Diálogo al fin
LA 'CUMBRE' centroamericana que concluyó ayer en San José de Costa Rica es un firme paso dado en la dirección correcta: el fin de la violencia y la negociación de la paz para la región. La situación que, desde hace años, padecen las naciones del área es heredera de una serie específica de condicionamientos: la fragilidad económica y política de istmo, la desaparición violenta de regímenes dictatoriales ejercidos por una o más familias y su sustitución por sistemas políticos más o menos caóticos, la consideración por Washington de que Centroamérica forma parte de su cordón sanitario protector y la aparición de un sistema revolucionario apoyado -antes de la consolidación de la perestroika- por Moscú. Durante casi una década, El Salvador y Nicaragua han sido antagonistas en una guerra larvada, han padecido la convulsión de guerras civiles, han sufrido la negativa influencia de la participación de las grandes potencias en la evolución de los acontecimientos internos. Y durante una parte importante de este periodo, los presidentes centroamericanos, por inciativa del de Costa Rica, han intentado encontrar una vía pacífica de solución. Hace un lustro, nadie daba una sola oportunidad de éxito a estos propósitos. Y, sin embargo, la lógica del axioma "una solución centroamericana para Centroamérica" era aplastante. Una vez más, se diría que la relajación de las tensiones a nivel global ha permitido el análisis de los problemas con menores condicionamientos externos y el triunfo de las tesis dialogantes.Aún hace una semana parecía que la cumbre -cuya celebración estaba prevista entonces en Managua- no llegaría a tener lugar: las últimas e incandescentes discusiones entre El Salvador y Nicaragua lo habrían hecho imposible si no hubiera intervenido nuevamente Oscar Arias, presidente de Costa Rica, proponiendo trasladar la reunión a San José. En San Salvador, la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) tenía sitiado -con apoyo logístico nicaragüense- al Gobierno de la extrema derecha, a su vez acusado de complicidad en el asesinato de los seis jesuitas de la universidad Centroamericana. En Nicaragua, el Gobierno no acababa de conseguir un compromiso de desmovilización de la contra previa a la celebración de las elecciones, mientras que Honduras, debilitada por una situación en la que es mero espectador, no podía sino manifestar su irritación pasiva.
La cumbre ha tenido lugar y se ha sellado con una "Declaración de San Isidro de Coronado" que es un monumento al diálogo centroamericano con exclusión de elementos extra-regionales. Si la paz en la región pasa necesariamente por la interrupción de las hostilidades, es inevitable que tanto el FMLN como la contra nicaragüense depongan las armas y se integren en el proceso negociador en sus respectivos países. No puede acusarse, por tanto, al presidente Ortega de haber traicionado a sus aliados salvadoreños del FMLN, si se quería exigir de la misma forma a la contra que depusiera las armas en Nicaragua.
Toda transacción, especialmente en Centroamérica es por fuerza frágil y pende de varios hilos no siempre justos: no se aprecia, como contrapartida a la exigencia de todos los presidentes de la región de que los movimientos guerrilleros depongan las armas, un cuerpo de garantías realmente sólidas de cara a su futuro y hacia lo que representan. Es igualmente injusto que, en aras del acuerdo, se haya silenciado la responsabilidad del Gobierno del presidente salvadoreño Cristiani en los salvajes desmanes del Ejército y de la extrema derecha. Pero la decisión conjunta de desarmar a las guerrillas e integrarlas en los procesos democráticos de sus respectivos países, la solicitud de supervisión a la ONUCA -el contingente de Naciones Unidas que debe impedir el suministro de armas a la guerrilla-, el compromiso de resolución privada del contencioso hondureño-nicaragüense, la invocación a las actividades de la Comisión de Verificación de la desmovilización, son en verdad progresos tangibles en el proceso de paz.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
- Contra nicaragüense
- Opinión
- FMLN
- Conferencias internacionales
- Nicaragua
- El Salvador
- Revolución Sandinista
- Centroamérica
- Cumbres internacionales
- Caribe
- Guerra civil
- Revoluciones
- Relaciones internacionales
- Guerrillas
- Conflictos políticos
- Partidos políticos
- Política exterior
- Defensa
- Historia contemporánea
- Latinoamérica
- Guerra
- Conflictos
- Historia
- América
- Política