La 'perestroika' llega a Mongolia
La segunda nación comunista después de la URSS apuesta por la vía de la reforma
ENVIADO ESPECIALUn periodista español que viajó hace ya más de 10 años a Mongolia aprovechando la presentación de cartas credenciales del entonces embajador en la URSS, Juan Antonio Samaranch, estuvo a punto de ser expulsado por preguntar si se hallaba en la 16ª República soviética, dada la fuerte implantación rusa que observó en la sociedad mongola. Los propios mongoles consideran ahora muy legítimo que cualquiera formule la cuestión porque son ellos mismos los primeros en querer desengancharse de siete décadas de fuerte dominación extranjera.
El alcance de la transformación real en Mongolia dependerá en buena parte de la voluntad de cambio que tenga el Partido Revolucionario Popular (PRPM) y, evidentemente, del éxito de la perestroika soviética.Los mongoles pusieron en marcha la suya en 1987, pero los escasos avances y el estancamiento de su economía dieron lugar a partir de enero último a varias e insólitas concentraciones populares de protesta en la capital, Ulan Bator, con el termómetro marcando temperaturas entre 10 y 25 grados bajo cero. Las manifestaciones fueron impulsadas por intelectuales, periodistas y universitarios, que un mes antes habían decidido formar un movimiento pro democracia encabezado por un joven profesor de Comunismo Científico, Sanjaasuren Zorig, educado corno tantos otros en la URSS.
Mongolia se independizó de China gracias a la ayuda rusa en 1921 y se convirtió, tres años más tarde, en la segunda nación comunista después de la URSS. Nunca en la historia de esta nación ganadera con recursos minerales, con dos millones de habitantes (la mitad de ellos nómadas) dispersos en 1,6 millones de kilómetros cuadrados y con una renta per cápita de 300 dólares, cuna del legendario imperio de Gengis Jan, se habían registrado sucesos como los ocurridos en los últimos dos meses y que culminaron con la dimisión de todo el buró político del partido comunista y su relevo por otro más reformista.
Huelga de hambre
Miembros del Partido Democrático de Mongolia, el primer grupo de oposición legalizado, realizaron durante tres días una huelga de hambre frente a la estatua a caballo del fundador de la nación, Sulkhbator, en la inmensa plaza central de la capital, en donde se halla la sede del Parlamento nacional, el Gran Hural del Pueblo. A más de uno se le pasó por la cabeza que fueran a repetirse los sucesos sangrientos ocurridos en Pekín en junio del año pasado. Y de hecho unidades militares fueron concentradas en el Estadio Nacional a la espera de recibir instrucciones.
Esta semana el Parlamento designó un nuevo presidente de la República y un nuevo primer ministro, al tiempo que debatió una enmienda constitucional y una ley electoral que se quedan cortas con las expectativas de la oposición, porque limitan el ejercicio de la actividad política a grupos que "estén dentro del interés nacional".
No hay duda de que el proceso de reforma soviético ha tenido una gran influencia en el despertar democrático de los mongoles, aun cuando ellos afirman que el movimiento es independiente y nacionalista. Algunos añaden un acento antisoviético. "La URSS ha explotado a Mongolia", sentencia un periodista llamado Murat, uno de los coordinadores del PDM. Los más críticos sostienen que Mongolia no debería satisfacer el pago de la deuda externa contraída con la URSS, cercana a los 6.000 millones de dólares, porque Moscú se ha aprovechado de la debilidad de su aliado, comprando a bajo precio su producción de carne y sus reservas de oro, plata, cobre, uranio y carbón.
La República Popular de Mongolia soportó desde el comienzo el gran peso de la influencia de Stalin. El mariscal Choybalsan creó un régimen de terror en los años treinta y cuarenta, durante los cuales se calcula que más de 35.000 personas fueron asesinadas. Una estatua suya erigida frente a la universidad de Ulan Bator aparece estos días manchada de pintura y es probable que la presión popular fuerce a las autoridades a retirarla, tal como hicieron con las dos que había en la ciudad dedicadas a Stalin. Su sucesor, Yumjaagiyn Tsedenbal, continuó a partir de 1952 y hasta 1984 practicando el estalinismo.
Tsedenbal, que vive en Moscú, acaba de ser expulsado del partido comunista mongol. "La culpa de la dominación ha sido más de los propios dirigentes mongoles que de la Unión Soviética", afirma Davgyn Zardihan, el ideólogo del PRPM y líder del ala más reformista del partido comunista, comprometido en principio a poner en marcha un sistema pluralista en el marco de un modelo socialdemócrata, no alineado con ningún bloque, que diversifique su comercio exterior, que hasta ahora es en un 95% exclusivamente con la URSS y los países del Consejo de Asistencia Mutua Económica (CAME). El gran beneficiarlo de todo ello será probablemente Japón, que va a construir una siderurgia y una fábrica de aparatos de televisión en color en Mongolia.
"Pretendemos que Mongolia no tenga Ejército, pero no existen todavía suficientes garantías internacionales para ello", explica Zardihan. De momento, el Gobierno quiere reducir a la mitad las fuerzas armadas, dejándolas en sólo 12.000 hombres. Sin esperar a que se lo repitieran, la URSS comenzó a retirar tropas de Mongolia el año pasado, una vez normalizadas sus relaciones con China.
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