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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Transformar Europa

EL PRÓXIMO sábado se celebrará en Dublín una cumbre extraordinaria de la Comunidad Europea (CE) con el triple objetivo de analizar la unidad alemana, las relaciones con el este europeo y la unión monetaria. Se trata, en realidad, de estudiar el confuso estado en que se encuentra el proceso de la unidad de Europa, en un momento en que el apacible estanque comunitario se ha visto alterado por el ritmo vertiginoso de los acontecimientos en la Europa del Este. De pronto, la CE, lo quieran o no sus miembros actuales, ha dejado de ser cosa de 12 países y su unión empieza a tener poco que ver con la lenta construcción de un mercado común que la inercia histórica y el interés económico irían transformando en entidad política.Son muchos los elementos que contribuyen a enturbiar el panorama. Por una parte aparecen candidatos más o menos firmes al ingreso en la CE desde todos los ángulos -escandinavos, neutrales o liberados del socialismo real-. El asunto no tiene fácil solución, porque todos ellos plantean urgentes problemas políticos y económicos, lo que es especialmente cierto en el caso de la próxima unificación de las dos Alemanias. Por otra parte, la relajación de las tensiones entre los bloques ha cambiado la importancia e influencia de las consideraciones estratégicas. En tercer lugar, el Parlamento de Estrasburgo -con funciones fiscalizadoras más bien hueras hasta ahora- reclama, en tanto que representante de los ciudadanos europeos, su derecho a intervenir en las decisiones de la CE. Finalmente, la Comunidad tiene necesidad perentoria de enfrentarse con la unidad de las monedas, la construcción del mercado único y las dificultades del libre tránsito de personas, servicios y capitales que, para el 1 de enero de 1993, prevé el Acta única.

Nuestros jefes de Gobierno o de Estado deberán dar respuesta a las disyuntivas que tienen planteadas: ¿imponer la unidad monetaria o rechazarla? ¿Escoger un modelo federativo, confederativo o regional para nuestro futuro político? ¿Desmontar la excesiva estructura militar o seguir desconfiando de la difícil vía pacífica en la que se ha embarcado el mundo? ¿Esperar a consolidar la CE que ahora existe o abrir las puertas a nuevos miembros? Ante la presión de tanto problema urgente, es lícito preguntarse si en Dublín los líderes europeos pueden mantener la política del ritmo lento que tan buenos resultados les ha dado.

Si la tarea que debe emprender la cumbre es ardua, se han producido, cuando menos, dos noticias que merecen ser acogidas con optimismo. Por una parte, los dos líderes europeos de más peso, el presidente Mitterrand y el canciller Kohl, despertaron hace unos días el entusiasmo comunitario con una declaración en la que, aun optando por una Europa de los doce, propiciaban la aceleración de la construcción política y de la unidad monetaria. En segundo lugar, el propio jefe de Estado francés y el presidente estadounidense anunciaron que convocarían una cumbre aliada para antes de fin de año, con objeto de sacar las conclusiones de la nueva situación estratégica del mundo y reducir el nivel futuro del armamento nuclear norteamericano estacionado en Europa.

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