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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Argentina se hunde

LAS MISERIAS económicas de Argentina no tienen fin. Y, naturalmente, las finanzas arrastran a la política en su caída. El presidente Menem, elegido hace meses gracias a una popularidad personal que sobrepasaba a la tradicional base peronista, está en graves dificultades: su programa económico ha quebrado, en parte a causa de la indecisión y las contradicciones del equipo de economistas que lo diseñó y lo rediseña a cada dificultad; su popularidad ha caído en siete meses del 80% al 40%, y los militares acechan a la espera de que "todo se pudra". La mayor esperanza es que su idea de podredumbre sea más catastrófico aún que el vigente, y que, por consiguiente, el golpe de Estado se aleje de cualquier expectativa razonable.Las circunstancias no propician una acción militar de los carapintadas. Las recientes declaraciones del coronel golpista Aldo Rico criticando a la cúpula militar y acusándola de toda suerte de traiciones indica que hay en el Ejército una división que le impide actuar como un todo por su cuenta. Sería irijusto sugerir que el presidente Menem -de cuyas credenciales democráticas no puede dudarse-, colocado frente a una situación límite y sin más apoyos que los que le presten los militares, pudiera ceder a la tentación de imponer una regla autoritaria. Pero la desesperación, como demuestra la historia, puede hacer flaquear los ánimos más templados.

El presidente Carlos Menem es el primer culpable del aislamiento político que padece. Los líderes del Partido Justicialista que le apoyaron otrora, le abandonan al comprobar cómo la base ideológica peronista se siente sistemáticamente traicionada por un presidente que pretende aplicar una filosofia ultraliberal -es decir, radicalmente opuesta al sindicalismo justicialista- para remediar la catastrófica coyuntura económica. En la Confederación General de Trabajadores (CGT), columna vertebral del apoyo al presidente, se ha abierto hace días una brecha de disidencia, encabezada por su antiguo secretario general, Saúl Ubaldini, que toca a rebato por lo que considera descarado capitalismo gubernamental. El aislamiento ha impulsado al presidente Menem a intentar tender puentes hacia el radicalismo de su predecesor, cuya vacilante gestión económica llevó al país a la bancarrota. Pero Raúl Alfonsín no ha querido ni oír hablar de ello. Otro vaivén llevó luego al presidente Menem a fotografiarse con peronistas fieles de la CGT, a quienes ofrecía presidir las comisiones gubernamentales sobre los programas de reprivatización de industrias públicas, control de precios y asuntos sociales. La impresión que produce este espectáculo es de caos total.

De hecho, los mayores aliados que le quedan al Ejecutivo en Buenos Aires son las clases altas, que, con su insolidaridad tradicional, siguen de espaldas a las crisis. Sólo ellas son capaces de hacer lo que acaso debería ofrecerse a todo el país: vivir en dólares, arrinconando al flamante austral en un arcón. En un año, la cotización del dólar ha pasado de 17 a 3.000 australes, un desplome que recuerda al de la economía alemana en 1914 cuando el valor del dólar respecto al marco se multiplicó por cientos de miles.

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En un mes, la inflación ha galopado en un 80%. El plan de dolarización que anunció el equipo económico de Menem cuando éste accedió al poder fue abandonado al primer susto. Ahora, la economía está dolarizada sólo para quienes establecen los precios; las consecuencias son pagadas por los asalariados, que ganan su estipendio en moneda local. El momento no puede ser peor, puesto que coincide además con la obligación del Estado de hacer frente a los intereses en dólares de los bonos de la deuda externa y con las dificultades que está padeciendo Buenos Aires en sus negociaciones con el FMI. Un solo y modesto rayo de esperanza es el acuerdo de cooperación económica y política firmado esta semana en Bruselas por el ministro de Exteriores, Domingo Cavallo, con la CE. Poca cosa si no es acompañada de la voluntad seria de enmendar los yerros.

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