Manuel Vázquez Montalbán publica 'Moscú de la Revolución'
Carvaho, en el país de los 'sóviets'
El 14 de abril de 1930 se suicidó VIadímir Maiakovski, la voz poética por excelencia de la revolución soviética. Sesenta años después, la URSS está cancelando el decisivo periodo histórico nacido en octubre de 1917. La impresión de borrón y cuenta nueva es correcta en cuanto al nuevo clima de libertades en la URSS y a la necesidad de afrontar los problemas de liberalización económica y pluralismo político y nacionalista, pero las huellas de Octubre son indelebles en lo referente a la aspiración radical de aquellas vanguardias estéticas.
Fiel a su educación sentimental, Manuel Vázquez Montalbán, famoso creador del detective Carvalho, ha escrito al fin el libro que le salía hace mucho tiempo de la boca: Moscú de la Revolución (Planeta). Es un ajuste de cuentas con una realidad que le ha impedido, hasta ahora, decir las razones por las que ama esa ciudad y que son de ésas que sólo el corazón conoce. Cada adoquín, cada esquina de Moscú son para Vázquez Montalbán la encarnación misma de la ciudad soñada por la Revolución, abortada por el estalinismo y quizá rescatable ahora en volandas por la perestroika: una ciudad que es una memoria y también una esperanza.
"He hecho una lectura Ideológica de Moscú", dice Manuel Vázquez Montalbán, "porque no hay ciudad con urbanismo más ideologizado. Allí es todo visible simultáneamente: los restos del zarismo, el impulso de la Revolución, el mal gusto del estalinismo, el empantanamiento de Bréznev".
Desde el punto de vista de la creación artística, la Revolución significó el pistoletazo de salida. "Fue como una tela en blanco", define Vázquez. "Los artistas se lanzaron a la búsqueda de un nuevo destinatario y de un nuevo lenguaje". La luna de miel propiamente dicha no duró mucho, pero la permisividad al menos una década, gracias en buena medida al comisario de Cultura, Lunatcharski. Aunque el suicidio de Malakovski en 1930 puede ser, la fecha-gozne, 1934 significa ya la victoria del hielo estalinista: los decretos de unificación estética borran la posibilidad de pluralismo para los artistas. Han vencido quienes lucharon contra los vanguardistas y llegaron a rechazar la música de Shostakovich porque, al parecer, no podía silbarla un obrero.
Habían sido tiempos inauditos. Era cuando un diputado podía pronunciar un discurso en verso. Era cuando todos los artistas se entregaron a la Revolución, desde los consagrados como Blok, Ajinátova o Mandelstam a los Pasternak, Zamiatin, Bulgákov... Era cuando la casa de Osip y Lilí Brik era el hervidero en que debatían Jlébnikov, Jakobson, Tatlin, Filónov, Rodcheriko, El Lissitski, Meyerhold, Eisenstein, Malevich, Pastern al, Aseev... "Lilí, Osip y Vladímir eran como Jules et Jim", dice Vázquez. "Allí se generaron revistas como LEF y Nueva LEF, que con un radical concepto de vanguardia utilitaria querían oponerse al gusto burgués revitalizado por la NEP, política de cierta. privatización que las circunstancias impusieron a comienzos de los 20. Detrás llegarían las fuerzas del estalinismo, que se apoyaron en los viejos académicos y se ensañaron con los creadores, porque creían que los intelectuales podían influir claramente en la sociedad"
Estalinismo
El estalinismo lo lamina todo Esenin y Maiakovski se suicidan premonitoriamente. Ajmátova se ve tildada de "monja y puta" por un hombre de la hora, Zdanov Zamiatin tiene que exilarse. Bulgákov pasa por todas las etapas entusiasmo, reproches, acoso marginación. Mandelstam, el simbolista defendido en tiempos por Lunatcharski, acabará, como tantos, muriendo en un gulag. "Alexandra Kolontai, feminista y revolucionaria, fue la única que se libró", dice Vázquez, quizá porque se alejó del país como diplomática, y aplicó siempre lo de 'no criticar a los míos'. De Drigen burgués, se convirtió en algo así como una Nuria Espert exportable. Otros, como Bujarin, víctima de la ola de procesos, declararon públicamente su conformidad con ser ejecutado por el bien del Partido, pero no sin dejar a su viuda el encargo de aprender de memoria y no olvidar una carta absolutamente crítica a la posteridad."
Lenin, Trotski, Stalin. "El más interesante", dice Vázquez, "es Trotski, un intelectual que conocía el paño. En cambio a Stalin sus papás no le habían pagado una cultura y se hizo una a la medida del Partido. Siempre me fascinó de Trotski esa mezcla de cualidades de vencedor con ese destino de perdedor. Su visión de la literatura, no era tan instrumentalizadora como la de Lenin. Aparte de su habilidad para escribir elegías de los poetas revolucionarios muertos, llegó incluso a redactar un manifiesto con el surrealista Breton. Pero hoy no tiene buena prensa en la URSS: se piensa que, si las cosas no le hubieran rodado tan mal, habría aplicado duramente el leninismo".
La URSS ha emprendido con Gorbachov la vía de la perestroika y la gladnost, términos acuñados por el precursor revolucionario Herzen, capaz de lucideces como "La vida nos enseñó a pensar, pero el pensamiento no nos enseñó a vivir". Vázquez contempla apasionado el proceso: "Ahora hay allí el sarpullido de considerar que sólo lo que ha estado prohibido bajo el régimen soviético es lo bueno. Pero un gran logro histórico soviético es el nivel de lectura. La consecuencia es que se ha acabado el secuestro de la verdad".
Vázquez Montalbán opina que la situación obliga a replanteamientos, y no sólo en la URSS: "Por ejemplo, lo de la OTAN, ahora, se parece a los chistes de Gila: ¿Dónde está el enemigo?". Y añade, entre bromas y veras: "Todo esto es como si lo hubiera preparado la KGB. Al fin y al cabo, ahora mandan en el mundo dos ex jefes de la CIA y de la KGB".
La herencia del vanguardismo soviético puede hoy rastrearse, como en un espejo deformado, en la publicidad. "A mí siempre me ha parecido versos de aúpa", señala Vázquez, lo de 'Ya es primavera en el Corte Inglés' o lo de 'Orno lava más blanco'." Lo que queda de Octubre, para el autor de Moscú, está expresado por un poeta que veía venir los tiros, Tijónov: "Nuestro siglo pasará. Se abrirán los archivos/ y todo lo oculto hasta entonces,/ todas las secretas sinuosidades de la Historia/ mostrarán al mundo la gloria y el deshonor./ Otros dioses su faz oscurecerán/ y se descubrirá toda desgracia,/ pero todo cuanto fue verdaderamente grande/ será grande para siempre".
Ahora que las losas de silencio ya se resquebrajan, la huella peleona y despierta de aquellas voces sigue ahí. Como la consigna de Maiakovski en 1918: "Abajo vuestro amor, abajo vuestro arte, abajo vuestro régimen, abajo vuestra religión".
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