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Savater y Aranguren discrepan sobre el ánimo político de nuestra sociedad actual

La Semana Española de Ética y Filosofía Política, clausurada en Oviedo

La consecución de la democracia no colma los requisitos éticos de la vida pública. Para Fernando Savater, uno de los participantes en la VI Semana Española de Ética y Filosofía Política, celebrada en Oviedo y clausurada ayer, en la sociedad española existe, "afortunadamente, una actitud más racional y escéptica hacia la política y la democracia, que ya no se ven como una devoción, sino como un instrumento". Argumento que apuntó en oposición a la "desmoralización de la sociedad" denunciada por Aranguren.

El Catedrático de Ética José Montoya desconfía de la creencia común que identifica democracia con gobierno del pueblo: "Se trata más bien de un gobierno de especialistas sobre el que el pueblo realiza algún control. Pero en nuestro país, desgraciadamente, el sistema electoral de listas cerradas reduce las posibilidades de control, y de ese modo, los partidos se convierten en oligarquías con muy escaso control exterior y en los que los diputados son sólo responsables ante su partido".Montoya advirtió sobre el riesgo de que cada vez más la legalidad se convierta en patrón único de la moralidad, de modo que "todo aquello que no esté explícitamente prohibido se entienda moralmente lícito". Esta situación de hecho comporta el riesgo de que "el Estado adquiera el poder de dictar la moral, aun cuando sea cierto que en una democracia ideal la ley sería la expresión de la voluntad de todos, y la moral no puede ser otra cosa que lo que entre todos establezcamos de mutuo acuerdo".

Sin embargo, el profesor José Manuel Bermudo se opuso a una moralidad basada exclusivamente en el deseo de la mayoría, de modo que el quiero se convierta en fundamento de lo bueno.

Una falacia

Bermudo criticó lo que definió como "la democracia del deseo". "Hemos convertido el deseo en expresión de la democracia, y todo aquello que se produzca por procedimiento democrático y de respeto a la voluntad general se considera intrínsecamente bueno. Eso es una falacia. Lo que una sociedad desea no necesariamente es bueno. Una ley que constriña los derechos de los inmigrantes es injusta aun cuando, como ha ocurrido en Suiza, la avale el voto mayoritario del electorado".Para el profesor Bermudo, "la democracia es un riesgo, y un instrumento antes que un fin. Se oye con frecuencia que algo no es deseable porque es mala para la democracia. Pero lo que nos debe preocupar realmente es si es bueno o malo para el hombre". En su opinón, es preciso que la sociedad "cristalice sus hábitos, se dote de valores y criterios compartidos y fortalezca sus instituciones, y que todos estemos dispuestos a defenderlos".

Fernando Savater discrepó de las declaraciones realizadas el día anterior por el profesor José Luis López Aranguren, y desmintió que exista tal desmoralización en la sociedad. A su juicio, "la tarea del héroe" consiste hoy básicamente "en la disposición de ánimo, la eficacia, la autonomía moral y la independencia. Reclamo que el poder permita realizarse al individuo a su manera, es decir, un humanismo impertinente. Es una actitud contraria a la mitología del desencanto y de la desmoralización, que no son más que tópicos para catequesis parroquiales y tertulias".

Para el catedrático de Ética hace falta, no obstante, "utilizar más el espacio público existente, un tanto polucionado por ruido, anécdotas, trivialidades, cotilleo .... Hay que utilizarlo más seriamente y empleado para el intercambio de ideas".

Si no se diera un mayor control del ciudadano y de la sociedad, se correría el peligro, sostiene Savater, de "que los que mandan, que mandan porque son nuestros mandados, se conviertan en quienes realmente mandan. El público debe educar a sus políticos".

Savater defendió el amor propio como condición de la ética. "El egoísmo es la salud mental de la ética, y sin él se cae en la inmoralidad, porque se plantea la moral como renuncia, y en ese caso, o se renuncia a la moral o se establecen morales impuestas, como la del Estado". El filósofo también afirmó: "No estamos en una democracia tal y como la entendían los griegos (gobierno del pueblo), sino en un Estado de libertad, porque nuestra participación política de intervención en los asuntos políticos se limita a depositar un voto cada cuatro años. Una sociedad democrática exige dotarse de unas instituciones sólidas que permitan, una mayor intervención del pueblo".

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