El Museo Británico exhibe una muestra de piezas falsas que pasaron durante años por auténticas
'El arte del engaño' aporta documentos sobre mentiras duraderas en el mundo de la creación y la historia
Las nebulosas barreras físicas, psicológicas y filosóficas que se levantan entre la impostura y la autenticidad son objeto de una exposición en el Museo Británico de Londres. ¿Falso? El arte del engaño muestra más de 600 piezas que han traspasado en algún momento de su existencia la frontera de la dignidad para quedarse en el terreno de la infamia. Algunas de las obras han recorrido ese camino en sentido inverso, y la exposición del Museo Británico concluye con una enigmática sección dedicada a los límites del conocimiento cuyos objetos siguen habitando el limbo de la duda.
¿Falso?, que puede visitarse a cambio de tres libras (500 pesetas) hasta el 2 de septiembre, "documenta la flaqueza humana, la mentira de quienes hacen falsificaciones y la credulidad de quienes fueron embaucados por ellos", escribe en el catálogo Mark Jones, organizador de la muestra. De la inocente fabricación al avieso montaje, la exposición recorre un mundo que se extiende por milenios y en el que habitan la ambición, la frustración, el lidio y la picardía.Lo extraordinario de todo ello es que esos objetos han pasado, por lo general, tres cedazos críticos de expertos: el del ojo del coleccionista inicial; el del análisis del estudioso, que corrobora su originalidad, y el del gran museo, que lo adquiere para su colección.
Fantasías
En la muestra hay elementos inconcebibles que sirvieron en su día para confirmar fantasías, como los sirenos hechos en Japón con la parte superior de un mono y la inferior de un pez o la trucha peluda de Canadá. Las fotos realizadas en 1917 por Elsie Wright, en las que su prima Frances Griffiths aparece con unas hadas, convenció a sir Arthur Conan Doyle de la existencia de tales seres, algo que no se le hubiese pasado por la cabeza a su escéptico Sherlock Holmes. La realidad de la historia no fue revelada hasta 1983, cuando las dos primas confesaron que las hadas eran recortes sostenidos con alfileres a las ramas.
Casi todo es falsificable -Pintores como Mondrian o Pollock parecen fuera del alcance de esas malas artes-, y hoy, día la fabricación de productos de marca (zapatos, relojes, bebidas alcohólicas, piezas industriales, píldoras anticonceptivas ... ) que no son tales es una industria golfa que mueve del orden de los 100.000 millones, de dólares al año. Durero, Botticelli o Vermeer de Delft van de la mano en esta muestra de la Sábana Santa de Turín o de Los Protocolos de los Viejos de Si¿n.
La historia puede modificarse, reescribirse o recrearse de la mano de una falsificación. La Carta de Zinoviev destrozó al Partido Laborista británico en 1924 y, a largo plazo, hizo posible la cooperación de Hitler con Stalin. Nacionalistas galeses o checos produjeron obras líricas medievales que mostraban a sus países inmersos en un pasado glorioso.
Una tremenda silla de la Inquisición descubierta el siglo pasado en Cuenca sirvió a los británicos para alimentar su fobia antiespañola, y una apócrifa Donación de Constantinopla sustentó la reclamación medieval del papado de poderes temporales sobre Occidente. Cada sociedad falsifica lo que más ansía poseer, pero ¿por qué el lienzo que maravillaba por su belleza pierde toda su fuerza cuando se descubre como una falsificación? "Deja de proporcionar un vínculo directo con la mano de un pintor genial y deja de proporcionar refresco espiritual a quien lo ve y status a quien lo posee", responde Jones. "Aunque la obra en cuestión sigue físicamente inalterada, nuestra respuesta estética hacia ella ha cambiado profundamente".
Babelia
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