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Historia de un exceso

Juan Cruz

Lumen-Bompiani publica 100.000 ejemplares de El péndulo de Foucault en España. Cerca de un millón de italianos han comprado en un año el mismo libro. En menos de ocho años, ocho millones de italianos hicieron lo propio con El nombre de la rosa. Cuando el éxito ha sobrepasado todas las estimaciones, la sospecha se hizo inmediata, urgente: ¿está todo prefabricado? ¿es Eco un éxito de ventas prefabricado?Analista de la comunicación de masas, crítico literario, profesor, hombre de una cultura que parece sentarse con él cada vez que comienza a hablar, analizaba, en el caso concreto de su último libro, El péndulo de Foucault, la parte de responsabilidad que tiene el nerviosismo de la Prensa en la impresión de que este éxito está prefabricado.

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"Prirnero tengo que contar cuál es mi concepto global de las consecuencias de la cobertura que merece un libro. Siempre es muy negativo para un autor que salgan muchos artículos sobre su obra dos o tres meses antes de que ésta se publique. Cuando los comentarios son muy buenos, es malo porque el lector oye hablar de algo que no puede contrastar; después, es malo porque genera una espera exagerada o espasmódica con respecto al libro, y, tercero, es malo porque puede crear una reacción de rechazo en personas que en principio podían estar interesadas en la obra de que se trata. Yo te digo la verdad: si no fuese el autor de El péndulo, después de tres meses de ver que todos los periódicos hablan de la novela no se me hubiera ocurrido leerla. La hubiera leído 10 años después de su salida, o 2.000 años después, porque así he leído a Homero y me siento francamente bien".

Invenciones

"El fenómeno acaecido con El péndulo es muy curioso y típico de los nervios que padece la Prensa contemporánea. Dos años antes de que se anunciara que iba a salir, ya se publicaban artículos afirmando que yo estaba escribiendo una nueva novela, y eso sucedía incluso antes de que se lo hubiera contado a nadie. Eran puras invenciones que a veces coincidían con la realidad. De forma que cuando la novela se terminó del todo, hablé con el director de la editorial Bompiani, que había de editarlo, y le puse en guardia sobre los efectos que la curiosidad imperante habría de tener sobre el libro: nos arriesgábamos a padecer los efectos negativos que ya he descrito y que ninguno de nosotros quería. Por otra parte, cuando tú acabas un libro surge el deseo de mostrárselo a alguien que lo lea. Posteriormente, cuando el libro llega a la casa. editorial, hay al menos 50 personas que lo ven, lo manosean o lo leen para cumplir cada uno de ellos la función de editarlo, de maquetario, de ponerle cubierta. Además, como los libros se presentan siempre a los libreros para que muestren algún tipo de interés sobre ellos, los mismos libreros tienen alguna constancia de lo que hay en el volumen, de forma que es difícil mantener el secreto del todo. Cuando ya todas esas posibilidades estaban sobre la mesa y resultaba inevitable que se rompiera alguna vez el misterio, nos llamó un periodista de la revista editorial norteamericana Publisher's Weekly para saber si era cierto que salía un nuevo libro mío. Le dijimos el título, le contamos sumariamente la historia que relata, y luego hicimos una especie de pacto con periódicos y revistas italianos para guardar silencio hasta que fuera inminente la publicación de El péndulo. Pero ya era a finales de julio de 1988, casi en agosto, cuando los periódicos carecen de noticias, y de modo imprevisto aparece en el periódico Il Corriere del Ticino, de la Suiza italiana, un diario serio pero que obviamente no es The New York Times, un artículo de un periodista que trataba de contar de qué iba El péndulo. Tal como lo contaba, advertimos que no había leído el libro pero que había hablado con alguno que lo había hecho. No le dimos mucha importancia. Pero, tragedia: el día después, los grandes periódicos vinieron a buscar la verdad, así que hablé con los responsables de los diarios y les aseguré que nadie iba a recibir exclusiva alguna sobre el libro: el pacto de silencio está hecho y es firme. Pero salió un artículo en Il Corriere della Sera desconfiando de la virtualidad del pacto, un artículo de Oreste del Buono, muy bello por cierto, acerca de El péndulo de Foucault. Desde ese momento se desencadena la caza. Oreste del Buono lo ha leído, pero muchísimos que no lo habían leído se lanzan a contar de qué va el libro, y las interpretaciones son diversas y divertidas: uno de ellos, en lugar del conde de San Germán, hablaba de Cagliostro, y a partir de entonces salieron decenas de artículos que hablaban de Cagliostro como personaje central de El péndulo".

Hermosa contradicción

"En ese momento de confusión y de multiplicación de versiones disparatadas, la revista L'Expresso, que es en definitiva mi propio periódico, monta en cólera y en lugar de pedírmelo a mí pide a otro autor que escriba sobre los templarios desde el punto de vista de la historia. Entonces, con toda esa locura envolviéndonos, aparece la revista Época con una portada en la que sobre mi foto aparece: el titular Demasiado Eco. Una hermosa contradicción: se lamentaban de que se estaba hablando demasiado de mí y me convertían al tiempo en una cover story. Llegados a este punto, los periódicos empezaron a decir que se hablaba demasiado de este libro. Y comenzaron. a decir que todo respondía a un plan diseñado por la editorial, sin pensar que ninguna casa editorial es tan poderosa como para ordenar la publicación escalonada de tantas cosas en tantos periódicos tan distintos. Lo bello es que ha habido periódicos que lo han dicho habiendo sido ellos mismos los que habían iniciado la historia de este exceso. Y la conclusión era evidente: la editorial tenía un plan diabólico para hacer triunfar el libro y para lanzarlo publicitariamente. Y con esa constancia detrás, los periódicos han ignorado un hecho cierto: Bompiani no había gastado ni una sola lira en ello".

¿Por qué causó tanta extrañeza en Italia ese éxito? "Era la primera vez que un libro de un italiano vendía ocho millones de copias. En EE UU están habituados a estas tiradas. El que se haya tratado aquí como un fenómeno se corresponde con nuestro provincianismo cultural".

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