Los dedos de Bach
Umberto Eco, flautista vocacional, escritor de masas, hombre de una generación, la de la posguerra tardía, "que no ha sido ni afortunada ni desafortunada", tiene los dedos gruesos y limpios, cortados: parece que no van a caber en los intersticios de un ordenador. Escribe en cualquier circunstancia, "cada vez que me viene, sin orden", y es un apasionado de la música: pasó ya de Vivaldi -"me gusta, pero te lo sabes"- y desde hace tiempo está instalado en Bach: "Es imprevisible, genial. Con Vivaldí siempre sabes dónde poner los dedos. Con Bach jamás sabes dónde has de ponerlos en la siguiente nota".Para Eco, la escritura de El péndulo fue un desafío "producto de un chantaje múltiple". "El nombre de la rosa nació de una conviee me gustaría escribir un libro. Terminado el libro, el chantaje: ¿seré capaz de hacer otro? Me lo decía a mí mismo. Quería saber si era novelista. por casualidad o por naturaleza. Pero me daba la ¡inpresion de que se lo preguntaban otros: el editor, los lectores, yo mismo: no harás otro. Y me parecía que también se lo preguntaba la crítica: dijeron aquello de El nombre de la rosa, ¿qué dirán del nuevo? Era mucho más complejo todo que el juego del primero. El primero era libre e inocente. Con respecto al péndulo, cada idea, cada palabra que me venía, se juzgaba a la luz de ese chantaje: qué dirán. Y sobre todo, ¿qué haré después? Cuando haces un hijo, pruebas a hacer el segundo, y después acaso intentas seguir haciendo hijos. No sé. Para mí, los momentos más interesantes han sido el que ha producido la escritura del primer libro, porque me resultaba un fenómeno nuevo, inédito, y el que se ha manifestado con la escritura del segundo, por las razones que he dicho. De modo que ya no hay más momentos interesantes: podría morirme sin escribir una tercera novela".
No se mira al espejo -"no me resulta atractiva mi cara, y ya no me afeito"- ni tiene tentación autobiográfica, pero se siente de una gerieración que tuvo grandes ideales. Mira con esperanza el futuro: "Hay más salud, se vive más". Realista como un científico, el narrador dice: "Me preocuparía la muerte si después de mí no siguiera la vida de los otros sobre la tierra. Pero no será así. Y además quedarán los libros".
Babelia
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