El fin de las prisas
UNA VEZ firmado el tratado de unión monetaria y económica de Alemania, en virtud del cual el marco occidental será moneda única a partir del 1 de julio, está surgiendo una serie de obstáculos que pueden frenar el ritmo del proceso -vertiginoso hasta ahora- de la unificación de los dos Estados alemanes. Ello no puede causar excesiva sorpresa si se tienen en cuenta los problemas gigantescos que entraña crear un Estado unificado, dotado de un mismo sistema social, económico y político, a partir de dos países que han vivido la historia durante 40 años en sentidos opuestos. A estas dificultades objetivas viene a añadirse una coincidencia sin duda desgraciada: 1990 es en la RFA un año cargado de consultas electorales. La campaña para las elecciones generales de diciembre de 1990 está prácticamente en marcha. Una consulta de particular trascendencia, ya que en ella se decidirá, en principio, entre el liderazgo de Helmut Kohl y Oskar Lafontaine para formar el Gobierno de la RFA, llamado por tanto a dirigir la creación formal de la nueva Alemania unida.Lo ocurrido el pasado 13 de mayo, con la victoria del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) en Renania del Norte-Westfalia y en Baja Sajonia, ha sido ya una especie de terremoto que cuestiona los planes del Gobierno de Bonn. Esas elecciones han cambiado la mayoría en el Bundesrat (Cámara alta), lo que permite al SPD bloquear la ratificación del tratado sobre la unión monetaria. De momento, Oskar Lafontaine exige una serie de cambios en el texto de ese tratado, orientados a ofrecer mayor protección a los ciudadanos de la RDA y a aligerar, al mismo tiempo, la carga que recaerá sobre los alemanes occidentales. Esta actitud corresponde a la política general del SPD, deseoso de una unidad alemana menos precipitada. Además, no cabe"duda de que dicho tratado, ventajoso para la RDA, refleja los compromisos asumidos por Kohl para ganar las elecciones en Alemania Oriental. Pero los argumentos electorales no tienen el mismo efecto en las dos Alemanias. Lo que permitió a Kohl ganar en el Este puede ahora costarle caro en el Oeste, sobre todo cuando el SPD juega a fondo la carta de un proceso unificador más pausado, evitando una absorción brusca de la RDA por la RFA y dando tiempo a espaciar los costes de la operación. Si el SPD, tras superar sus tensiones internas, decide votar contra el tratado de unión monetaria, Kohl tendrá probablemente que renegociar el texto de dicho tratado, con el SPD y con el Gobierno de la RDA, para llegar a un texto consensuado. Ello acarrearía un retraso imprevisible.
Por otra parte, para vencer los obstáculos que se levantan en su camino, Kohl opta por una huida hacia delante. A tal fin ha propuesto convertir las elecciones generales convocadas en la RFA para el 2 de diciembre en unas elecciones en toda Alemania. En ese caso, y con una rapidez mayor de lo previsto hasta ahora, Alemania tendría un solo Gobierno en 1991. El objetivo de esta iniciativa es descaradamente electoral: se trata de evitar una confrontación en la que los socialdemócratas podrían ganar.
No es fácil que Kohl pueda llevar su plan hasta sus últimas consecuencias. La negativa del SPD es, lógicamente, tajante, porque de lo contrario frustraría su esperanza de que Lafóritaine acceda a lajefatura del Gobierno. Los votos del SPD son necesarios en la RDA para reformar la Constitución, sin lo cual no sería posible convocar unos comicios panalemanes. La idea de Kohl de convocar elecciones conjuntas parece ignorar el marco internacional. Si ningún país, ni siquiera la URSS, se opone a la unidad alemana -competencia exclusiva de los alemanes mismos-, en cambio la conferencia dos más cuatro y otras reuniones sobre el futuro de Europa ponen de relieve la conveniencia de un ritmo menos precipitado en la unificación, precisamente para que pueda encuadrarse en las mejores condiciones en la unidad europea. Son dos ritmos históricos distintos, condicionados, en mayor o menor medida, por las ansias de alcanzar el triunfo electoral.
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