La falacia de los bloques
El principal negocio turístico que se ha montado junto al muro de Berlín no es sólo la venta de trozos del propio muro en demolición, sino también la de prendas de uniforme del Ejército soviético o de la policía de la RDA, informes políticos y panfletos del partido comunista, posters de propaganda y carteles con las fotos de Honecker y otros antiguos líderes. Algunas de estas mercancías llevan fechas tan recientes como noviembre de 1989 y ya son reliquias. Más allá del negocio de los vendedores y de la curiosidad de los turistas, este mercadillo es algo más que una anécdota. De hecho, es la expresión gráfica de la ruina absoluta de un sistema que hace seis meses celebraba su 402 aniversario.Creo que éste es un dato fundamental para comprender lo que ha ocurrido en la Europa del Este y para evaluar las perspectivas de futuro. Los cambios en la Europa del Este se precipitaron en cascada cuando quedó claro que el Ejército soviético ya no iba a intervenir para impedirlos, como había hecho en 1956 en Hungría y en 1968 en Checoslovaquia. Y cuando el factor militar ha dejado de ser el obstáculo fundamental, lo que aparece es un conjunto de países muy diferentes entre sí, con unas economías estancadas y con unas mentalidades y unos problemas políticos que en gran parte son los mismos que existían hace 40 años. O sea, que lo que aparecía como un bloque político, social y militar homogéneo frente al otro bloque no era más que un bloque militar mantenido como tal por la presencia de las tropas soviéticas. Esto ya se sabía, pero lo que quizá no se percibía con claridad era que no había más que esto. Y no se percibía porque todo el pensamiento político europeo de las últimas décadas, tanto el de la izquierda como el de la derecha, se ha desarrollado a partir de la lógica de una Europa dividida en dos bloques equivalentes que representaban dos modelos y dos sistemas sociales diferentes y en competición. Pues bien, los hechos están demostrando que esto era una falacia, que sólo existían dos grandes bloques en el plano militar, pero no dos bloques equivalentes en el plano económico ni tampoco una verdadera competencia entre dos modelos de sistema social.
A mi entender, las raíces de la falacia hay que buscarlas en la propia historia de la URSS. Los bolcheviques que derrocaron el zarismo y tomaron el poder en 1917 estaban convencidos de que iniciaban la revolución socialista en el viejo imperio del zar y que abrían el camino a la revolución europea y mundial. Pero muy pronto se tuvieron que plegar a la realidad de su aislamiento, y fue el propio Stalin el que acuñó el concepto de "socialismo en un solo país". Todo el desarrollo de la URSS estuvo condicionado por tres problemas: 1) ese aislamiento, que les obligaba a depender sólo de sus propios recursos en un país devastado; 2) la conservación de la integridad territorial del viejo imperio zarista en una Europa en la que se habían derrumbado los otros imperios y en el que el mapa político del centro y del este había experimentado cambios muy traumáticos; 3) la amenaza de una nueva invasión alemana, después de las terribles destrucciones de la I Guerra Mundial y de la guerra civil que siguió a la revolución de 1917. Bajo la etiqueta del socialismo, lo que hizo realmente Stalin fue emprender un desarrollo industrial acelerado, con una acumulación basada en la expropiación de los recursos del campesinado y con un sistema político fuertemente centralizado y autoritario. En definitiva, era un método y un sistema no muy diferentes de los que habían utilizado en el pasado los grandes zares reformadores, tan venerados en la propia URSS. En 1917, los bolcheviques dieron la tierra a los campesinos, pero Stalin se la volvió a quitar.
Con una cierta perspectiva histórica se puede comprender la prisa de los dirigentes soviéticos para industrializar y armar a un país tan inmenso y tan atrasado, ante la reaparición de la amenaza alemana bajo el nazismo, sobre todo cuando quedó claro tras el Pacto de Múnich que las potencias occidentales estaban dispuestas a dejarle a Hitler las manos libres en el centro y en el este de Europa. Lo cierto es que la amenaza se hizo realidad, que Alemania volvió a invadir la URSS, que los soviéticos sufrieron inmensas pérdidas y que murieron 26 millones de ciudadanos soviéticos. Pero, a diferencia de la I Guerra Mundial, los ejércitos soviéticos acabaron derrotando a los alemanes y llegaron hasta Berlín. Y con ello conquistaron un territorio en el este de Europa que inmediatamente intentaron convertir en un cordón defensivo en torno a la propia URSS, intento que se convirtió en realidad tras los acuerdos de Yalta y Postdam.
Digo que todo esto se puede entender. Pero a nuestros efectos, lo importante no es sólo entender, sino saber cuáles fueron las consecuencias. Y la más importante de todas es ésta: que el bloque del Este fue creado y organizado como un bloque de protección militar de la URSS. Aunque al principio en los diversos países que lo formaban surgieron intentos de diversificación política, pronto se impuso el diseño principal; todo el bloque se organizó de la misma manera, imitando en pequeño el modelo político soviético, porque en un bloque militar de aquellas características la única lógica era la de la disciplina y la uniformidad.
Éste es un aspecto de la cuestión, el principal sin duda. Pero hay otro también muy importante, el económico. A diferencia del bloque occidental, en el cual la potencia dominante, Estados Unidos, había salido de la guerra con todo su potencial económico y militar intacto y a pleno rendimiento, la URS S era un país devastado y en gran parte arruinado. La URSS no fue, por consiguiente, una potencia capaz de impulsar el desarrollo de los países de su bloque, también devastados, sino que en gran parte utilizó su dominio militar para rehacerse extrayendo recursos de estos países. Para ello impuso este "sino modelo a cada uno de los países de su bloque, de modo que éstos acabaron constituyendo un conjunto de países autárquicos dentro de un bloque autárquico.
En definitiva, mientras la política europea y mundial se basaba en la lógica de dos sistemas políticos y económicos en competición, de dos modelos en lucha por la prevalencia y de dos bloques militares equivalentes, la realidad era que existían, efectivamente, dos bloques militares capaces de destruirse -mutuamente con los respectivos arsenales nucleares, pero no dos bloques políticos y económicos en competición. Lo que existía era un bloque rico, el occidental, y un bloque pobre, el oriental. Y este bloque pobre se estructuró básicamente como un sistema militar de defensa de un Estado inseguro -la URSS-, que impuso esta lógica militar a los países que lo integraban y que, por lo mismo, no sólo fue incapaz de asegurar el desarrollo económico sostenido de éstos, sino también de resolver problemas de fondo heredados del pasado, como los de las minorías nacionales. Por eso, cuando la lógica exclusivamente militar se desvanece, lo que aparece no es un modelo socialista contrapuesto al modelo capitalista y en lucha competitiva con éste, sino un mosaico de países con una cultura política y unas referencias ideológicas que en gran parte son las del pasado, como si éstas hubiesen permanecido congeladas bajo la costra militar y sólo tuviesen un punto nuevo en común: el rechazo total y absoluto de la experiencia que se les ha obligado a vivir en estos 40 años en nombre del comunismo y del socialismo.
Ésta es, a mi entender, la clave de la explicación de lo que está ocurriendo. Y aunque hay muchos otros aspectos a tener en cuenta, creo que por ahí debe ir nuestra reflexión, porque todas nuestras categorías políticas y todas nuestras instituciones europeas son hijas de la lógica de los bloques, es decir, de una Europa dividida que paralizó muchas energías y nos acostumbró a la falsa seguridad de una paz basada en esta división.
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