Retórica cursi
Hace dos años esta -es un decir- película se presentó, con notable osadía, en la sección oficial del festival de Venecia. Su proyección en la sesión dedicada a la Prensa transcurrió en medio de una de las más memorables broncas que se recuerdan en un festival cinematográfico, incluso superior a la que se armó en la clausura del 40º Festival de Cannes cuando Yves Montand anunció que la Palma de Oro era para el engendro dirigido por Maurice Pialat Bajo el sol de Satán. En los viejos muros del palacio veneciano del Lido se quedaron pegados para siempre los ecos de los rosarios de insultos y las feroces burlas que provocó en el público esta indecible cursilería del pretencioso y banal Franco Zeffirelli, uno de los más grandes globos hinchados del cine italiano y alrededores.Cuenta Zeffirelli, o quiere contar sin lograrlo, los años de aprendizaje del gran director de orquesta Arturo Toscanini, desde sus años de conservatorio hasta su primer y casi casual triunfo, en tierras de Suramérica, que le devolvió a Europa convertido de la noche a la mañana en un hombre famoso, cuando unos meses antes había salido de ella en el anonimato. En este, sobre el papel atractivo, apunte biográfico, Zeffirelli nos regala sin que se la pidamos la mayor colecció de tópicos nunca acumulada en una sola película. Realmente no falta ni uno.
El joven Toscanini
Dirección y guión: Franco Zeffirelli, Italia, 1988. Intérpretes: C. Thomas Howell, Elizabeth Taylor, Philippe Noiret. Estreno en Madrid: cine Coliseum.
Y todo envuelto en papel de elegantosos colorines, para que el bodrio se vea bien acicalado, fotografiado y compuesto, en cromitos que a veces alcanzan tal grado de arbitrariedad y pedantería como en la gloriosa es cena en que el célebre músico aquí pelele, encaramado en la proa de un barco, dirige con batuta cósmica los movimientos del mar en una galerna. Puro hueco: retórica cinematográfica a raudales. Dentro, nada.
Babelia
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