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Castellet destaca la amistad como base de la Escuela de Barcelona

"De lo último que voy a hablar hoy es de literatura", advirtió Josep Maria Castellet al inicio de su ponencia sobre la formación de un grupo literario". Y cumplió su promesa. Los asistentes al seminario sobre la generación de los cincuenta, en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander, olvidaron por un día las minuciosas exposiciones de críticos y especialistas y contemplaron, a través de las palabras de Castellet, una especie del retrato de artistas adolescentes". En todo momento, el critico de la Escuela de Barcelona rehuyó entrar en análisis profundos y prefirió el terreno de la anécdota. "Eramos", repitió en varias ocasiones, "un grupo de amigos".Ante un público eminentemente joven, Castellet, en tono jocoso, asumió su papel de "momia venerable de una generación que, desgraciadamente, cuenta con demasiados muertos en su haber". Desde esta posición emprendió un viaje hacia los años de formación de un grupo que no era consciente de la importancia que adquiriría con el tiempo.

Castellet se centró en el periodo comprendido entre 1944 -año de su ingreso en la Universidad de Barcelona- y 1954, fecha del cierre de la revista Laie. Los personajes de la generación -Barral, Gil de Biedma, Costafreda, Ferrater...- fueron rescatados por Castellet en una visión inusual para quienes los contemplan como glorias literarias.

Entre los factores que contribuyeron a la coherencia del grupo, mencionó Castellet los siguientes: todos ellos compartían un origen burgués, vivieron de niños la guerra civil y empezaron por la misma época los estudios universitarios de derecho.

"En los inicios, éramos unos amigos que se divertían y tenían todo el tiempo del mundo para hacerlo, porque no nos interesaba en absoluto estudiar", apuntó. "Nuestro paso por la Universidad fue etéreo, porque fue más que nada un paso por el bar de la universidad".

Tertulias en el bar

Fue precisamente en el bar de la universidad donde empezaron las tertulias literarias del grupo, el intercambio de ideas, el descubrimiento de que compartían "una misma educación sentimental" y de que formaban, en suma, un grupo coherente.En su repaso de aquellos años lejanos, Castellet recordó las visitas a burdeles, las fiestas juveniles con las primas de Barral, los bailes con el éxito de la época -En forma-, las novias compartidas y el alcohol. "Bebíamos", dijo, "porque teníamos sed de vivir y de quemar un poco nuestras vidas". En su afán por resaltar hasta qué punto les unía la amistad más allá de las etiquetas que los bautizan como grupo literario, Castellet relató una anécdota. "Para paliar las flojas bibliotecas de nuestros padres", explicó, "decidirnos un día organizarnos para robar libros que luego intercambiábamos. Generalmente, operábamos por parejas: uno vigilaba al dependiente y el otro abría la gabardina para hacerse con el libro". El grupo organizado, sin embargo, se desarticuló cuando Alfonso Costafreda fue pillado in fraganti en una librería.

Castellet tuvo especial interés en remarcar, a lo largo de su intervención, que no sólo les unía la literatura. "Hablábamos de la concepción del mundo, de las cosas cotidianas, y había grandes conversadores entre nosotros, como Gil de Biedina, Ferrater o Barral".

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