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FERIA DE MÁLAGA

La armonía de Joselito

Joselito levantó la tarde que tenía visos de discurrir cuesta abajo por mor de la invalidez del encierro de Andrés Ramos. Tuvieron los toreros que hacer de enfermeros. Estuvo ausente, por tanto, la emoción del toro pujante, aunque alguno de los enfermos, como el segundo de Espartaco, tuviera peligro a causa de su proboneria.La ausencia de emoción la suplió Joselito con la armonía de su toreo. Había que medirle muy bien las distancias a su primero para que los muletazos salieran cadenciosos. Y salieron. La muleta planchada, el cite ortodoxo, el remate impecable. Si el toro hubiera tenido más fuerza hubiera sido una faena histórica. De todas formas dejó en el paladar de la afición el buen gusto de sus redondos, sus naturales con el compás abierto y a pies juntos, el de la firma, el molinete con la izquierda, el desplante torero. Todo ello con una elegancia de Petronio.

Ramos / Domínguez, Espartaco, Joselito

Toros de Andrés Ramos: desiguales de presentación, sospechosos de pitones, blandos y descastados. Roberto Domínguez: pinchazo hondo, descabello (división de opiniones); estocada (oreja). Espartaco: estocada (ovación); media (ovación). Joselito: estocada delantera (dos orejas); estocada (oreja). Salió a hombros. Plaza de LaMalagueta, 17 de agosto. Séptima corrida de feria. Lleno.

El sexto fue ruidosamente protestado por cojo, y fue el que menos se cayó. Era huidizo y había que sujetarlo con la muleta. Los muletazos sobre ambas manos tuvieron calidad y enjundia. Le sobró a la faena la discontinuidad, dada la condición del toro, pero sobre todo le sobraron los circulares de espaldas y las manoletinas. A un torero tan importante no le hace falta apelar esas suertes menores. Es como si después de haber cantado por seguidiyas, cantara por fandangos. Hubo fuerte petición de la segunda oreja, que el presidente hizo bien en no conceder, en línea con su propósito de prestigiar cada vez más el coso malagueño.

El primero de Roberto Domínguez era un gordinflón que pesaba 660 kilos, y no se tenía de pie. Le hizo una faena desigual, en donde el remate limpio faltó en muchas ocasiones, pues el toro embestía casi al paso, y se defendía para no caerse. Hubo algunos buenos muletazos con la derecha, un trincherazo y naturales sin temple. Tras un pinchazo hondo, insuficiente, apeló enseguida al verduguillo rodilla en tierra, con gran regocijo popular, evitándose así tener que entrar de nuevo a matar, como requería la ética profesional.

El cuarto era otro inválido y el mérito de Domínguez fue mantenerlo en pie. Inició la faena con tres muletazos sentado en el estribo y otros tres de rodillas. En el último, toro y torero quedaron de hinojos. Entre varias series con ambas manos, hubo toreo de verdad en otro en redondo y en otra por naturales. Con un molinete de rodillas acabó su labor antes de entrar muy derecho y cobrar una buena estocada.

El primero de Espartaco además de inválido era manso. Consiguió el torero con su acervo técnico sacarle estimables muletazos, como quien saca agua de un pozo. Hubo técnica pero faltó, lógicamente, la emoción. Lo toreó, fundamentalmente, con la mano derecha, pues, por el lado izquierdo no tenía un pase.

En el quinto sí hubo emoción pues había peligro, pero no había toreo. El toro, muy probón, causó desasosiego en banderillas, y Espartaco le insistió con valentía antes de que huyera como alma que lleva el diablo, para pasarse después y mostrar que a él no le pegaba un pase más ni el mismísmo Cúchares que resucitara.

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