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Jon Sobrino afirma que la violencia guerrillera puede ser éticamente legítima

Francesc Valls

La violencia de los grupos guerrilleros puede ser éticamente legítima si tiene como objetivo acabar con una situación de injusticia masiva, afirma el jesuita y teólogo de la liberación salvadoreño, de origen vasco, Jon Sobrino. Profesor de la Universidad José Simeón Cañas de San Salvador, su gran preocupación es denunciar la situación que vive aquel país centroamericano -75.000 muertos y 5.000 desaparecidos-, que los jesuitas sufren en su propia carne, como el caso de los asesinatos de Ignacio Ellacuría y otras siete personas. Sobrino insiste en que la violencia no es justificable humanamente.

Es un fenómeno, dice, "irracional en sí mismo, porque es una tragedia matar a personas por el color del uniforme que lleven".Sobrino opina que "hay que jerarquizar las distintas violencias, y dentro de ellas la más condenable es la injusticia que produce víctimas, y los pobres inmerecidamente, son los afectados". "La Iglesia latinoamericana habló de esa injusticia contra los pobres en términos de violencia institucionalizada", afirma el teólogo, que conversó con este diario en Lovaina (Bélgica), donde participó en las sesiones del Congreso Internacional de Teología organizado por la revista Concilium. Ayer, estaba prevista su llegada a Madrid, donde tomará parte en el X Congreso de Teología, que organiza la Asociación de Teólogos Juan XXIII.

Además de la violencia institucional existe "la violencia del ejército, los grupos paramilitares, los escuadrones de la muerte, que mantienen la situación de injusticia", dice Sobrino. De estas formas violentas hay numerosos testimonios. El pasado mes de agosto, dos miembros de la Compañía de Jesús, Jon Cortina y Nicolás Alvarenga, salieron ilesos cerca de Chalatenango (El Salvador) de los disparos efectuados por miembros de las Fuerzas Armadas.

Frente a la situación de injustica y de violencia desde el poder, "aparece la respuesta de grupos político-militares, revolucionarios, guerrilleros; esa violencia puede ser éticamente legítima si es el único modo de acabar con una violencia prolongada, masiva y cruel". "Sin embargo", agrega, "también es condenable en la medida en que acabe en terrorismo y asesine a civiles".

Mística

"La violencia legítima", dice el teólogo, "tiende a generar una serie de subproductos". "Se puede empezar con una violencia hipotéticamente legítima y terminar haciendo de ella una mística; y contra ello ya advirtió monseñor Oscar Arnulfo Romero" [arzobispo de San Salvador, asesinado por grupos paramilitares mientras oficiaba misa en la catedral en 1980]."Creo que humanamente hay que combartir aquello que hace posible la violencia de respuesta, pero si el orden mundial se configura de una determinada manera, si se acumula la deuda externa, eso será dificil", dice el teólogo, quien añade que "Jesús no fue violento y fue muy duro contra los responsables de la violencia que nunca aparecen como violentos: los ricos, los fariseos...".

La situación en Centroamérica preocupa más a Sobrino que los documentos vaticanos. El teólogo salvadoreño opina que el documento de Ratzinger Sobre la vocación eclesial del teólogo "está mas dirigido a los teólogos europeos, porque son los que tocan temas relativos a la teología dogmática, que a los latinoamericanos".

Sobrino se muestra por ello más receptivo a los temas sociales. "Llama la atención que desde 1980, y con dos excepciones, los obispos españoles no vayan a ver y a conocer la situación en El Salvador", dice, y agrega que "han venido grupos de solidaridad religiosos, maestros, sacerdotes, pero creo que ningún obispo español, al margen de las dos excepciones".

El teólogo recuerda las visitas de obispos estadounidense, canadiense, irlandés, italiano e inglés. "Llama, pues, la atención que en la coyuntura de 1992 no hagan lo mismo los miembros del episcopado español, que no vayan a ver, a conocer, a formarse un juicio, a dejarse evangelizar, porque la Conferencia de Puebla dijo: 'Los pobres nos evangelizarán a todos", concluye.

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