_
_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El olvido

EL PASADO sábado, el presidente de Argentina, Carlos Menem, indultó a un elevado número de militares y civiles, protagonistas recientes de algunos de los momentos más tristes, cuando no repugnantes, de la historia de su país. Con ello decidía apostar porque los elementos más díscolos de aquella nación le dejaran gobernar en paz y, de paso, dieran a la torturada patria ocasión de restañar sus heridas. Sólo el futuro dirá si acertó o no.Dos credenciales avalaban su decisión. Por una parte, el hecho de enfrentarse a un problema no sólo heredado, sino cada vez más emponzoñado y de más compleja solución; por otra, que él mismo había sufrido la persecución, pasando cinco años en la cárcel, encerrado por aquellos a quienes hoy indulta; por ello es difícil no reconocer su generosidad.

Desde el principio de su magistratura, Menem era rehén de una situación que le había legado su predecesor. Alfonsín la había tratado con singular impericia, especialmente en los momentos finales de su mandato. Había sido incapaz de enfrentarse con firmeza a un estamento militar malhumorado y caprichoso y en permanente conspiración contra las instituciones democráticas. Asustado a diario por la posibilidad de un nuevo golpe de Estado, y sin atreverse a mantener las decisiones que tomaba apoyado en un indiscutible sostén popular, Alfonsín se resistió siempre a cortar cualquier nudo gordiano.

Siendo ya candidato electoral, el ahora presidente intentó que su antecesor asumiese, en el final de su mandato, la impopularidad de un indulto, para comenzar así su mandato con un vidrioso problema resuelto. Pero Alfonsín, uno de los pocos estadistas que se ha atrevido a sentar en el banquillo a antiguos dictadores militares, no podía tragarse ese sapo, a pesar de encontrarse ya en los estertores de una agonía que el personaje ciertamente no merecía. Fue así como el nuevo presidente tuvo que encarar la eventualidad de una medida de gracia, a sabiendas de que es impopular para una mayoría de los argentinos. El 62% de la población se oponía a un indulto que resultaba especialmente ofensivo para varios de los grupos civiles que, como. las Madres de la Plaza de Mayo, habían sido, con su valor cívico y tenacidad, la conciencia del país en los peores momentos de la dictadura.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Entre los 280 indultados se encuentran los generales y mandos que se metieron en la aventura de las Malvinas y la perdieron ignominiosamente, decenas de militares. y civiles involucrados en toda clase de tramas golpistas, algunos de los policías uruguayos que asesinaron impunemente en Argentina a líderes opositores de la entonces dictadura de Montevideo y, finalmente, muchos montoneros, la guerrilla urbana que estuvo en el origen de este triste período de la historia argentina. Quedan excluidos, por el momento, del indulto los más siniestros de entre los que ampararon el asesinato, como el ex general Videla, o los que asesinaron directamente, como el ex almirante Massera. No puede descartarse, sin embargo, que el presidente Menem decida perdonarlos también, presionado por los ahora indultados, por los que siempre creyeron que la guerra sucia fue simplemente un acto de defensa. En tal caso indultaría también al líder montonero Mario Firmenich. Llegaríamos así a un borrón y cuenta nueva que, desgraciadamente para quienes sucumbieron a la dictadura, no tendrá efectos retroactivos. Y será difícil que, aunque todo ello pueda justificarse por razones políticas, una parte considerable del pueblo argentino no sienta caer la ignominia sobre sus espaldas. Al fin y al cabo, este indulto se añade a los ya aprobados bajo el disfraz de las llamadas leyes del punto final y de la obediencia debida.

El futuro dir á si la decisión de Carlos Menem es un prudente gesto político que le permitirá gobernar establemente o si, por el contrario, se trata simplemente de lavar la cara de un estamento que se empeña en llevarla siempre pintada.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_