El calor y la angustia por la calificación marcaron la primera jornada de la selectividad en Madrid
ESTEBAN S. BARCIA El intenso calor y la angustia ante el temor de no conseguir la calificación que será necesaria para estudiar la carrera que se desea son dos de los rasgos más relevantes de la primera de las dos jornadas de las pruebas de selectividad que se iniciaron ayer en las universidades de Madrid y en las que participan unos 38.000 estudiantes. Los alumnos, que concluirán hoy el examen, podrán conocer los resultados del mismo el sábado o, cuando más tarde, el lunes de la próxima semana. A partir de entonces, el estudiante iniciará sus cálculos conjugando la vocación con las posibilidades que le ofrece su nota.
La importancia que una décima de punto, para entrar o no en una determinado centro universitario, confiere a la selectividad todo el dramatismo que, en realidad, no se advierte en relación con la posibilidad del suspenso.Casi nadie hablaba ayer de otra cosa en el tórrido campus de Somosaguas, donde se concentraban algunos de los 25 tribunales de la Complutense: "¿Sabéis qué nota piden para entrar en Filología Inglesa?", preguntaba cualquiera. "No sé", respondía el anónimo encuestado; "de todos modos este año será menor, seguramente, porque hay más plazas". "Yo tengo un siete y medio, y no me va a servir de nada para entrar en Teleco, que es lo único que me interesa", afirmaba otro; "tendré que presentarme de nuevo el curso próximo para subir nota porque, con lo nervioso que me pongo en los exámenes, ni de coña consigo- yo que me suba la media"...
La legislación sobre la selectividad, que, desde que ésta se inventó en 1974, ha ido engordando por aluvión, incorporó hace tres años la posibilidad de que el alumno que un año no consigue plaza en un determinado centro, vuelva a examinarse al siguiente para intentar mejorar su calificación y, de ese modo, sus expectativas de entrar en la facultad o escuela deseada.
A esa posibilidad se acogen cada vez más alumnos. En el distrito de Madrid, y en la actual convocatoria de junio, son unos 2.500 los que se encuentran en esa situación, repartidos de la siguiente manera: 554 en la Autónoma, 1.800 en la Complutense y unos 125 distribuídos a partes iguales entre las universidades de Alcalá de Henares y Politécnica.
La repesca
La verdad es que todas las cifras relativas a la universidad aumentan de un año para otro, pero nadie se explica muy bien por qué también ésta de la respesca. Porque, al parecer, son muy pocos los alumnos que de verdad consiguen mejorar su nota. Incluso se da la circunstancia de que suspende un 15% de esos alumnos que repiten examen voluntariamente, aunque ese suspenso no tendrá efectos académicos.
En opinión de Adolfo Arias, vicerrector de Alumnos de la Complutense, es lógico que haya suspensos porque el alumno que acude por primera vez a la selectividad viene específicamente entrenado para ello, lo que normalmente no sucede con el que acude a la repesca, que hasta puede haber aprobado, entre una convocatoria y otra, un curso entero de cualquier carrera en la que puede haberse matriculado. Paradojas de la selectividad.
En cualquier caso nadie se planteaba ayer otra posibilidad que el aprobado. Sólo la angustia ante la nota. Tal vez porque nadie quiere incluirse dentro de ese escaso 15% de suspensos que arrojan las estadísticas de cursos pasados.
Las demás preguntas lanzadas al aire, las más de las veces sin esperar respuesta (sólo porque algo hay que decir, de algo hay que hablar, de algún modo hay que espantar el nerviosismo mientras se espera que llegue el hombre del maletín que trae los ejercicios) se referían a la natural incógnita acerca de qué autor caería en la prueba de Filsofía, o si el texto de análisis de lengua o del comentario general será más o menos enrevesado.
Y los autores que se propusieron en la prueba de lengua, la primera de la mañana, la que se inició a las 9,30 en punto, no eran en modo alguno complicados. Un texto de Antonio Muñoz Molina, de El invierno en Lisboa, a elegir frente a otro de Armando Riera, de Investigación y ciencia. Al menos entre los alumnos interrogados por el periodista en uno de los tribunales del campus de Somosaguas, la mayoría se inclinó por el segundo. Era "muchísimo más breve", según confesaban paladinamente, pero, sobre todo, era un texto científico, y las cuestiones planteadas muy fácilmente abordables, en opinión de casi todos.
Los alumnos dispusieron de hora y media para realizar este ejercicio y, tras un descanso de media hora, un tiempo similar para la segunda prueba, la de filosofía, en la que se les propuso contestar a algunas cuestiones relacionadas con sendos textos de Aristóteles (de la Física) y de Hume (del Tratado de la Naturaleza Humana). Aquí, la elección resultó más equilibrada. En ambos casos, en opinión del vicerrector Arias, catedrático precisamente de la materia, se trataba de fragmentos y cuestiones "muy fáciles". Por la tarde, los alumnos se enfrentarían a un texto de Jorge Wagensberg (de Ideas sobre la complejidad del mundo), esta vez para comentarlo más desde la perspectiva de la comprensión lectora y del análisis crítico que del conocimiento de la lengua. Finalmente, los estudiantes se enfrentarían al examen de inglés. Hoy, la segunda jornada de la selectividad estará dedicada a indagar lo que el alumno sabe, o lo que ignora, acerca de las materias obligatorias y optativas de la modalidad de estudios cursada en el COU.
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