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La aventura de la unión política

ENVIADO ESPECIALLos líderes de la Comunidad Europea se han embarcado, al comprometerse en la cumbre de Dublín a convocar en junio una con ferencia intergubernamental sobre la unión política de los Doce, en una aventura cuyo desenlace desconocen. Aunque esta última conferencia se desarrollará para lelamente a otra sobre la unión económica y monetaria, sólo se vislumbra de antemano en qué desembocará la segunda. No en balde, el presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, recalcó el sábado que era necesario antes de emprender el camino que los jefes de Gobierno se pongan de acuerdo sobre si desean tomar una iniciativa similar a la que supuso hace un lustro el Acta Única o dar, en cambio, un gran paso hacia la constitución de una auténtica unión.

La aparente flexibilidad de la primera ministra británica, Margaret Thatcher, que no se opuso a la celebración de una conferencia sobre la unión, ha sido en parte achacada a su convencimiento de que en cuanto empiece la negociación se resquebrajará la unanimidad de sus socios sobre el objetivo a alcanzar y se estancará la negociación.

"La mayoría de ellos", aseguró Thatcher en su conferencia de prensa, "no está más deseosa que nosotros de perder su soberanía nacional ( ... )". "Mientras no nos pongamos de acuerdo sobre lo que es la unión política habrá ciertos temores ( ... )". "La mayoría de los británicos interpreta el mensaje del canciller [Helmut] Kohl y del presidente [François] Mitterrand como un llamamiento para crear un único Estado en 1993". Y a renglón seguido se preguntó que pasaría entonces con la Reina (Isabel) y con el Parlamento británico.

No es una fusión

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El mensaje que hace 10 días elaboraron Kohl y Mitterrand y que ha, inspirado la cumbre de Dublín dista mucho de proponer la fusión de los Doce en un solo Estado, pero si preconiza la "puesta en práctica de una política exterior y de seguridad común", un tema hasta ahora tabú, así como el fortalecimiento de las instituciones europeas y de su legitimidad democrática.

El grueso de los socios del tándem franco-alemán ve con buenos ojos estas ideas aún vagas, e incluso el presidente del Gobierno español, Felipe González, habla abiertamente de una confederación o federación de Estados europeos; unos términos que la mayoría no se atreve todavía a emplear en público. Otros, sin embargo, como el primer ministro danés, Poul Schlüter, no acaban de estar entusiasmados por una iniciativa que modificará los tratados y obligará probablemente a convocar otro referéndum en Dinamarca. Para evitar el escollo del desacuerdo, en el que confía Thatcher, González ha sugerido que los Doce contesten a un cuestionarlo sobre el procedimiento que desean seguir para alcanzar la unión política.

Lo que piensa en el fondo cada jefe de Estado y de Gobierno europeo sobre lo que debe ser la unión política, o dicho en otros términos, el grado de soberanía que está dispuesto a ceder, es casi una incógnita. "En Dublín hemos aprobado la letra grande", afirma el ministro Francisco Fernández Ordóñez, "ya veremos con qué calígrafía escribimos la letra pequeña del contrato". ¿Aceptaría incluso González, en aras de la armonización de la política exterior, someterse a la voluntad mayoritaria de sus socios y votar en la ONU a favor de la invasión de Panamá por EE UU?

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