_
_
_
_
CONVULSIÓN EN EL ESTE

El poder del Ejército rumano

Los militares controlan gran parte del país tras la caída de Ceaucescu

Berna González Harbour

BERNA G. HARBOUR ENVIADA ESPECIAL, "El general Vasile Milea se ha suicidado al ser descubierto traidor". Con este extraño y ridículo anuncio, el Telejurnal oficial al rumano intentó disimular el pasado 22 de diciembre, horas antes de la huida de Nicolae y Elena Ceaucescu, el asesinato de un ministro de Defensa que fue infiel al dictador. A nadie iba a engañar. En ese momento, todos los rumanos supieron que el Ejército apoyaba abiertamente la revolución, que ya nada iba a frenar la sacudida tremenda que vibró en Rumanía. El Ejército perdió entonces un líder y ganó un mártir.

Más información
Dos princesas en Bucarest

Y los militares ganaron también un poder que hoy se mantiene en todas las esferas de la vida rumana. Nicolae Ceaucescu creía tener todo bajo control. La todopoderosa Securitate se infiltraba en cualquier recodo de Rumanía. Cualquier empresa, cualquier comercio, cualquier bloque de viviendas, toda célula humana estaba vigilada, disponía de informantes, que a su vez se espiaban los unos a los otros. Si alguno callaba lo que otro sabía, suspendido. Con ese aparato, el dictador no dudó del control. Pero descuidó el punto importante, aquel que después inclinó el pulso a favor de la revolución: el Ejército.Acusación de Ceaucescu

En diciembre, Ceaucescu arrebató al Ejército su última misión importante: el control de las fronteras. Tras la huida de la gimnasta Nadia Comaneci, el dictador traspasó tal función a la Securitate, acusando de ineficacia a un Ejército ya bastante enfadado.

Por todo ello, Vasile Milea se opuso a obedecer las órdenes de Nicolae Ceaucescu de disparar contra los manifestantes en Timisoara, tal y como demuestran las actas taquigrafiadas de la última sesión del comité político ejecutivo del partido comunista, el 17 de diciembre. Horas antes de partir hacia Milán en visita oficial, Ceaucescu reunió a la cúpula para reprochar la debilidad del Ejército en la represión de las manifestaciones. Este es un extracto del diálogo:

Nicolae Ceaucescu: "No habéís ejecutado las órdenes. ¿Qué han hecho tus oficiales, Milea? ¿Por qué no han disparado? Tenían que disparar a las piernas".

Milea: "No les di municion

Nicolae: "Habéis traicionado los intereses del país. Dije que hicierais disparos de advertencia y después a las piernas". Elena: "Teníais que disparar contra ellos. Para que caigan, para cogerles y llevarles después a los sótanos, para que no pudiera salir ninguno".

Poco después, Nicolae Ceaucescu propone su destitución. Algunos presentes objetan y el dictador se enfada. Según contó uno de ellos al diario Adevarui, éste saltó de la silla, tiró los papeles en un acceso de furia y dijo: "Entonces tendréis que elegir otro secretario general". Elena le calmó, y exigió a Milea que pidiera disculpas. Éste no lo hizo, sino que dijo: "Yo no entendí que usted ordenara que se disparara. En todo caso, estuve buscando la noche pasada en todos los reglamentos militares y no encontré ninguna disposición que diga que el Ejército del pueblo tiene que disparar contra el pueblo". Milea duró con vida tres días más.

Y así, el Ejército, desde la cúpula hasta los soldados, se opusieron desde el principio al aplastamiento de los sublevados y se fueron sumando gradüalmente a éstos. Desde el día 22, el día del triunfo de la revolución, comparten asiento, de una forma sospechosa, con los miembros del Frente de Salvación Nacional. En ministerios, Gobiernos locales, en la justicia, en tareas de suministro, en protección, policía y Ejército, unificados ahora bajo las órdenes del Ministerio de Defensa, controlan gran parte de la vida nacional.

Fiscales militares instruyen las causas de los cientos de colaboradores de Ceaucescu que van a empezar a ser juzgados esta semana. Tribunales militares extraordinarios de cinco miembros, van a juzgar a los acusados de complicidad con el genocidio, delito contemplado en el Código Penal rumano. Así lo decidió el Frente por decreto.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_