Huelga general en Timisoara, cercada por los soldados
Timisoara estaba ayer prácticamente paralizada y se esperaban nuevas manifestaciones. Decenas de miles de obreros, unos 50.000 según estimaciones, de la zona industrial de la ciudad comenzaron una huelga general y se dirigieron rumbo al centro gritando: "Queremos nuestros muertos", según relatan diversos viajeros que abandonan el país por la frontera yugoslava.[La agencia oficial de noticias de la República Democrática Alemana, ADN, cifró anoche en 3.000 a 4.000 los muertos habidos en la revuelta rumana, informa France Press].
"Desde las nueve de la mañana los obreros salieron de las fábricas y caminaron hasta Timisoara", contaron dos transportistas Italianos que cruzaron la frontera yugoslavo-rumana. Según su relato y el de otros viajeros extranjeros, los últimos en salir de la ciudad asediada, hasta el mediodía de ayer la policía no había intervenido nuevamente. Caminando por los suburbios de Timisoara, los obreros destrozaban las fotografias del presidente Nicolae Ceaucescu. Visiblemente asustados por lo vivido, los camioneros relataron que desde el domingo por la tarde no habían cesado los disparos.
"El martes", afirma uno de ellos, "estaba en una calle de la zona industrial cuando de repente oí que desde las casas la gente comenzaba a silbar y a gritar "¡libertad!". Los policías bloquearon inmediatamente la calle y comenzaron a disparar a los transeúntes desde un vehículo blindado en movimiento".
No menos conmovida estaba una alemana de origen rumano que llegó ayer a Vrsac, a 13 kilómetros de la frontera rumano-yugoslava. Viajó a Timisoara el sábado, día del comienzo de las manifestaciones y los encuentros sangrientos. Según su relato, el motivo que desencadenó la manifestación fue una protesta de 36 niños organizada por un sacerdote. Descalzos y reunidos frente de la catedral, los niños gritaban que tenían hambre.
Asesinato de niños
La policía, según cuenta esta alemana, disparó asesinando a un número no determinado de niños. Tres días más tarde, el lunes pasado, miles de personas volvieron a reunirse para reclamar sus muertos -manifestantes acribillados entre el sábado y el lunes- y dos carros de combate abrieron fuego contra el grupo. "Cuando vi esta escena, huí al parque y esperé la noche", contó una mujer rumana casada con un yugoslavo, que pudo salir del país. Las manifestaciones comenzaron tras la decisión de las autoridades rumanas de desalojar al sacerdote Laszlo Tökes. Los policías disparaban a discreción y no había manera de transportar a los muertos. Se utilizaron los camiones de basura. Los amigos médicos de la alemana le relataron que en el hospital principal de Timisoara se ha hecho una gran fosa común para enterrar a los muertos y las familias no tienen derecho a reclamarlos. Los cementerios estan custodiados por militares. Varios edificios fueron destrozados.
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