es que nos expliquemos qué demonios hacen en la sección oficial de un festival internacional de cine dos negaciones del cine.

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