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La política exterior de Castro

Con la excepción de las propias políticas exteriores de las dos superpotencias, desde 1958 no ha habido ningún país en el mundo, ni siquiera Francia, el Reino Unido o China, que haya tenido un programa de política exterior tan ambicioso como el cubano, el cual se ha articulado en torno a una serie de principios fundamentales:1. Enfrentamiento con EE UU.

2. Alineamiento con la URSS en todo momento, en particular con ocasión de actos como las invasiones de Checoslovaquia y Afganistán, aprobadas sin matizaciones en el mismo momento en que se produjeron.

3. Lucha por el liderazgo en el Tercer Mundo, tratando de controlar el Movimiento de Países No Alineados.

4. Presencia militar y civil en todos los países en que se ha producido un enfrentamiento entre la URSS y EE UU, o en guerras civiles por motivos ideológicos en los países del Tercer Mundo.

Tras las numerosas intervenciones cubanas en América Latina (Bolivia, Perú, Chile, guerrillas de Uruguay y Argentina, Jamaica, Granada, El Salvador, Nicaragua y apoyo al Panamá de Noriega), la megalomanía de Fidel Castro, coartada en el continente americano, encuentra un escenario adecuado en África. Será dificil encontrar algún país en el que Cuba no haya intervenido activamente. Los más importantes son Angola, donde Cuba envía un auténtico ejército, acompañado de un número similar de asesores civiles, y Etiopía.

La ayuda soviética

Cuando se habla, por tanto, de la política exterior cubana, no se está tratando de algo baladí. Es evidente que los acuerdos Cuba-URSS tienen un coste económico para los soviéticos, pero cuando se examina en conjunto la amplitud de las intervenciones cubanas en los conflictos internacionales hay que preguntarse si Cuba ha sido suficientemente recompensada.

La transformación de una revolución burguesa, que pretendía la independencia del país y la instauración de un régimen democrático, en régimen marxista-leninista condujo al país, sin solución de continuidad, a la estatificación de todas las actividades. No hubo parcela en la que Fidel Castro, armado de la legitimidad revolucionaria y de la certeza histórica del marxismo, no interviniera. No sólo estatifica la enseñanza, sino que hace el plan de estudios; nombra a los jueces y les dicta las sentencias; explica a los campesinos qué cultivar y cómo. Hasta que llegó el momento en que Cuba se le quedó simultáneamente pequeña, porque todo estaba controlado, y grande, porque no funcionaba nada. En esa tesitura se forja, al abrigo de la guerra fría, la especial relación Cuba-URSS: la URSS ayuda económicamente y Cuba apoya la política exterior soviética. Al cabo de los años Cuba se transforma en una sociedad militarizada al servicio de la megalomanía de Fidel Castro y de los intereses de la URSS.

El mantenimiento de una política exterior tan intervencionista ha exigido un desarrollo hipertrófico de los sectores que han tomado parte en la aventura. En primer lugar, el Ejército cubano, que se ha convertido en el segundo más poderoso del continente americano, tras el de EE UU, y que emplea posiblemente a cerca del 10% de la mano de obra activa. En segundo lugar, todos los organismos civiles políticos relacionados con el exterior (diplomacia, servicios de inteligencia). La intervención en el exterior ha llevado a modificar los criterios educativos y la amplitud de los estudios de medicina, pues, en el caso de los escolares, era necesario que la mayor parte dedicara un año de su vida a la educación de los angoleños. Por su parte, las promociones de médicos se han incrementado hasta cifras inconcebibles porque Fidel Castro estaba decidido a que la contratación de médicos cubanos en África supusiera un ingreso en divisas apreciable, además, por supuesto, de incrementar su influencia política en el continente.

Es obvio que junto al desarrollo hipertrófico de estos sectores ha sido necesario desarrollar otro sector no productivo: los cuadros del partido, las organizaciones de masas, los vigilantes a nivel de barrio (CDR), la policía política, que aseguraran que no habría oposición a los deseos de Fidel Castro tanto en su política interior como exterior.

La confirmación del final de la guerra fría supondría para Cuba la inmediata obsolescencia de todo su aparato de intervención en el exterior, incluido el Ejército, y la necesidad de proceder a su amortización, lo que significa el final de la Cuba que hemos conocido desde 1958. Las consecuencias se notan ya económicamente, pues las relaciones con los países del este de Europa son muy difíciles, ya que los nuevos dirigentes ven en Fidel Castro a un enemigo irreconciliable. Por su parte, la URSS no ha limitado su ayuda drásticamente.

Sea cual fuere el modo por el que Fidel Castro desaparezca de la escena política, habría que comenzar a preparar la vuelta de Cuba al mundo democrático. Los problemas que se atisban son formidables: el Ejército, la policía política, la deuda exterior, la desorganización económica. Sin embargo, cuenta con algunos activos que pueden ser determinantes para su desarrollo: la presencia de una comunidad cubana en Florida numerosa e influyente, la posibilidad de desarrollar el turismo y el nivel de formación de la población.

La postura que tome el Ejército va a ser el factor fundamental que defina el futuro; si es capaz como institución de renunciar a sus privilegios y permitir la formación de partidos políticos, el pueblo cubano tendrá una posibilidad.

Cuba y España

Las especiales relaciones hispano-cubanas merecen una reflexión en esta coyuntura: es un hecho que España y Cuba han mantenido unas relaciones políticas y, sobre todo, económicas muy especiales desde que Fidel Castro tomó el poder. Desde 1977 esa política no se ha modificado sustancialmente, de tal manera que España es hoy el primer acreedor de Cuba.

Lo que sí ha cambiado en estos años es la situación interna de Cuba. El pueblo cubano se encuentra cada vez más aislado, viviendo en las más duras condiciones económicas y falto de las más elementales libertades políticas. Lo que es peor, en un contexto internacional de distensión y reafirmación de los derechos humanos, se ve obligado a participar en una política que sigue buscando la confrontación internacional y se marca como objetivo no ceder a la democratización interna.

En este contexto, España tendría que replantear sus relaciones con Cuba, condicionando de alguna forma la continuidad de la tradicional política, abierta y generosa, al respeto por parte del régimen castrista de los derechos del pueblo cubano.

Alberto Recarte es técnico comercial del Estado.

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