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Reportaje:

Malos presentimientos

Represión, adoctrinamiento y autocrítica en la universidad de Pekín por los sucesos de Tiananmen

Carteles de Brooke Shields y del hombre Marlboro cubren todavía las grietas de las paredes de la habitación de Lesley. La novela existencialista de Albert Camus El extranjero yace todavía en el sucio alféizar de la ventana. Pero el espíritu que acompañaba a estos iconos occidentales -un espíritu hoy condenado oficialmente como liberalismo burgués- está sumergido.Lesley y sus compañeras fueron llamadas a su recinto universitario a mediados de agosto, con un mes de antelación. El seco aviso oficial advertía que si no volvían serían severamente castigadas. Ahora llevan seis semanas recibiendo adoctrinamiento político intensivo mediante las clásicas técnicas de lavado de cerebro: viendo una vez tras otra vídeos que ofrecen la versión oficial de los acontecimientos, haciendo autocríticas públicas, memorizando las palabras del líder Den Xiaoping y repitiéndolas en clase como loros y siendo alentadas a informar del paradero de los estudiantes desaparecidos. La policía comprueba su identidad cuando entran en el recinto universitario y a veces registran sus bolsos. Las autoridades hicieron una incursión por sorpresa en su dormitorio y en todos los demás antes de las celebraciones de la semana pasada por el 40º aniversario de Gobierno comunista para asegurarse de que no había ninguna manifestación prevista. Y en las calles umbrías que rodean el recinto hay apostados miles de soldados con casco, armados con rifles Kalashnikov de fabricación china. Se mueven con gran estrépito en camiones del Ejército y vigilan las intersecciones principales del distrito universitario del noroeste.

A diferencia de Lesley, docenas de estudiantes no volvieron: ella dice que sabe de al menos cuatro que murieron y otros 17 que desaparecieron. Un número indeterminado ha sido detenido. Algunos han sido detenidos para ser interrogados por la policía y luego puestos en libertad.

Una escuela militar

La totalidad del primer curso ha sido enviado a una escuela militar en las afueras de Pekín para recibir instrucción política y militar durante un año antes de comenzar sus estudios. Pero la mayoría de los estudiantes son como Lesley. Aunque no ha sido señalada individualmente se ha visto sujeta a distintas formas de intimidación oficial que la han vuelto resignada y cínica. Corno todos los demás, ha redactado una autocrítica que ha tenido que leer en voz alta. "Todos hacemos lo mismo. Sabemos lo que se supone que tenemos que decir", dice riendo. "Admitimos haber ido a la plaza de Tiananmen una o dos veces, decimos que fuimos mal aconsejados, pero que ahora entendemos la verdadera naturaleza de la rebelión contrarrevolucionaria dirigida por un puñado de subversivos. Y alabamos al partido comunista. Es una tremenda farsa y todo el mundo lo sabe. Pero en China es importante hacer estas declaraciones".Pero para Lesley, una muchacha esbelta y sensata con una cara bonita ligeramente estropeada por dientes descoloridos, su futuro no es tema de risa. Éste es su último año en la Universidad. Durante las vacaciones de verano se había aferrado a la ligera esperanza de que sería capaz de encontrar trabajo por sí misma, beneficiándose de las normas que se introdujeron hace dos años como parte del proceso de liberalización iniciado por el destituido líder del partido, Zhao Ziyang. Dejó su curriculum vitae en todas las compañías occidentales que encontró en su ciudad -Shanghai-. Pero a su vuelta a Pekín se encontró con un gran disgusto: aunque encuentre trabajo, no podrá aceptarlo. El Gobierno ha vuelto a la práctica de asignar los puestos de trabajo a todos los estudiantes que se licencian.

Y las autoridades, claramente, están de un humor castigador: como un eco de la cruel revolución cultural del presidente Mao, el 82% está siendo enviado a puestos de trabajo básicos en el campo en lugar de a instituciones de investigación, compañías u oficinas del Gobierno.

Lo más probable es que Lesley sea asignada a una granja o a una fábrica. Su sueldo será de 58 yuanes al mes (menos de 10 libras, aproximadamente la mitad de la media nacional) y tendrá que firmar un contrato por el que accede a permanecer durante al menos cinco años para compensar al Gobierno por su educación. Tendrá que depender de sus padres financieramente y se le negará permiso de residencia en Shanghai o en Pekín, aunque "una buena actitud política" contribuiría a un retorno anticipado de las provincias desoladas.

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La vida personal de Lesley también se ha hecho añicos. Su novio estaba estudiando en Canadá cuando tuvo lugar el levantamiento y ha decidido no volver. No sabe si le volverá a ver. Recibe muy pocas de sus cartas: el correo chino ha vuelto a ser censurado. Comprensiblemente, se siente tan indefensa como los intelectuales que fueron víctimas de la revolución cultural.

Una oportunidad

En el punto culminante del levantamiento pro democracia se había sentido más optimista, con la sensación de que su generación tenía una oportunidad. Entonces, sentada en su estrecha litera, había hecho una valoración penetrante de lo que había detrás del movimiento que fue brutalmente aplastado por el Ejército de Liberación del Pueblo en la noche del 4 de junio."La democracia es una cosa muy complicada", dijo entonces. "Creo que los estudiantes están confusos. No sabemos realmente lo que es la democracia, no tenemos un plan". Lo que querían, dijo, era diálogo. El Gobierno tenía que ser responsable ante su pueblo, no gobernar como los emperadores y llenos de corrupción. Mijail Gorbachov era su héroe. En China, Den Xiaoping había introducido grandes reformas económicas. Era un gran líder, pero él y sus ancianos camaradas eran demasiado viejos e inalcanzables. Se había unido a las protestas "no por mí misma, sino porque soy estudiante y los estudiantes son los que son suficientemente libres para abrir el camino y decir en voz alta lo que siente la mayoría de la gente".

Lesley no se siente optimista respecto a su futuro inmediato. Hay actos aislados de rebelión en el recinto universitario: tales corno el reciente eslogan que apareció en una pared del recinto advirtiendo que "el movimiento de la democracia no ha sido ni será aplastado". Pero la mayoría de los estudiantes han sido sometidos.

"Hemos tenido nuestra oportunidad y se ha perdido. Pero creo que en unos cinco años una nueva generación de estudiantes hará exactamente lo mismo. Porque los problemas básicos no se han resuelto y el Gobierno es viejo y débil. Lo que empezamos no desaparecerá hagan con nosotros lo que hagan. Pero yo tengo miedo de que ahora no lo voy a pasar muy bien", concluye Lesley.

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