De Egipto a Rostropovich
La reina Sofía vivió ayer la emoción de participar en la Declaración de Asuán, en la que se da un paso más para la reconstrucción de la Biblioteca de Alejandría. Ella está sentimentalmente ligada a la histórica ciudad del norte de Egipto, donde estudió de niña en una escuela inglesa.Ayer, además, tuvo oportunidad de mostrar su orgullo por intervenir en la puesta en marcha de un proyecto que a ella le produce entusiasmo y, como dijo en su discurso, "una obligación moral".
El proyecto, que vio en maquetas y en vídeo, le pareció perfecto, "lleno de símbolos, muy apropiado para el lugar en el que va a ser construido".
El problema principal con el que ahora se enfrenta el sueño de revivir la Biblioteca de Alejandría, los 152 millones de dólares (unos 16.416 millones de pesetas) que se precisan para ello, le parece serio, pero sonríe cuando se le pregunta si España va a contribuir económicamente: "Ah, esa no es mi competencia".
Su discurso fue breve, pero contuvo tres ideas principales. Lo decía desde sus raíces griegas, en un acto en el que representaba a España, otro país mediterráneo, y se refería a un lugar del que proviene toda la cultura que compartimos. Hizo referencia al V Centenario del Descubrimiento de América y calificó la iniciativa de juntar de nuevo a los dos mundos como un proyecto que puede ser faro para el entendimiento de los pueblos.
La Reina paseó ayer por el Nilo antes de viajar a Moscú, donde esta noche va a vivir otro acontecimiento cultural de gran calado simbólico: después de 16 años de exilio, su amigo el violencelista y director de orquesta Mstilav Rostropovich regresa a la capital soviética para interpretar un concierto con la Orquesta Sinfónica Nacional de Estados Unidos. La reina estaba encantada.
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