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Entrevista:

Amy Tan: "No escribo novelas étnicas"

La autora norteamericana visita España

Amy Tan ha reflejado en su primera novela, El club de la buena estrella (editada por Tusquets), la dualidad cultural de los hijos de inmigrantes chinos en Estados Unidos. Cuatro mujeres chinas y sus hijas nacidas en América van bordando con las historias de su pasado y las dificultades de comunicación entre ellas un panorama lleno de interrogantes. Amy Tan, que con esta primera obra se colocó, a sus 38 años, durante 40 semanas a la cabeza de las listas de ventas de su país, piensa, sin embargo, que sus temas son universales y no específicamente culturales. "Yo no escribo novelas étnicas", dice, "sólo me baso en mis propias vivencias".

Pregunta. Existe un lenguaje de lo que no se dice entre los personajes, y la relación con sus madres. ¿Cómo hablan las mujeres, entre sí?Respuesta. Pensé mucho en todas las cosas que no se pueden expresar entre las madres y sus hijas. Al crear personajes de ficción, me empecé a preguntar qué es lo que le diría una a la otra, y qué fueron incapaces de preguntar. La novela va explicando los puntos de vista de cada una. Al final sólo el lector sabe qué piensan una de la otra, pero se queda con las preguntas.

P. ¿Se siente parte de la nueva generación de narradores norteamericanos?

R. Pienso que parte del fenómeno de los nuevos escritores norteamericanos, proviene de los programas y las escuelas literarias que han proliferado en el país. De todas formas, yo no pertenezco a ese grupo porque no soy joven -tengo 38 años-, y he llegado a la literatura por otros medios.

Yo no estudié cómo escríbir ficción, pero era una escitora de textos empresariales. Tenía que escribir a veces hasta cincuenta fólios al día. La estructura de mi novela fue apareciendo a medida que la escribía. En principio eran varios relatos cortos, pero luego tomó la estructura de una sola historia. Mi novela tiene mucho que ver con el equilibrio, entre las madres y las hijas, entre los cuatro lados de la mesa donde se reunen para hablar y jugar al mahjong.

P. ¿Su obra ha sido considerada en Estados Unidos como la de una escritora perteneciente a una minoría racial o social?

R. Al principio, sí. La llamaban literatura chino-americana o simplemente literatura étnica. Pero la gente no compraba la novela porque fuera sobre China, la compraban porque se reflejaban unas relaciones humanas que les interesaba. Es más universal en su tema, que sobre una cultura en particular. Yo no intenté escribir un libro sobre un problema cultural, pero resulta que esos son mis antecedentes, mis vivencías.

P. Viajó a China por primera vez en 1987. ¿Qué encontró en ese viaje?

R. Fui con mi madre a conocer a mis dos hermanas que vivían allá. Fue importante también porque siempre había sentido incompleto el esquema de mi identidad. Escribí la mayor parte de este libro después del viaje. Sentía un ambiente que no me era extraño por completo porque en mi casa siempre habíamos hablado chino y conocía algunas costumbres. Pero ellos me veían como una extraña, por mi ropa y maquillaje. Antes de ir pensé que por fin podría mezclarme entre la multitud sin llamar la atención, pero no fue así.

P. ¿En la novela que está escribiendo ahora refleja también esta dualidad cultural?

R. Esta novela no tendrá tantas voces como la anterior. Estará concentrada en un solo personaje, una mujer chino-americana. Después de escribir 250 páginas me he dado cuenta de que se siguen planteando los mismas preguntas que las que se hacen las mujeres en mi primer libro. En la antigua China la vida es algo que se te otorga, tanto como el destino, la fatalidad. En América todo se puede cambiar y puedes escoger. Pero eso te crea una responsabilidad ante el destino y un sentimiento de responsabílidad y de culpa que a veces resulta difícil de controlar.

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