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JORNADA MUNDIAL DE INFORMACIÓN

Otoño en el hospital

Los internamientos y la hospitalización diurna, vistos por un enfermo

Agarrado a la novia. Dejando que el gota a gota te inunde de savía renovadora y reconfortante. Mirando la limpia mañana azul de este otoño madrileño. Cubriendo una etapa más en la dinámica de seguimiento de nuestra querida enfermedad. El hospital de día incorpora una rutina más a nuestras vidas.Evidentemente, y si queremos ser positivos, engañar a la gran putada puede ser un trabajo que exija de nosotros grandes dosis de habilidad y, a la vez, de improvisación escénica. También podemos dejarnos llevar por la desesperación y el fatalismo más tremendista. Creo que íbamos a sufrir por partida doble.

Podría suceder que un día tuvieras que quedarte entre esas cuatro paredes, más o menos blancas, a superar una de esas crisis oportunistas. Entonces te asomarás muchas veces a esa ventana, y ese otoño madrileño ya no te parecerá tuyo, y casi pensarás (porque así te lo harán pensar tus mecanismos de autodefensa) que en la calle, en realidad no hay gente. De repente, todo se convertirá en un mero recuerdo, como, si la vida fuese otra cosa y en su día la hubiésemos vivido casi sin darnos cuenta.

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Entonces, deberíamos saber cómo hacer tuya una mañana de otoño, que está nada más abrir una ventana. O encontrar en ese desayuno light el sabor inconfundible del cafetazo y los churros... Mucha imaginación, ¿verdad? Mientras la fiebre te calienta de una manera diferente a como lo haría una donna o un chulito de buen ver.

Creo que en ese momento muchos resortes se oxidan y no saltan oportunamente como tú desearías. Y tus pilas, tus pilas aún no son alcalinas y duran menos... Queda Dios. Tus dioses. Tú mismo y la cabrona resignación. Y con estas muletas te acercas pesadamente a la ventana... Y te parece oír, como de lejos, a la gente, y sientes cómo el otoño te da una bofetada de frío invernal, porque estás más bien pocho... Entonces recuerdas que estás enfermo..., y se te había olvidado, ¡casi!

Entre hospitales anda el juego, nuestro juego. Adentro, afuera. Y en medio, nuestra puta realidad. Ésa que nos obligará desde ahora y para siempre, a ser arriesgados, temerarios, valientes y tíos-as guais.

Tal vez mañana todo sea un recuerdo y nuestros juegos sean más lúdicos que andar entre hospitales. Entonces..., entonces sí que nos va a encantar el otoño madrileño. Hoy, en mi juego está presente tu cariño y tu ayuda, aunque no sepas quizá cómo la prestas. Pero que a mí me llega ¡a lo bestia.! ¡Os quiero mucho!.

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