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Un sacerdote acusa a la Iglesia de 'estar enferma de SIDA'

Juan Arias

En la solemne aula del sínodo que se celebra en el Vaticano, y durante la inauguración ayer por la mañana de los trabajos de la conferencia mundial sobre el SIDA organizada por el Pontificio Consejo para el Apostolado de la Salud (ministerío de Sanidad vaticano), un sacerdote, identificado con el nombre de John White, burlando todas las vigilancias consiguió entrar en el aula y provocar un momento de caos. El sacerdote, que vestía americana, pero con el alzacuellos eclesiástico, alto, con barba, tras obtener la palabra desplegó una gran pancarta en la que figuraba escrito en inglés con letras rojas: "La Iglesia está enferma de SIDA".

El intruso no tuvo tiempo de envolverse en la pancarta, de la que colgaban unas jeringas, como hubiese sido su intención, porque la presidencia pidió a los gendarmes que se lo llevaron a la fuerza.Por su parte, el Arci Gay, la asociación italiana de homosexuales, en polémica contra los ataques que ya desde la primera sesión de ayer se han hecho en el congreso vaticano sobre el uso de preservativos para prevenir el SIDA, ha anunciado que recorrerán Italia plantando en cada ciudad un árbol de Navidad con folletos informativos sobre la enfermedad del siglo, adobados con condones.

En la sala del sínodo, donde desfilaron durante muchos años tantos obispos y cardenales y el mismo Papa para hablar de temas de fe, hacía un cierto efecto escuchar a los grandes expertos mundiales de medicina, como por ejemplo el premio Nobel Baruc S. Blumberg, director del Instituto para la Investigación del Cáncer de Filadelfia, hablar de sexo, homosexualidad, transfusiones de sangre, posibilidades de contagio a través de los besos apasionados que pueden producir gotas de sangre, preservativos y coitos, al mismo tiempo que las llamadas a la castidad de obispos, cardenales y teólogos.

Contra el condón

Mientras los científicos han lanzado un mensaje de esperanza de que un día la "peste del siglo" pueda ser vencida, los eclesiásticos han insistido, como el arzobispo de Nueva York, cardenal John O'Connor, en que la Iglesia debe ser misericorde" con los enfermos de SIDA y no abandonarles a su suerte por el mero hecho de que son, dijo, "improductivos" desde el punto de, vista económico.El gran acusado del congreso, desde el primer momento, ha sido el condón, que en la víspera había sido llamado "el más vulgar de los preservativos". Tanto el cardenal O'Connor como William Blattner, jefe del departamento de epidemiología viral del Instituto Nacional de Estudios sobre el Cáncer, y moseñor Carlo Cafarra, el teólogo amigo personal del Papa Wojtyla, han insistido en que el preservativo no sólo no resuelve el problema del SIDA sino que puede agudizarlo porque "empuja a situaciones de riesgo".

El teólogo vaticano afirmó que cuando en un matrimonio uno de los dos está enfermo de SIDA, ambos deben mantener la castidad. Señaló también que la única excepción para poder usar la sexualidad aún a riesgo de contagio de la pareja (puesto que la Iglesia no autoriza el uso de preservativos), es cuando existe amenaza de que se vaya a producir adulterio o cuando la armonía matrimonial se ve amenazada.

Sin embargo, ayer por la mañana el aula sinodal se levantó en favor del condón una voz con gran autoridad, la de Luc Montagnier, director de la división oncológica viral del Instituto Pasteur de París, uno de los descubridores del virus del SIDA.

Montagnier afirmó, respondiendo a los eclesiásticos, que también él está de acuerdo en que el uso del condón no va a resolver el problema del SIDA, pero que junto a la información no deben abandonarse los instrumentos médicos, "entre los cuales", subrayó, "están el preservativo y el espermicida".

Por su parte, el director del programa contra el SIDA de la OMS, Johnathan Mann, afirmó que los enfermos de SIDA en octubre eran 182.463 en 152 países y que los pronósticos para finales de año superan la cifra de 600.000. "Es", dijo Mann, "la epidemia más grande de este siglo tras la gripe española de primeros de 1900.

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