El riesgo creciente
EL AMBIENTE prebélico que desde hace semanas se percibe en la zona del golfo Pérsico se ha acentuado bruscamente en las últimas horas. La acumulación progresiva de hombres y armamento enviados a Oriente Próximo por los aliados antáraquíes se acerca a la saturación que anuncia toda acción de guerra. Se diría, además, que la táctica de provocación selectiva utilizada por Sadam Husein persigue que sus adversarios desencadenen contra él alguna acción militar de represalia Emítada que concite la simpatía y solidaridad en el mundo árabe (la irrupción el viernes de tropas iraquíes en las embajadas de Francia, Canadá, Túnez y Holanda en Kuwait es un buen ejemplo de ello).Los acontecimientos de la última semana, después de la cumbre de Helsinki, han provocado un sutil cambio en las coordenadas tácticas del problema. Durante un mes parecía evidente que todo retraso en el desencadenamiento de la guerra favorecía a Sadam Husein. El paso del tiempo permitía consolidar el statu quo iraquí en Kuwait, a la vez que podía relajar el embargo. El espectro de la guerra se alejaba. Contra casi todos los pronósticos, el cerco militar y económico está siendo eficaz y abre más posibilidades para que Sadam Husein resulte doblegado sin necesidad de acciones militares. El aludido transcurso del tlempo es, de pronto, perjudicial para los intereses de Husein; aunque también, de modo paralelo, se dé la circunstancia subsidiaria de que está siendo muy costoso para sus enemigos mantener un formidable aparato bélico en la zona del Golfo, lo que puede alentar una solución rápida, militar.
Desde la óptica de los halcones, la guerra podría ser conveniente para ambos adversarios. No obstante, un enfrentamiento bélico general asusta por sus consecuencias. Por el contrario, una acción aislada -en algún punto de la frontera de Irak con Kuwait, por ejemplo- sería útil a ambos contendientes. Para Irak, porque puede capitalizar en su favor los sentimientos de una opinión árabe que no siempre apoya las acciones prooccidentales de sus Gobiernos, y tal vez si Husein consigue involucrar a Israel acabe uniendo en su causa a la dividida, cuando no distanciada, nación árabe. Para los adversarios, su superioridad militar rompería rápidamente y sin demasiado coste la resistencia de Bagdad y permitiría el restablecimiento de la situación del statu quo ante.
El compromiso antiiraquí propiciado por Occidente y asumido por la ONU es cada vez más sólido. En las últimas horas, Francia, Italia, Canadá y significativamente Siria han decidido incrementar su presencia militar en el cerco a Irak. El esfuerzo financiero requerido está, además, encontrando patrocinadores: la multiplicación de la asistencia japonesa es un buen síntoma, y queda por ver cómo evoluciona la actitud alemana, bastante fría hasta ahora, condicionada en parte por las dificultades económicas de su unificación nacional. La causa de la paz en el mundo necesita que Sadam Husein resulte derrotado, pero es preferible agotar hasta el último esfuerzo las bazas pacíficas aplicadas hasta ahora que utilizar otras alternativas aterradoras para la razón humana.
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