El piano de Perahia
Gran día musical el miércoles último en el Auditorio: por la noche, Rostropóvich; por la tarde, Murray Perahia. El pianista norteamericano (Nueva York, 1947) es, literalmente, un fenómeno. Si su técnica posee cuanto haya que desear, lo mejor es que aparece implicada en una ideología musical capaz de juntar fantasía y rigor. Hizo gala de la primera en el tríptico, un tanto enigmático, de César Franck, Preludio coral y fuga, para sumirnos inmediatamente en lo más hondo de Schumann.Las Piezas de fantasía, opus 12, escrita en 1868 y contemporánea de las Novellettes y la Kreisleriana, comienzan con la placidez de La tarde y concluyen con el misterio ambiental de En la noche. Entre ambas, las tan divulgadas ¿Por qué? y Elevación, muestra de la mejor pasión Schumanniana y Sueños confusos, ejemplo de su mundo interior. Desentrañar los pentagramas de Schumann creando espacios sonoros de gran belleza, renunciando a un énfasis que no se compadece con la gravedad lírica de la sustancia musical para hacer llegar al público con transparencia y coloración de matices toda la obra, fue la gran hazaña de Perahia. Se advierte en el pianista la seria preparación del compositor y del director. De la síntesis de las tres condiciones surgen versiones tan admirables.
Ciclo Piano 2000
M. Perahia. Obras de Franck, Schumann, Chopin y Liszt. Auditorio Nacional. Madrid, 9 de mayo.
Luego, Chopin, fresco y renovado, en un scherzo, una mazurca y un nocturno y, al final, el diálogo entre el hombre y el agua de Au bord d'une source y la Rapsodia española, en la que Liszt, a partir de la folía y la jota montó sus fuegos españoles de artificio con tan poca autenticidad como al tratar el fenómeno húngaro. Las versiones de Perahia fueron superlativas, el éxito de clamor y el recital uno de los puntos más altos del ciclo.
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